Para Sauber, un constructor con una larga historia en el mundo del automovilismo, la temporada 2017 será especial por ser la vigésimo quinta en la que estarán en la categoría reina. Por ello y tras la presentación de un monoplaza con elementos conmemorativos, hemos decidido repasar veinticinco momentos históricos de uno de los equipos que más años lleva en la Fórmula 1. Sauber ya es un clásico, se vea por dónde se vea y su historia en el Gran Circo tiene de todo: bueno, malo, emocionante y dramático. Un viaje de toda una vida.
Una estrella de tres puntas y un debut con dos puntos
El debut en la Fórmula 1 de Sauber se produjo en el Gran Premio de Brasil de 1993. Con J.J. Lehto y Karl Wendlinger como pilotos y los motores Ilmor, el equipo aspiraba a convertirse en un ente oficial de Mercedes -el propulsor acabaría adoptando ese nombre- de la marca de la estrella en la categoría reina, recordando su legendaria asociación en el mundo de la resistencia. No acabó siendo así pero el primer año fue realmente destacado así como su primera carrera en la que el finlandés finalizó en quinto puesto, llevándose dos valiosísimos puntos. Un buen comienzo para un equipo muy serio.
Donington Park y lo que pudo haber sido
Si los primeros puntos habían sido para Lehto en Brasil, Wendlinger no quiso dejar que su compañero se llevara todo el protagonismo. En la tercera carrera de la temporada 1993 y por lo tanto de la historia del equipo, el austríaco fue quinto en parrilla -Lehto era séptimo- y en la salida se situó en una sorprendente tercera posición, tan solo por detrás de los Williams. Ayrton Senna dio cuenta de él pronto y Michael Andretti con el otro McLaren le sacó de pista en el primer giro pero en un día en el que acertar con la estrategia era crucial, quien sabe si se podría haber llegado al primer podio… lo que sí quedó claro es que en Sauber no estaban por estar.
El drama de Montecarlo
Desafortunadamente, Wendlinger acabaría siendo protagonista de un momento dramático en el Gran Premio de Mónaco de 1994. Tras los accidentes mortales de Roland Ratzenberger y Ayrton Senna en Imola, en Montecarlo el Sauber C13 perdió el control en la zona de la chicane del puerto y acabó golpeando el muro de forma especialmente violenta por el lateral. Se llegó a temer por la vida del piloto, que estuvo tres semanas en coma, tardando diez días más en darse cuenta de que estaba en un hospital. Los doctores pensaron que nunca dejaría un estado vegetativo pero en 1995 volvía a estar en la Fórmula 1. Desafortunadamente su cerebro ya no era capaz de funcionar a la velocidad necesaria como para rendir bien y tras dos intentos, aceptó el fin de su carrera en la categoría reina aunque siguió compitiendo en otros campeonatos.
Doscientos Grandes Premios
Andrea de Cesaris fue el hombre llamado a reemplazar a Wendlinger, puesto que con una dilatada carrera a sus espaldas debía ser una buena opción para que el equipo siguiera adelante. Tan dilatada fue su carrera que en el Gran Premio de Canadá de 1994, su primera con el equipo Sauber, celebró su Gran Premio número 200 en la Fórmula 1. El resultado fue poco satisfactorio y su colaboración trajo solamente un punto en nueve carreras pero los recuerdos fueron buenos y la decoración del coche del tristemente desaparecido italiano en el Circuit Gilles Villeneuve fue muy resultona.
El primer podio
El primer podio para el equipo Sauber llegó de la mano de otro de los jóvenes talentos de Mercedes -que ya había dejado el equipo a finales de 1994 para asociarse con McLaren, dando paso a Ford- como era Heinz-Harald Frentzen. El simpático alemán, de madre española y con un sentido del humor tan sórdido como apreciado, consiguió ser tercero en el Gran Premio de Italia de 1995. La cita de Monza de esa temporada vio a Michael Schumacher y Damon Hill autoeliminarse en un incidente, mientras que los Ferrari abandonaron también por problemas técnicos. Esto dejó en bandeja de plata la victoria a Johnny Herbert con el segundo Benetton pero también un resultado histórico para el equipo de Peter Sauber.
El desembarco de Maranello
Después de dos años con Ford como proveedor de motores y con la fama de trabajadores incansables y serios, el equipo Sauber tenía que dar un paso adelante. Coincidió con que Ferrari buscaba asociarse con una estructura que pudiera hacerle lado en el difícil mundo político de la Fórmula 1 a cambio de entrar en una asociación técnica con ellos. De esta forma, Maranello y Hinwil se unieron en una alianza singular a principios de 1997 que incluyó situaciones tan curiosas como la de ver a Michael Schumacher probando uno de los coches suizos en Mugello. También hubo pruebas en Fiorano y varios pilotos italianos en Sauber.
La magia belga de un agresivo francés
Otra relación con Ferrari llegó a través de uno de los hombres más queridos en los últimos 30 años en Ferrari: Jean Alesi. El francés recaló en Sauber en 1998 tras dos años en Benetton y aunque el coche no estaba a la altura de los grandes equipos para los que había pilotado en años anteriores, el hecho de ir propulsado por un motor Ferrari parecía darle alas -junto con Red Bull, patrocinador histórico de Sauber- en más de una ocasión. Su gran día llegó en el accidentado Gran Premio de Bélgica de 1998, donde Alesi firmó su último podio en la Fórmula 1 con un tercer puesto por detrás de los dos Jordan que obtuvieron un sonado doblete.
Nick el rápido y el hombre de hielo
Poco a poco, la relación entre Sauber y Ferrari se fue asentando con colaboraciones que entre otras cosas vieron a Mika Salo correr en el equipo suizo en el año 2000 como recompensa por sus actuaciones de rojo en 1999 en lugar del lesionado Michael Schumacher. En 2001, Sauber fichó a Nick Heidfeld, rescatándole de Prost Grand Prix para ser compañero de equipo del debutante Kimi Räikkönen tras un ascenso meteórico. La temporada fue una locura para Sauber, que volvió a pistar el podio con Heidfeld y finalizó el año en un cuarto puesto final mágico en la clasificación reservada para los constructores; el mejor resultado de la historia del equipo-obviando el periodo de BMW-.
Un alemán paellero y una despedida a lo grande
Es innegable que Heinz-Harald Frentzen es un hombre de Sauber prácticamente al 100%. Aunque sus mayores éxitos llegaron en Jordan tras un paso menos brillante de lo esperado por Williams, en Sauber vivió momentos verdaderamente especiales. El famoso hijo de la «paellera» volvió al equipo de Peter Sauber en el Gran Premio de Estados Unidos de 2002 reemplazando a un sancionado Felipe Massa como preámbulo de un fichaje de cara a 2003 tras una época convulsa en Prost Grand Prix y Arrows. El año fue complicado pero en Estados Unidos, un año después de su vuelta al equipo que le había visto debutar, Frentzen obtuvo el que sería su último podio en la Fórmula 1 en su penúltima participación en un Gran Premio. Una despedida mágica junto a dos otros hombres de Sauber -Kimi Räikkönen en Fórmula 1 y Michael Schumacher en resistencia-.
¿Sauber o Ferrari?
Con un cruce de conocimientos y tecnologías cada vez más cercano entre Ferrari y Sauber, era esperable que sus coches llegaran a parecerse. A fin de cuentas, si el motor era el mismo tendría sentido que el Sauber intentara que su parte trasera fuera parecida a la de los italianos y para sacar el mejor partido posible de la zaga, lo ideal era que la parte frontal también fuera al estilo Ferrari. Pero seguramente esta mentalidad se llevó al extremo en 2004, con un Sauber C23 que se parecía exageradamente al Ferrari F2003-GA del año anterior. Evidentemente, verlos uno al lado del otro era suficiente para darse cuenta que no eran clavados pero el parecido era exagerado. Aunque las cosas estaban por cambiar en la relación con Ferrari…
De golpe y porrazo, BMW
El gran cambio llegó en la temporada 2006, cuando BMW decidió comprar un porcentaje que les permitiera tener el control del equipo, aunque se mantuvo a Peter Sauber en una posición de poder dentro de la estructura. Tanto fue así que de hecho el equipo no pasó a llamarse BMW sino que se convirtió en BMW Sauber. Con el dinero de los alemanes y el buen hacer de los de Hinwil, parecía que se entraba en una era de gloriosos éxitos en parte gracias al retorno de Nick Heidfeld y a la prometedora presencia de Jacques Villeneuve. Los resultados no empezaron siendo demasiado espectaculares aunque para un equipo que empezaba a asentarse, no estaba nada mal. El objetivo era una victoria en tres años y luchar por el título en cuatro.
Un polaco con muchas narices
Las cosas empezaron simplemente bien, sin exagerar. Pero cuando Jacques Villeneuve fue despedido tras el Gran Premio de Alemania y el tercer piloto del equipo tomó su puesto, las cosas cambiaron. Robert Kubica era uno de los talentos más prometedores del momento y de hecho en su primera carrera en Hungría terminó en los puntos aunque una descalificación le dejó sin celebrar algo que habría estado muy bien. Lo compensó con creces en su tercera carrera como piloto de BMW Sauber con una actuación espectacular en el circuito de Monza para el Gran Premio de Italia, aprovechando la potencia del motor bávaro. El polaco fue tercero y obtuvo su primer podio y el primero de la asociación entre BMW y Sauber. Aunque en este caso sí, lo mejor estaba por llegar.