Control Stop. Compañeros de armas
Sufriendo por contener las lágrimas, con tono balbuceante siempre que trataba formar una frase. Ott Tänak llegó al que pudo haber sido el Control Stop más feliz de su vida con la única intención de salir de allí cuanto antes, de buscar el refugio de una cara conocida, en este caso la de su mujer, antes de sacar la moral suficiente para poder subirse al podio de la deshonra, a ese segundo escalón que ni para el piloto estonio, ni para su c