Llevamos mucho tiempo publicando artículos sobre la mecánica de los coches diésel. Artículos en los que os hemos enseñado consejos para que vuestros filtros de partículas o EGR no se obturen, reduciendo el rendimiento del coche y aumentando el consumo a causa de los temidos excesos de carbonilla. Pero no es el único componente del motor diésel que puede sufrir estos atascos, provocados por un exceso de conducción a bajas vueltas o una conducción fundamentalmente urbana. El colector de admisión es otro de estos damnificados por los sistemas anticontaminación de un motor diésel moderno.
Colector de admisión y EGR de un diésel
La EGR es un sistema «sucio», pese a evitar que las emisiones contaminantes de nuestro coche diésel se disparen. La válvula EGR recircula a la admisión del coche parte de los gases de escape, reduciendo la temperatura de la combustión y evitando la generación excesiva de gases contaminantes. Como se puede entender de forma intuitiva, introducir en el colector de admisión gases de escape no parece una solución óptima, pero la realidad es que las EGR existen en todos los motores diésel modernos y hemos de convivir con ellas. Sabemos que estas válvulas se pueden obstruir, pero, ¿qué hay del colector de admisión?
Esta pieza, que suele estar construida en metal, y está anclada al motor del coche, tiene como objetivo canalizar el aire al interior del motor. En un motor diésel de inyección directa, este aire es introducido en las cámaras de combustión, donde se inyecta directamente un chorro de gasóleo para que se produzca el encendido, por pura compresión de la mezcla de gases – en un coche de gasolina el principio del colector de admisión es idéntico, inyectándose al final del colector la gasolina en los motores de inyección indirecta. En un motor sin EGR, el colector de admisión no se ensuciaría.
La carbonilla en el colector de admisión de los diésel
Pero en un motor diésel con EGR – es decir, cualquier motor diésel fabricado en los últimos 20 años – los gases de escape recirculados a la admisión lo van poco a poco impregnando de carbonilla y residuos. En conducción urbana y conducción a bajas vueltas la EGR suele estar abierta, reduciendo la contaminación de nuestro coche, pero tiñendo de hollín sus vías respiratorias. Si abusamos de esta conducción, el colector de admisión se obstruirá, tal y como ocurre con la EGR. Las consecuencias son pérdidas de potencia, tirones, un motor humeante… y posiblemente una ITV desfavorable por gases.
Esta misma carbonilla puede obstruir el buen funcionamiento de las mariposas (o palomillas, como prefieras) de un colector de admisión variable, produciendo pérdida de bajos y un aumento en el consumo de combustible. Los síntomas se pueden presentar de forma sutil, pero un aumento del consumo suele ser indicativo común de una admisión o EGR obstruidas. Para evitar esta acumulación de hollín es conveniente no abusar de las marchas largas o la circulación urbana, conduciendo a un régimen algo más elevado en ciudad. La buena noticia es que el colector de admisión se puede limpiar.
En casos de una gran acumulación de hollín el colector de admisión se puede desmontar, y limpiar mediante ultrasonidos o manualmente, con cepillos metálicos y un producto limpiador. No es una operación difícil para un taller, pero es laboriosa y costosa en lo que a mano de obra se refiere – en algunos coches exige desmontar la rampa de inyección o incluso la bomba inyectora. En casos extremos, su reemplazo podría ser necesario: su coste puede oscilar entre los 250 euros de una pieza barata de marca «de competencia», o los más de 1.000 euros de colectores complejos en servicios oficiales.
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