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El turbocompresor es uno de los elementos más importantes de un motor diésel, también uno de los puntos críticos si no realizamos un buen mantenimiento de éste, convirtiéndose así en una de las averías habituales de un motor turbodiésel. Por este motivo, es importante saber cómo cuidar y prevenir averías en el turbocompresor de nuestro coche diésel, unos sencillos consejos que permitirán cuidar la salud de nuestra mecánica y también la de nuestra cuenta corriente, dado que las averías en el turbo de un diésel son realmente costosas.
No te la juegues con el mantenimiento de tu diésel
Aunque pueda parecer una obviedad, llevar un meticuloso mantenimiento de nuestro vehículo es una de las mejores cosas que podemos hacer para prevenir averías y quebraderos de cabeza. Ya sea para el turbocompresor, que es el tema que nos ocupa, los inyectores de gasoil, los filtros de aire o incluso los sistemas anticontaminación, mantener en buen estado de forma nuestra mecánica es tan sencillo como realizar las operaciones de mantenimiento en el tiempo o kilometraje que le corresponda. Con ello no solo prevenimos averías, si que no alargamos su vida útil al conseguir que elementos críticos como el aceite lubricante o los filtros estén en plena forma para dar lo mejor de sí durante su trabajo.
Es importante señalar que el lubricante del motor es un fluido vital para el turbocompresor ya que el eje de está bañado en este aceite. La degradación del aceite motor afecta a todas las piezas móviles del propulsor, pero si tenemos en cuenta que la turbina del turbocompresor alcanza velocidades superiores a las 150.000 rpm teniendo además mínimas tolerancias, sobra decir que estamos ante un sistema sumamente delicado.
Las averías por culpa de una mala conducción
El estilo de conducción es otro factor clave para prevenir averías en el turbocompresor. Esto significa que conducir a muy bajas vueltas, no respetar los tiempos de calentamiento/enfriamiento o exigir repetidos sobreesfuerzos son caldo de cultivo para averías en el turbocompresor. Las averías comunes del tubocompresor son el agarrotamiento de la geometría variable o las fugas de aceite. Mientras en el caso de una geometría atascada suele bastar con el desmontaje y limpieza para recuperar su correcto funcionamiento, en el caso de una fuga de aceite nos encontramos con un problema más serio.
Una geometría atascada es consecuencia de una conducción habitual en ciudad o a muy bajas revoluciones o también un problema derivado de una EGR que no trabaja adecuadamente. Las fugas de lubricante en el turbocompresor provienen de un desgaste excesivo en su eje o en los sellos que lo contienen, desgastes que son consecuencia de una conducción muy agresiva y/o sin respetar los tiempos de calentamiento/enfriamiento que se recomiendan. Una forma rápida de detectar una fuga de aceite por culpa del turbocompresor es observar el humo del escape, un tono azulado que indica claramente que nuestro motor quema aceite.
Temperatura y esfuerzos, los enemigos del turbo
Si llevamos un correcto mantenimiento de nuestro motor diésel y además procuramos realizar una conducción equilibrada, solo nos queda prestar atención a los tiempos de calentamiento y enfriamiento del motor y su turbocompresor. Por regla general no deberíamos exigir grandes esfuerzos al propulsor hasta que este no alcance su temperatura de servicio, momento en el que todos sus componentes han alcanzado su estado óptimo de trabajo. Exigir grandes cargas a un motor en frío supone forzar piezas y fluidos que no han alcanzado sus características de trabajo ideales, lo que conlleva a un desgaste muy superior que el que se puede producir en cualquier otro momento.
Del mismo modo, no dejar reposar un motor sobrealimentado tras una gran exigencia es también un escenario proclive a terminar en avería. Las paradas rápidas tras largos cruceros por autovía o la activación del Start/Stop tras llevar un ritmo elevado, no solo provoca un corte del suministro de aceite/agua hacia el turbocompresor, sino la generación de puntos calientes que pueden terminar en deformación o rotura. Por ello es muy recomendable que tras un gran esfuerzo se deje a ralentí el motor por un periodo de 1 minuto, tiempo en el que lubricante y refrigerante seguirán trabajando para «calmar» todas las piezas de nuestro motor.
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