Hablar de las emisiones de un coche es hacerlo del dióxido de carbono (CO2). Este gas, uno de los que salen por el escape de nuestros coches, es uno de los causantes del efecto invernadero y del cambio climático. Razones (de peso) por las que la Unión Europea trabaja para reducir su presencia e, incluso, neutralizarla. Algo que han conseguido gracias a un catalizador ‘low cost’.
Una de las fórmulas que han encontrado para minimizar los efectos del dióxido de carbono es romperlo electroquímicamente para que esos fragmentos reaccionen químicamente. Un proceso que se lleva a cabo en un catalizador, una pieza compuesta por metales preciosos como el platino o el cobalto que son muy caros. Para resolver este problema y también el de las emisiones, investigadores de la Universidad de Oxford han sustituido estos materiales por polvo de hierro: es más barato y es fácil conseguirlo.
Reducir la huella de los aviones
Una de las aplicaciones ha tenido lugar en la industria de la aviación, pero también tiene su réplica en el mundo de la automoción como os explicaremos unos párrafos más abajo. Los citados científicos emplearon el método de combustión orgánica (OCM) y para ello combinaron los ingredientes (hidrógeno, hierro, manganeso y potasio) con ácido cítrico a 662 grados durante cuatro horas.
En este proceso los átomos de carbono presentes en las moléculas de CO2 se separan del oxígeno y crean enlaces con los átomos de hidrógeno: esta unión da lugar a los hidrocarburos, que componen el combustible para aviones. Una operación en la que, además, el 38% del dióxido de carbono se transformó en carburante y en otros compuesto como el propileno o el etileno que se pueden usar en la fabricación de plásticos.
Con esta reacción química que convierte el CO2 en combustible para aviones, la huella de carbono de la aviación (que supone el 12% de las emisiones globales del transporte) se podría reducir considerablemente. El siguiente paso consiste en salir del laboratorio y replicar el experimento a gran escala para conseguir el objetivo final: viajes en avión neutros en emisiones.
La industria del motor
El mismo concepto lo podemos encontrar en la industria del motor, donde también han probado (con éxito) la transformación del dióxido de carbono en combustible para lograr el ansiado equilibrio de emisiones.
Un equipo de la Universidad de Stanford ha creado una célula electroquímica con un catalizador que está hecho de dos metales baratos y abundantes: níquel y hierro. ¿Cómo funciona? El dióxido de carbono llega a esa célula, recibe un determinado voltaje y se rompe: pasa de estar compuesto por un átomo de carbono y dos oxígenos a formar monóxido de carbono (un átomo de carbono y un oxígeno). Este componente se caracteriza por su elevada reactividad y por eso se usa para fabricar productos químicos y combustibles.
Este catalizador no sólo descompone el CO2 de una forma más rápida y más asequible, también permite su transformación en combustible para lograr que un vehículo sea neutro en emisiones. Y no sólo funciona bien: la combinación níquel-hierro es más eficiente que el platino. Igual que en el caso anterior, la hora de ruta les llevará a intentar trasladarlo a gran escala para que se pueda beneficiar de ello la industria del motor.