Mientras muchos aún siguen haciéndose la eterna pregunta, de si es más rentable un eléctrico, un diésel, o un gasolina, en Europa comienza a planificarse el futuro del automóvil. En 2035 dejarán de venderse coches diésel y gasolina, incluso coches híbridos. Todo aquel turismo que utilice un motor de combustión interna tendrá prohibida su venta. O al menos esa es la intención de la Unión Europea.
La combustión interna neutral se plantea como una posibilidad, de la mano de los combustibles sintéticos neutrales. ¿Pero qué hay del hidrógeno?
Cada vez son más los proyectos que nos hacen soñar con un futuro para la combustión interna de la mano del hidrógeno. ¿Pero es factible?
transformar una Hilux a hidrógeno.
El hidrógeno es la energía del futuro (y el presente)
El hidrógeno se vislumbra como la energía del futuro. Presenta dificultades e importantes retos que habrá que abordar. Su transporte, mediante canalizaciones, no es tan sencillo como nos hacen ver, ni como pretende el «corredor de energía verde» que se ha proyectado para conectar Barcelona con Marsella.
Tampoco es sencillo, ni económico, transportarlo en contenedores presurizados, por carretera, ferrocarril, o vía marítima. De ahí que lo óptimo sea producir el hidrógeno cerca del lugar en el que se va a consumir, surgiendo conceptos como el hidrógeno de cercanía, o redes de producción, comercialización, consumo, e incluso desarrollo de tecnologías relacionadas, denominadas ecosistemas de hidrógeno.
Pero sí es factible producir hidrógeno y escalar esa producción a grandes volúmenes, empleando energía renovable y, de alguna forma, empleando la capacidad energética del hidrógeno y su producción como una suerte de «batería» para un mejor aprovechamiento de la energía renovable, surgiendo el concepto del hidrógeno verde.
Quemar hidrógeno, ¿tiene sentido?
El hidrógeno puede emplearse, técnicamente, como un sustituto de la gasolina o el gasóleo y su combustión es definitivamente limpia, en comparación con la de los combustibles de origen fósil e incluso los combustibles neutrales. La transformación de motores para emplear hidrógeno como combustible es viable, pero requiere de otro tipo de adaptaciones y resolución de dificultades, como disponer de depósitos presurizados para el hidrógeno.
El último proyecto que conocíamos estos días no puede ser más apasionante. Toyota nos presentaba estos días cómo había modificado un flamante Toyota AE86 ochentero para funcionar con hidrógeno en vez de gasolina (y también otra preparación diferente con baterías). Para prepararlo, Toyota nos cuenta que ha requerido de las adaptaciones pertinentes para que el motor pueda funcionar con hidrógeno, que incluyen inyectores, canalizaciones y bujías, pero también las necesarias para «repostar» el hidrógeno, como son sendos depósitos heredados del coche de hidrógeno, de pila de combustible, Toyota Mirai.
En el espacio ya limitado existente en un coche de combustión interna, aún habría que encontrar hueco suficiente para montar los depósitos de hidrógeno presurizados. Toyota no nos da más detalles de consumo, ni autonomía. Pero entendemos que el elevado coste en espacio que requiere esta adaptación sería necesario para conseguir una autonomía probablemente muy reducida.
¿Transformar coches antiguos para quemar hidrógeno?
Si ya es difícil, y probablemente inviable, diseñar un coche de combustión de hidrógeno desde cero, aún parece más complicado hacer lo propio con una transformación de un coche antiguo, diésel o gasolina, para quemar hidrógeno. Insistimos en que es muy probable que la autonomía de este Toyota AE86 transformado por Toyota goce de una autonomía muy reducida, por muy atractiva que resulte esta solución. La combustión del hidrógeno, para mover un motor de combustión interna, nunca va a llegar a la eficiencia de la transformación del hidrógeno en electricidad, para mover un motor eléctrico, y en última instancia un coche como el Toyota Mirai.
Basta fijarnos en la transformación que ha requerido Toyota para montar los depósitos del Mirai en un AE86, prescindiendo del maletero.