La captura de carbono se ha convertido en una tendencia a nivel empresarial. Permite compensar las emisiones que realizan las empresas con acciones que contribuyen a reducir la presencia de carbono en el ecosistema, equilibrando así la huella de carbono. Sin embargo, esto no deja de ser una mentira que permite comprar el derecho a la contaminación.
Reducir la huella de carbono
La huella de carbono supone todas aquellas emisiones de carbono que genera una empresa por su actividad, y puede se derivado de las emisiones directas que se producen al quemar un combustible fósil, o de emisiones indirectas que se producen por cuestiones logísticas, de producción, o incluso de consumir energía en oficinas.
Muchas empresas están tratando de reducir su huella de carbono. Y uno de los caminos que siguen es el de compensar las emisiones gastando en acciones que capturan carbono. Pero esto genera un problema.
Qué es capturar carbono
Cuando quemamos carbón para calentar un fluido que se convierte en vapor a presión y hace girar una turbina, estamos haciendo que el carbono contenido en ese carbón, pase a la atmósfera. Esto se puede llevar a cualquier combustible fósil. La mayoría de la energía que utilizamos proviene de esto.
Capturar carbono es lo contrario, llevar a cabo acciones que toman el carbono de la atmósfera y «lo mantienen retenido». Plantar un árbol y hacerlo crecer captura carbono de la atmósfera porque el árbol lo utiliza para alimentarse y crecer. Y ese carbono se queda dentro del árbol hasta que muere o lo convertimos de nuevo en madera como combustible.
Hay muchos procesos de captura de carbono en desarrollo, y generalmente tienen que ver con el crecimiento de organismos vivos, como árboles o algas.
Compensando las emisiones de carbono con la captura de carbono
Tanto por normativa como por dar una imagen de empresa ecológica, muchas organizaciones en todo el mundo están tratando de equilibrar su huella de carbono. Las hay que están reduciendo al máximo sus procesos para evitar las emisiones de carbono, y las hay que se han focalizado en compensar las emisiones con la captura de carbono.
El problema es que compensar las emisiones con captura de carbono debería ser el último recurso, no la primera opción de una empresa o un país cuando quiere compensar su huella de carbono.
¿Cuánto carbono emite una empresa? Supongamos una cifra de 100 toneladas de CO2. Esta empresa buscará a una otra empresa que se dedique a la captura de carbono y que venda sus servicios. Contratando la captura de 100 toneladas de CO2, al precio que se lo vendan, puede decir que ha equilibrado su huella de carbono.
La captura de carbono está bien, pero…
Lógicamente, la captura de carbono es algo bueno. El desequilibrio actual en emisiones de carbono a la atmósfera hace que sea imprescindible capturar todo el carbono que se pueda.
Por otro lado, siempre es mejor que una empresa que genera emisiones de CO2 las compense con captura de carbono antes de que no haga nada.
El problema es que si las empresas se limitan a capturar carbono en lugar de a reducir su huella de carbono, llegaremos a un límite en el que no sea posible seguir capturando carbono o no sea ni siquiera sostenible.
… hay límites para la captura de carbono
De forma una forma extremadamente simplificada podemos decir que si estamos capturando carbono plantando árboles, el límite estará cuando lo hayamos llenado todo de árboles.
Y aunque eso es un escenario ficticio que no se va a producir, es una forma de entender que lo que se puede hacer en captura de carbono está limitado. De hecho, ni siquiera es sostenible a nivel económico a nivel global.
La acción de capturar carbono no puede compensar la acción de emitirlo, habiendo de por medio un gasto importante por parte de una empresa.
¿Cómo calcular exactamente la captura de carbono?
Es verdad que los desequilibrios económicos entre los gigantes y los pequeños puede llevar a que empresas pequeñas o pequeños países puedan comercializar su «huella de carbono», y las grandes empresas o los países con más poder, pueden comprar «captura de carbono».
El problema es que las cifras provistas por un país en situación de necesidad o por una empresa con intereses comerciales no siempre son confiables.
Una empresa puede afirmar que con un determinado proceso captura una determinada cantidad de carbono, pero, ¿cómo lo verificamos? Puede acabar convirtiéndose en una clara práctica de greenwashing.
Existen organismos de certificación que cuantifican la captura y las emisiones de carbono.
El problema es que entre la certificación de la empresa que emite el carbono, la certificación de la empresa que lo captura, y las diferentes normativas relativas a estas actividades, hay un gran margen para que el ecosistema siga siendo el que lleve las de perder.
La captura de carbono debería ser solo la excepción
La realidad es que en los últimos 100-200 años, las emisiones de carbono a la atmósfera se han multiplicado de forma exponencial. Y es necesario reducirlas cambiando la forma en la que hacemos las cosas.
No es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia, ¿no? Nunca antes esta frase tuvo tanta importancia a nivel ecológico.
La captura de carbono debería limitarse solo a aquellas actividades que de forma inevitable tienen que emitir dióxido de carbono. Hoy por hoy, algunas actividades industriales no pueden optar por la electrificación porque incluso es energéticamente menos eficiente.
Y hay otros casos en los que las emisiones de carbono son inevitables. En estos casos, la captura de carbono es un buen camino. Pero debería ser solo la última opción, no el precio a pagar por poder contaminar sin límites.