El hidrógeno podría ser el futuro de la energía. O podría no serlo. La cuestión es que se ha convertido en protagonista en toda Europa cuando en otras regiones no está cobrando tanta relevancia. ¿Por qué existe tanta tendencia al hidrógeno ahora mismo en Europa?
El adiós a los combustibles fósiles lo condiciona todo
Es una realidad que en el panorama geopolítico actual y sobre todo en el último siglo, los países que se han convertido en más poderosos han sido aquellos que han tenido los recursos energéticos más utilizados a nivel mundial: el petróleo o el gas natural.
Así, los países árabes, Estados Unidos, Rusia, y algunos otros focos del planeta, han ganado una gran cantidad de poder a base de ser los que podían dar y quitar un elemento básico para toda la población. Solo hay que ver lo sucedido con Rusia y su suministro de gas a Europa en los últimos años. Sin embargo, ahora que empezamos a despedirnos de los combustibles fósiles, el panorama geopolítico cambia.
Las energías renovables son clave, pero…
En esta situación, parece obvio que el futuro son las energías renovables. Decimos adiós a los coches con motor de combustión para dar la bienvenida a los coches eléctricos. Pero eso solo tiene sentido si producimos electricidad de forma limpia.
Las energías renovables como la eólica o la solar son la clave. Estados Unidos y China han iniciado una carrera por contar con macrocampos de producción de energía renovable, tanto solar como eólica. De hecho, la eólica marina también ha ganado mucha relevancia, pues aunque hasta ahora era algo pequeño, de nuevo los gigantes a nivel internacional han desarrollado planes para apostar de forma inmensa por estas formas de generar energía.
Aun así, Europa no está en mal lugar en la generación de energías renovables. Focos como España, por ejemplo, destacan por su capacidad solar y eólica desde hace décadas. Y las condiciones que podemos encontrar en mucho territorio europeo son buenas para la producción energética renovable.
…¿dónde la almacenamos?
El gran problema aquí llega en que esa energía por sí misma no es nada. Si no se usa cuando se necesita no aporta nada adicional. Y aquí es donde entra en valor el verdadero protagonista de todo esto: las baterías. Y junto a ellas, el litio.
Puede que Europa tenga muy buenas condiciones para producir energía renovable. Pero lo que no tiene es una producción de litio comparable a la de gigantes como China o incluso Estados Unidos.
De nuevo, el panorama geopolítico se inclina favorablemente a quien tiene la materia prima más buscada. El problema es que China lleva desarrollando baterías y la propia producción de baterías mucho tiempo. Lleva como unos 10 años de ventaja respecto a Europa. Y aunque Estados Unidos también va por detrás de China, el país americano tiene una potencia brutal para poner en marcha su maquinaria industrial y tecnológica. Además, son lo suficientemente grandes y autosuficientes como para legislar complicándole la vida a los productores chinos sin que ello afecte a la vida de sus ciudadanos. Y esto nos lleva a una situación sencilla: la única opción para Europa es el hidrógeno.
La alternativa del hidrógeno
Las baterías también plantean problemas. Pueden ser caras, se degradan y no son fáciles de reciclar. Así que a Europa le queda una última oportunidad para conseguir su papel de poder en todo esto, que el hidrógeno gane relevancia. Es el único campo en el que Europa no se ha quedado atrás.
De hecho, se puede decir incluso que Europa es pionera en desarrollo de planes de hidrógeno.
Es verdad que China y Estados Unidos tampoco se han olvidado de este foco energético, pero desde el punto de vista competitivo, es la única opción para Europa de poder competir.
El hidrógeno como batería
El hidrógeno es una batería en sí mismo. Producir hidrógeno con la energía renovable sobrante a base de electrólisis del agua es una forma de utilizar esa energía y almacenarla, pues después se puede utilizar el hidrógeno para producir electricidad.
Dado que las baterías siguen teniendo el problema de la autonomía y de que la carga es más lenta, la progresión a un panorama libre de emisiones de carbono exige la necesidad de utilizar más medios energéticos que las baterías o los coches eléctricos.
Si no se opta por un desarrollo del uso de hidrógeno como elemento energético clave en paralelo a los motores eléctricos y las baterías, será imposible tener un ecosistema que soporte la demanda energética en los plazos esperados.
Por todo ello, Europa apuesta al 100% en el hidrógeno. Porque sabe que es la única opción de ganar una posición de poder en el panorama geopolítico.
La descarbonización, cuanto antes mejor
A su vez, eso explica que Europa sea la que tenga los planes más ambiciosos de descarbonización del mundo entero. Cuanto antes se exija una descarbonización, más necesario será el uso de un sistema energético paralelo a las baterías como el hidrógeno, y más probable es que este se desarrolle.
Explicado de una forma simplista y no 100% realista: si para el 2035 no hay suficiente infraestructura para que todo el mundo tenga coches eléctricos y haya puntos de carga para coches eléctricos, sí o sí la industria tendrá que valorar que los coches de hidrógeno coexistan con los coches eléctricos de baterías.
Y la gran baza para esto es el transporte pesado. Todavía no hay una solución de baterías óptima para el transporte pesado por carretera en camiones, los trenes, los barcos y los aviones. Y solo el hidrógeno podría responder a todas estas situaciones.
Todo esto, en conjunto, hace que la gran apuesta de Europa sea el hidrógeno en todas sus formas, sin importar si se trata de coches con pila de combustible, hidrógeno para calefacción a través de los conductores de gas natural, o centrales de electrólisis para producir hidrógeno con energías renovables.