La Comisión Europea ha presentado por fin su propuesta para reformar el mercado eléctrico. Tras las propuestas de países como España en busca de desligar la influencia del precio del gas en el precio de la luz, y de Alemania y compañía por evitar que la reforma fuera tan impactante, la propuesta ha sido una combinación de todo y de nada a la vez. Ahora bien, ¿cómo afecta esto realmente al consumidor de a pie?
Contrato por diferencias: adiós a los beneficios extremos de las eléctricas, con un «pero»
España ya proponía en enero que nos olvidáramos del formato «pool» del mercado de energía en el que se contrataban los diferentes paquetes de energía disponibles por subasta, y se pagaba a todos el precio del más caro (gas), aunque fuera producción barata (renovables, hidráulica, nuclear). El objetivo era pasar a los contratos por diferencias: yo te compro hoy a este precio, si lo vendes más caro y ganas dinero, me das la diferencia, y si lo vendes más barato y pierdes, te pago la diferencia. De esta manera, el interés que pudieran tener determinados productores energéticos en que la energía solar, eólica o nuclear se pagara a precio del gas, se esfumaría. Y los beneficios extremos de las grandes eléctricas también. De esta forma, se consigue un precio equilibrado y menos volátil.
La medida está presente en la propuesta de la Comisión Europa para la reforma. El problema es que finalmente se aplicará solo a las nuevas centrales energéticas y a las que realicen repotenciación. Es decir, que lo que hasta ahora funcionaba de una forma seguirá así, y solo los nuevos productores se someterán al nuevo sistema. En teoría, así se evita temor por parte de los inversores. En fin, un cambio importante en el sistema, pero que pierde importancia debido a que se aplicará solo a las centrales productoras de energía que comiencen a funcionar desde ahora.
Contratos de compraventa de energía a largo plazo: para limitar el peso del gas
La idea que finalmente sí ha tenido protagonismo es la de los contratos de compraventa de energía a largo plazo. Es decir: acordamos que te pague esta cantidad durante varios años independientemente de que el precio de la energía varíe o no. Es otra forma de conseguir precios menos volátiles. Antes estos contratos de compraventa de energía estaban limitados solo a grandes consumidores de nivel empresarial. Ahora estos contratos de compraventa de energía a largo plazo serían más generalizados.
Se contempla que los usuarios finales puedan acordar estos contratos con las eléctricas con el objetivo de mantener un precio fijo real en su factura de la luz durante un largo periodo de tiempo. Pero no se limita a esto, pues también se contempla la posibilidad de los precios oscilantes según mercado, o incluso los precios por consumo según variación horaria, interesante para los que aprovechan los momentos de precios más bajos para consumir energía, como es el caso de aquellos que cargan la batería del coche eléctrico.
Esta medida ayuda a que se consiga un precio más estable. Pero la realidad es que no ayuda a conseguir un precio más barato. Un contrato a largo plazo por un precio que sea solo la mitad del máximo alcanzado el año pasado podría parecer interesante, pero justo ahora mismo el precio de la luz es inferior. Mientras que los contratos por diferencias evitan los grandes beneficios de las eléctricas al hacer un ajuste al final del ciclo del contrato, los contratos a largo plazo dan a las eléctricas el control del mercado. ¿Precios más estables? Sí. ¿Más baratos? No. Es verdad que más estabilidad en el mercado evita la volatilidad. Pero en cualquier caso, las que no perderán con seguridad serán las eléctricas.
La última medida a tener en cuenta, relacionada con la anterior, reside en que cualquiera con placas solares podría vender su energía a sus vecinos, gracias a que los contratos de compraventa ya no quedarán limitados a los gigantes empresariales. Esto fomentaría la inversión en energías renovables a nivel particular, aunque habrá que ver cómo esto se aplica en un marco real.