La historia de este mítico coche da comienzo en 1959 con el Morris MINI original. La genialidad de su diseñador, Sir Alec Issigonis, uno de cuyos lemas era la famosa frase “fashion dates, but logic is timeless” (la moda pasa, pero la lógica es atemporal). En su contexto histórico, el Mini fue el resultado de la Crisis de Suez y del subsiguiente racionamiento de la gasolina en Gran Bretaña.
De ahí surgió la idea de crear un vehículo con la mínima masa desplazada (simplicidad y economía), mínimo espacio ocupado (para aparcar y moverse entre coches), mínima complejidad (para evitar averías y hacerlo muy barato), para mover a 4 ocupantes y disfrutar de la máxima diversión de conducción. Era, en definitiva, un automóvil revolucionario en su tiempo que destacaba por su diseño pequeño, así como por tratarse de un automóvil rápido, de fácil conducción y buena calidad.
Si a esta combinación ganadora le unimos la última tecnología disponible en la época (motor y tracción delantera) y una estética maravillosa basada en dos simpáticos faros redondos, que lo dotaban de una fuerte personalidad, y unas ruedas diminutas, de perfil alto, que lo hacían parecer un coche de juguete, tenemos la combinación perfecta para pasar a la historia. El Mini se convirtió en un icono, como hoy son el 911 o el Mustang.
Desde su diseño exterior a detalles de su habitáculo, irradiaba personalidad. De hecho, puede considerarse al Mini como el precursor del coche urbano puro, que aportó soluciones de diseño y distribución del espacio realmente únicas, y revolucionarias; con un volumen útil para el transporte casi increíble, dentro de sus reducidas dimensiones, gracias a la acumulación de elementos mecánicos bajo el pequeño capó delantero.
Ya en 1997 se habían presentado dos prototipos con el objetivo de establecer la dirección que el futuro de los Mini podría tomar. La directiva decidió mantener la producción en Reino Unido y capitalizar el estatus de icono británico de los Mini, que se habían convertido en un accesorio chic en los barrios de moda. Al mismo tiempo, tampoco podían renunciar a la deportividad inherente a la marca y sus décadas de historia.
Sin embargo, a finales de los años 90, Rover y MG estaban en serios aprietos financieros. En 2001, tras la venta de MG y Rover a un fondo de inversión británico, BMW se quedó con los derechos de MINI, que aún se producían con su tamaño y diseño original, tras sucesivas renovaciones y mejoras. El potencial de evolución del pequeño urbano estaba limitado por una escasa seguridad y una producción anacrónica. BMW vió el potencial de MINI como marca con autoridad propia, y comenzó a maquinar su lanzamiento, por todo lo alto. La marca pasó de vender 114.119 unidades en 2002 – primer año completo de venta al público – a vender una cifra récord de 338.466 unidades en 2015.
La gama comenzó con una sola carrocería y pocas opciones mecánicas, los MINI de 3 y 5 puertas. Hoy en día, MINI incluso dispone de un crossover (MINI Countryman), un compacto familiar de gran tamaño (MINI Clubman) y un descapotable (MINI Cabrio), ofreciendo una gama mucho más completa y variada. Del diseño original de Alec Issigonis a Frank Stephenson, y del pequeño urbanita a un MINI que afronta ya su tercera generación, con un sólido diseño conservador, 100% MINI, con nuevas y mayores cotas, así como una mejora en la dotación de tecnología, asistentes a la conducción y mecánicas. MINI ha hecho de la buena dinámica de sus modelos toda una seña de identidad a la que han bautizado como “Go Kart Feeling”.