Estimados lectores, hoy me vais a permitir adoptar no solo un tono más personal por estos lares, sino también más disgustado. ¿Por qué? Porque, al igual que muchos españoles, estoy harto de que se juegue con la libertad de movimiento en coche; estoy harto de que, mientras tu coche, sí, antiguo, pero bien cuidado, es condenado a no poder circular, otros vehículos reciben la etiqueta ECO bajo un criterio absurdo y, fundamentalmente, porque estoy harto de que cada 1 de enero suponga un suplicio para muchísimos ciudadanos que no pueden comprarse un coche nuevo.
El 1 de enero de 2025 tu coche será nuevamente condenado, pero la pantomima de las etiquetas seguirá en vigor
Pero antes de enfrascarme en la tarea de exponer con calma los motivos por los que este sistema me enfada, es necesario hacer un repaso de las etiquetas que existen y los coches que las reciben:
- Etiqueta B: turismos y furgonetas ligeras de gasolina matriculadas desde el 1 de enero de 2001 y diésel a partir de 2006.
- Etiqueta C: turismos y furgonetas ligeras de gasolina matriculadas a partir de enero de 2006 y diésel a partir de septiembre de 2015.
- Etiqueta ECO: híbridos enchufables con autonomía inferior a 40 km en modo eléctrico, híbridos no enchufables (HEV), microhíbridos (MHEV), vehículos propulsados por gas natural y gas (GNC y GNL) o gas licuado del petróleo (GLP). Deben cumplir los criterios de la etiqueta C.
- Etiqueta CERO: eléctricos de batería (BEV) , eléctricos de autonomía extendida (REEV), eléctricos híbridos enchufables (PHEV) con una autonomía de 40 km o vehículos de pila de combustible.
Estos cuatro grupos son los que se salvan de las prohibiciones que se aplicarán el próximo 1 de enero de 2025 y, aunque no todo municipio está obligado a aplicarlas, se llevarán a cabo en ciudades tan importantes como Madrid. ¿Y quiénes sufrirán las consecuencias? Aquellos ciudadanos que tengan en su haber un vehículo sin etiqueta.
Y es que a partir del 1 de enero, estos no podrán circular independientemente de que estén empadronados en la capital o no, indicando la ley, textualmente, que «ninguno de los vehículos sin derecho de acceso puede entrar a la ciudad o cruzar los límites de su término municipal». En otras palabras, no se podrá circular con coche con etiqueta A -clasificación para los coches sin etiqueta- de la M-40 hacia dentro.
- A partir de 1 de enero de 2025 ningún coche sin etiqueta podrá circular por las calles de los 21 distritos ni por la M-30 y sus alrededores.
- Dará igual que el vehículo esté empadronado en Madrid o no.
- La multa por infringir esta ley será de 200 euros.
Las inconsistencias del sistema
Estamos hablando de una medida que rompe con la libertad de movimiento de miles de españoles, además de que se aplica sin un criterio correcto. Y es que el reparto de etiquetas se lleva a cabo indistintamente de las emisiones de CO2 que produzca cada vehículo de combustión, algo que no debemos olvidar que se analiza en cada ITV que se afronta.
Si por ejemplo se tuviese en cuenta las emisiones reales y esta fuese la vara de medir para aplicar las etiquetas y no el año de matriculación, estoy convenciendo de que numerosos coches sin distintivo podrían optar a la B o a la C. Pero no, resulta más rápido e injusto establecer un año de matriculación asociado a una normativa Euro y punto.
Y fijaos si esto es absurdo que un mismo coche con el mismo motor y con las mismas emisiones de CO2 teóricas puede recibir una etiqueta u otra solo por el año de matriculación. Un ejemplo real es el de mi ex-coche, un Volkswagen Golf GTI MK5 matriculado en mayo de 2006 y, por ende, con etiqueta C. Sin embargo, si se hubiese matriculado en 2005 este habría recibido la etiqueta B. ¿Esto en qué deriva? En que, tras afrontar un tedioso proceso burocrático, se puede solicitar la etiqueta C para ese hipotético -pero real- Golf GTI con etiqueta B.
- Dos unidades de un mismo coche, con mismo motor y mismas emisiones teóricas pueden tener etiquetas diferentes.
- Esto se debe a que las etiquetas B y C se reparten por año de matriculación.
- Uno puede pedir que se le adjudique a su coche la etiqueta C.
El problema con las etiquetas ECO y CERO
Pero más absurdo me parece el uso que se le está dando a la etiqueta ECO y a la CERO. La primera es una de las etiquetas más codiciadas porque, sin la necesidad de recurrir a un híbrido enchufable o eléctrico, el portador goza de numerosas ventajas fiscales y, sobre todo, de tranquilidad.
Tal y como se ha descrito unos párrafos más arriba, todo coche que cumpla con las medidas de la etiqueta C y que cuente con un sistema HEV, MHEV, GLP, GNC GNL o que sea un PHEV con una autonomía en modo eléctrico inferiro a los 40 kilómetros reciben este distintivo. ¿El problema? Que el sistema mild-hybrid permite que coches como un Audi RS 6 Avant con un V8 biturbo de 600 CV tenga las mimas ventajas que un Toyota Yaris con su tres cilindros atmosférico de 120 CV.
Lógicamente esto no es culpa de Audi, ya que, hecha la ley, hecha la trampa. Pero desde luego mosquea que resulte tan sencillo que un coche que emite 281 g/km de CO2 frente a los 87 que emite el otro tengan la misma etiqueta sobre el parabrisas. Mientras tanto, tu coche del año 2000, que lo mismo contamina infinitamente menos que muchos vehículos modernos, no podrá pisar, ni por asomo, ciudades como Madrid.
- Gracias al reparto tan despreocupado que se hace de la etiqueta ECO, un Audi RS 6 Avant de 600 CV y un Toyota Yaris de 120 CV tienen las mismas ventajas en España.
- No se tiene en cuenta las emisiones reales que produce cada coche ya que, para la DGT, un sistema MHEV es igual de válido que un HEV.
- Sin embargo, los coches del año 2000 pierden su libre circulación sin que nadie tenga en cuenta las emisiones reales que emiten.
Y ya centrándome en la etiqueta CERO nos encontramos, por una parte, con los eléctricos que, sin profundizar en la contaminación que provoca su construcción y su reciclaje, la reciben con todas las de la ley; pero después está el problema de los PHEV. Estos la obtienen siempre y cuando superen los 40 kilómetros de autonomía en modo eléctrico, pero para ello tienen que pagar un precio: el peso.
Y es que los híbridos enchufables son, por norma general, coches considerablemente más pesados que los de combustión. Esto provoca que el esquema mecánico tenga que hacer un mayor esfuerzo y, por ende, emitir más gases. Pero ese ya no es tanto el problema -al menos no en cuanto a que reciban la etiqueta CERO-, sino que estos gozan de todas las ventajas que les brinda su distintivo medioambiental… ¡idependientemente de si tienen la batería cargada o no!
Esto provoca dos cosas: una es que se está desperdiciando por completo la gran ventaja que brinda un PHEV frente a cualquier otro sistema de hibridación, así como que una batería que pasa mucho tiempo en desuso es más propensa a sufrir problemas, y otra es que se está permitiendo la libre circulación de vehículos que, sin la batería cargada, pueden emitir mucho CO2.
- Los PHEV disfrutan de todas sus ventajas e inmunidad independientemente de que tengan la batería cargada o no.
- Esto provoca que no se esté haciendo uso de una sus claves que sean vehículos que, de igual manera, emiten mucho CO2.
- En su defensa hay que decir que resulta sumamente complicado saber si un PHEV circula con la batería con carga o no o cuándo se le ha acabado la batería.
Una última reflexión
Sea como fuere, y después de esta exposición con la que, no os voy a mentir, me he quedado muy a gusto, está la cruda realidad. Y es que yo, estimados lectores, ni soy ingeniero, ni político ni experto en cuidado del medioambiente, pero sí tengo clara una cosa: el sistema que se está llevando a cabo tiene muchas lagunas y es injusto.
Es injusto para esa persona que vive a las afueras de una gran ciudad y tiene que acceder a las ZBE diariamente; es injusto para esa persona que tiene un coche de más de 20 años cuidado como el primer día y que emite el mismo CO2 que un mechero pero nadie lo tiene en cuenta y es injusto para quien, sin comerlo ni beberlo, va a tener que invertir cientos de horas en un transporte público para realizar un trabajo que lo mismo no le genera lo suficiente para «salvar el planeta».