A principios de 1906 Rolls – Royce era una marca que apenas había fabricado unas decenas de coches y trataba de abrirse hueco en la nueva industria del automóvil. Cuando en 1925 el Silver Ghost fue sustituído por el Phantom la marca exhibía el calificativo de «mejor coche del mundo», la suavidad y silencio de funcionamiento de sus vehículos eran su estandarte y personajes famosos de todo el mundo se contaban entre sus propietarios. Todo cambió cuando en noviembre de 1906 Rolls – Royce presentó en el Olympia Motor Show de Londres su 40/50 HP, un coche que, gracias al perfeccionismo de Henry Royce y el ingenio de Claude Johnson, construyó la identidad y reputación de la marca con un nombre que suena a criatura legendaria: Silver Ghost
La automoción en 1906 era tan diferente que cuesta creer que haya existido. En enero en la playa de Ormond (Maine, EEUU) Fred Marriott consiguió superar por primera vez la barrera de los 200 km/h en coche a bordo de un Stanley Rocket con forma de proyectíl en cuyo interior latía un motor a vapor. Los coches eléctricos eran un popular transporte urbano, sobre todo entre las mujeres, y el Ford T ni siquiera existía aún. El automóvil era un excéntrico juguete para ricos tan poco fiable que apenas podía tomarse en serio como medio de transporte. Desde su fundación en 1904 Rolls – Royce había vendido unas decenas de coches derivados de Decauville y con apreciable calidad pero no era nada en el mercado del lujo frente a los más de 700 Mercedes Simplex que Daimler había entregado a unos desorbitados 7500 dólares (unos 200 000 euros actuales).
El fantasma de plata
En noviembre de ese año Rolls – Royce presentó en el Olympia Motor Show su 40/50 HP. El modelo era el primer coche completamente nuevo creado por la marca, con un motor de 6 cilindros y 7 litros conectado a una caja de cambios de 3 marchas concebidos para minimizar las vibraciones, y por tanto el ruido y las averías que éstas transmitían a todos los componentes del coche. Por eso además de una unidad carrozada por Barker se presentó un chásis desnudo en el que se pudiese observar su cuidado ensamblaje junto con un cartel que decía «El silencioso y completamente británico Rolls – Royce de 6 cilindros«.
Sin embargo las primeras ventas no llegaron hasta la primavera de 1907 y para entonces el 40/50 necesitaba algo más que unas buenas aptitudes, necesitaba una buena promoción. Y para eso estaba Claude Johnson.
Al igual que había hecho en 1906 con su 30 HP, Rolls – Royce presentaría su nuevo coche a una dura prueba, el Scottish Reliability Trial. Se trataba de un recorrido de 1200 km por las carreteras de Escocia supervisado por el RAC en el que coches de diversas marcas se enfrentaban con un sistema de puntuación que penalizaba cualquier parada que no fuese derivada del tráfico, los pinchazos o la organización, es decir, cualquier parada por avería. Para la prueba Johnson reservó el decimosegundo chásis producido, el 60551 y encargó a Barker un traje especial: una carrocería en aluminio pulido que brillaba como la armadura de plata de un personaje artúrico. Cuando estuvo listo recibió una matrícula, AX201, y marchó hacia las tierras escocesas con una denominación que hoy es ya historia: Silver Ghost, el fantasma de plata.
Un Rolls – Royce nunca se rompe
El AX201 (hoy propiedad de Bentley Motors) no es sólo el coche que originalmente recibió la denominación «Silver Ghost» (aplicada más tarde a todos los 40/50 HP anteriores a 1925), sino que buena parte de la reputación de fiabilidad de los Rolls – Royce se cimienta en las pruebas a las que fue sometido entre primavera y verano de 1907, completando más de 24 000 km sin averías. Los pilotos de la marca inspeccionaron con él las carreteras del Scottish Trial antes de la prueba haciendo 3200 km y sumando apenas 98 minutos de paradas técnicas.
Cuando llegó la prueba, a finales de junio, el coche completó los 1200 km con una única parada involuntaria, cuando el tapón de la gasolina mal cerrado se abrió por los baches de la carretera. Siendo sólo el tercero más potente de los 7 de su categoría ganó la prueba con holgura, pero para Claude Johnson no era bastante, y de vuelta de Glasgow se propuso hacer un test supervisado por el RAC sobre unos 8000 km (5000 millas). El coche respondió tan bien que entonces se plantearon batir el récord de distancia recorrida sin averías, que en aquel momento se encontraba en 11 400 km (7039 millas). La distancia del reto se amplió hasta las 15 000 millas (24140 km), que se alcanzaron el 8 de agosto habiendo recorrido 27 veces el trayecto Londres – Edimburgo. Durante el test el Silver Ghost no sufrió más paradas que las derivadas del repostaje, mantenimiento de fluídos y cambios de neumáticos, habiendo circulado la mayor parte del tiempo en la última velocidad y, por tanto, evitando cambios. En una época en la que un conductor recorría apenas 4000 km al año Claude Johnson hizo al 40/50 HP plateado recorrer 24000 km en tres meses sin un fallo mecánico. En menos de un año el «Silver Ghost» había cambiado la historia de la marca.
El silencio y las revoluciones
Siempre que en Diariomotor probamos un moderno Rolls – Royce os insistimos el impactante silencio con el que funciona… y esto es algo que los actuales Ghost o Dawn también heredan del Silver Ghost.
Cuando la revista Autocar probó el 40/50 HP en 1907 lo describió en una de las frases célebres en torno a la marca: «El rodar de este coche a baja velocidad es la cosa más suave que hemos probado, y en cuanto al silencio, el motor debajo del capó bien podría ser una máquina de coser«. A principios del siglo XX el silencio de funcionamiento y la ausencia de vibraciones eran cualidades poco frecuentes incluso entre los coches más lujosos, y a partir de ellas Rolls – Royce construyó una reputación. Autocar lo calificaría, sin muchos rodeos como «El mejor coche del mundo«, creando un eslogan que es usado por la marca aún hoy. Pero detrás había mucha técnica y esa suavidad de funcionamiento era también una derivada de la gran elasticidad del motor que evitaba cambios de marcha, una maniobra difícil en la época. En septiembre de 1911 el 40/50 HP con chásis 1701 iba a responder al reto de Napier de viajar desde Londres a Edimburgo y volver usando sólo la marcha más larga. El coche lo consiguió con un consumo de 11 l/100 km por 14 del Napier, y una velocidad máxima en la misma marcha de 125 km/h por 122 del coche francés.
Pero la elasticidad no lo era todo en una época en la que muchas carreteras eran aún agrestes y empinados caminos en los que el Silver Ghost también conoció el fracaso. En 1912 el equipo de fábrica se presentó con varios coches al “Alpine Trial”, un test en el que coches de diversas marcas hacían un difícil recorrido por los puertos de los Alpes. Una primera velocidad demasiado larga penalizó al coche que tuvo que retirarse al no ser capaz de subir las rampas más duras. En 1913 Rolls – Royce volvió al “Alpine trial” con un Silver Ghost equipado con caja de cuatro velocidades y algunas modificaciones en su sistema de refrigeración para vencer en la prueba dominando en todas sus etapas y aumentar un poco más su reputación de rutero infalible.
La resistencia, eficiencia y capacidad del Silver Ghost en todos los terrenos tuvieron un último test que ha pasado a formar parte de la historia de la marca y el automóvil: la guerra. Al inicio de la Primera Guerra Mundial los chásis existentes de 40/50 HP se destinaron a la producción de blindados ligeros para el ejército británico.
De los 120 construídos unos pocos acabaron en Oriente Medio protagonizando junto a T. E. Lawrence entre 1916 y 1918 la revolución árabe que David Lean inmortalizó en su película «Lawrence de Arabia». Los Rolls – Royce fueron piezas clave en las operaciones llevadas a cabo por Lawrence en la revolución árabe, y en su libro «Los siete pilares de la sabiduría» adquirieron el papel de secundarios de lujo. “En el desierto un Rolls vale más que los rubíes”, decía Lawrence, refiriéndose a la fiabilidad infinita de aquellos coche, a menudo por encima de la resistencia de los hombres. Al relatar un dificil paso por una zona de dunas y rocas dejaba una frase lapidaria: “Sabíamos que era casi imposible romper un Rolls – Royce así que estábamos más preocupados por los conductores”.
El coche que inventó una marca
En 1925 el nuevo 40/50 HP, el Phantom, llegó al mercado jubilando al Silver Ghost. Se habían producido 7876 de los cuales 1703 salieron de la planta que la marca construyó en Springfield (Massachusetts), siendo con el Phantom I el único Rolls – Royce que se ha producido fuera de Inglaterra y el único fabricado en tres plantas diferentes (Cooke Street, Derby y Springfield). Con él la marca se ganó todos los adjetivos que le han acompañado en la historia, una fiabilidad de leyenda, un silencio inigualable y un rendimiento por encima de la media. En 1911 el Silver Ghost añadió como opción y más tarde de serie la figura que se ha convertido en el símbolo más reconocible de la marca, el «Espíritu del éxtasis» de Charles Sykes. Un Silver Ghost, el del Marqués de Salamanca, ganó el primer Gran Premio de la historia, el de Madrid en 1913.
Desde Lenin a Kipling pasando por los mahrajás de India, monarcas y políticos quisieron tener un coche que no sólo era un símbolo del lujo: era el mejor medio de transporte terrestre posible. Por eso a pesar de que el lujo suntuoso haya ido ganando la partida con las décadas, en cada Rolls – Royce todavía queda la obsesión por una excelencia técnica que haga de los coches máquinas perfectas para viajar, coches perfectos. Y ese ADN del Silver Ghost es tan fuerte que a sus 110 años va a ser una de las inspiraciones para el esperado Cullinan.
*Parte de las fotos que ilustran este artículo están tomadas en la Colección Miguel de la Vía – Torre Loizaga, donde se conservan 11 unidades de Silver Ghost de entre 1910 y 1925
En Diariomotor: Rolls – Royce Ghost Series II: «El día en que fui Rudyard Kipling» | Rolls – Royce Dawn, el cielo como único techo
Fotos: Rolls Royce | Diariomotor
Fuentes: Rolls Royce | AX201.com | RRAB.com | The Kelvin Car