¿Os imagináis una industria del motor en la que no estuviera BMW? ¿O la historia de los deportivos sin la presencia de marcas como Porsche y Lamborghini? ¿Qué habría sido del segmento del lujo puro sin Bentley? No tenemos respuestas para estas preguntas aunque, en el pasado estuvieron a punto de ser resueltas. Afortunadamente, estas marcas fueron lo suficientemente inteligentes para comprender qué necesitaban los clientes… y dárselo. Estos 4 modelos salvaron a sus marcas de la bancarrota y de desaparecer.
Bentley Continental GT
Antes de 2003, Bentley vendía unas 1.000 unidades al año. ¿Qué pasó entonces? Volkswagen compró la marca británica para evitar que desapareciera y dieron forma al Bentley Continental GT. Aquel modelo con elegante aspecto de coupé estaba impulsado por un W12 de 6.0 litros biturbo y fue todo un éxito: antes de su lanzamiento registraron 3.000 reservas y sólo en su primer año de vida logró que Bentley aumentase sus ventas anuales a casi 7.000 unidades.
BMW 700
Hace mucho tiempo, BMW era un fabricante bastante común que, a finales de los años cincuenta, luchaba por mantenerse a flota de la mano de modelos como el 501, 503 o el 507 cuyas ventas eran mínimas.
Todo cambio en 1959 cuando, en el Salón del Automóvil de Frankfurt, BMW presentó el BMW 700. Aquel modelo carecía de la parrilla que se había convertido en marca de la casa, era un coche cómodo en todos los sentidos y estaba impulsado por motor de dos cilindros, que entregaba una potencia de 30 CV a 5.000 rpm. Su velocidad máxima era de 125 km/h y consumía 6 litros/100 km.
Un año después de su presentación, BMW había puesto en las carreteras 35.000 unidades que representaban el 58% de sus ingresos: cinco años después llegaron a los 190.000 ejemplares y la marca respiró aliviada. Sin el BMW 700, la marca bávara no existiría hoy.
Lamborghini Gallardo
Antes de formar parte del Grupo Volkswagen, Lamborghini era una empresa que siempre tenía problemas: tras nueve años al frente, Ferruccio Lamborghini vendió la mayor parte de la empresa y, desde 1972, seis propietarios diferentes intentaron (sin éxito) convertirla en una marca rentable. No en vano, en 1997 sus ventas eran las más bajas de las últimas tres décadas.
La llegada del Grupo Volkswagen no supuso un cambio inmediato en este deambular. Primero introdujeron un nuevo modelo insignia: el Lamborghini Murciélago. Los alemanes sabían que no era un modelo de acceso y que, evidentemente, no iba a ser una gran fuente de ingresos.
Ese papel estaba reservado para el Lamborghini Gallardo, un deportivo más pequeño, más asequible y con un V10 en sus entrañas. En su primer año vendieron 900 unidades, una cifra que supuso todo un récord para la marca: en sus diez años de producción pusieron en las calles 14.022 unidades. Una cifra que, en aquel momento, superaba las ventas de todos los modelos que lo habían precedido.
Porsche Boxster
Hoy en día, Porsche es la marca más rentable del Grupo Volkswagen: en los años noventa, sin embargo, estaba tocada y casi hundida. Muchos creen que el Porsche Cayenne fue el salvador del fabricante de Stuttgart, pero nunca podrían haberlo construido sin el Porsche Boxster.
Los modelos de acceso a la marca (como el Porsche 944) no reportaban grandes cifras de ventas y el icónico Porsche 911 se comercializaba a cuentagotas. Tan grave era la situación que, para mantenerse con vida, Porsche construyó vehículos de alto rendimiento para otras marcas como Audi (Audi RS2 Avant) y Mercedes (Mercedes-Benz 500E).
Porsche necesitaba una solución y la necesitaba rápido: llegó de la mano del Porsche Boxster. Presentaron un ‘roadster’ asequible que compartía muchas piezas con el 911 y ofrecía todo lo que se espera de un modelo de la marca: gran desempeño, buen manejo y calidad de construcción. Los alemanes, además, mejoraron la línea de producción para reducir el coste de sus operaciones. Todas estas mejoras ahorraron mucho dinero a Porsche… que fue invertido en el desarrollo del exitoso Porsche Cayenne.