La Dirección General de Tráfico retomaba este año la tarea de instalar nuevos radares de velocidad, cumpliendo también con uno de sus objetivos, el de aumentar la vigilancia y la protección en vías secundarias. De hecho, casi la totalidad de los radares que se han ido instalando este año se han situado en carreteras convencionales, que son las que presentan unas tasas de siniestralidad más altas. A lo largo de este año la DGT ha anunciado que se instalarán 78 nuevos radares. Y estos días precisamente confirmaba una noticia que ya habíamos conocido este verano, que estos 78 radares habían permanecido durante años guardados en un almacén.
78 radares de la DGT guardados en un almacén
El propio Pere Navarro reconocía en una entrevista a El Diario que se habían «encontrado con 78 radares comprados desde hacía tiempo y en un almacén», enlazando con su crítica a la anterior dirección, recordando sus errores, aunque sin ser especialmente hiriente con una administración que tuvo varios Directores Generales de Tráfico, con una dimisión precipitada por un presunto caso de corrupción cuya causa sería finalmente archivada. Hablamos de dispositivos que, en el caso de los radares de tramo, pueden alcanzar un coste de 500.000 euros, con un coste total que según adelantaron algunos medios se situaría en los 11,5 millones de euros.
La conclusión del actual Director General de Tráfico, Pere Navarro, es que «hubo miedo a arriesgar, al que dirán, y en estas áreas hay que arriesgar».
Como os decíamos, Tráfico pretende instalar estos 78 radares en las carreteras españolas este mismo año. Solo en julio se llegaron a instalar 79 radares fijos. Y de todos los que se instalarán este año habrá 15 nuevos radares de tramo que, como medios fijos, se unen al resto de medios móviles con los que cuenta la DGT, incluidos los radares de Pegasus.
De los radares en un almacén, a los radares falsos
Por otro lado, en las últimas semanas Pere Navarro también reconoció la existencia de radares fijos falsos, explicando su razón de ser, y confirmando una noticia que ya era conocida entre los conductores. Pere Navarro aseguraba que existen radares falsos, cajas vacías, que no disponen del instrumental necesario para multar, es decir, de cámaras y cinemómetros. El Director de Tráfico reconocía también que «con solo el cartel de aviso de radar surte efecto» y el conductor aminora la velocidad. También constató que alrededor de una tercera parte de los radares fijos que están señalizados como tales y que figuran en la base de datos de Tráfico son falsos, aunque el conductor no puede confiarse, y saber exactamente qué radares son falsos, y cuáles no lo son, porque Tráfico también rota periódicamente – no mencionó periodicidad – los lugares en los que se sitúan cajas vacías.
En cualquier caso, de esta entrevista resulta interesante el debate que, leyendo entre líneas, deja caer Pere Navarro. El «miedo a arriesgar» del que habla Pere Navarro no es otra cosa que un reflejo de la dependencia política de una institución tan importante como es la DGT. Y de cómo los objetivos de la DGT y su hoja de ruta están fluctuando constantemente, y paralelamente a los cambios de Gobierno. Una situación indeseable que puede provocar que las medidas que se toman en materia de seguridad vial se frenen, se alteren, e incluso que se arroje por la borda el trabajo realizado en materias que puedan demostrar haber resultado efectivas.
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