No es ninguna novedad que las diferentes instituciones gubernamentales y las propias marcas buscan poner fin a la contaminación por parte del sector automovilístico, movimiento del cual nacen dispositivos como los «supercatalizadores». Pero, ¿qué diantres es? Se trata de un sistema anticontaminación que, de entrar en vigor la normativa Euro 7 en 2025 como está previsto, sería imprescindible en las pruebas de homologación en busca reducir a cero las emisiones de CO2 y finiquitar paulatinamente no solo a los vehículos de combustión, sino también a los coches asequibles debido a un alto requerimiento tecnológico para abordar este nuevo sistema.
Y es que los niveles de emisiones para cumplir con la Euro 7 son difíciles de alcanzar para los fabricantes. De esta manera, la supervivencia del coche de combustión interna pende de un hilo, y no resultará sencillo para ninguna marca mantenerlos a flote teniendo en cuenta el desolador panorama que se avecina para ellos en los próximos doce años.
Los supercatalizadores, los encargados de degollar al coche barato
Pero la situación llega más lejos al anunciar que las medidas anticontaminación se ven arropadas por la prohibición de venta de vehículos de combustión, situación que se materializará en 2035. Ante ello, CLOVE -Consortium for Ultra Low Vehicle Emissions- propone no un «mero» control de emisiones de CO2, sino un profundo análisis de emisiones de nitrógeno, monóxido de carbono, partículas en suspensión, así como por primera vez el control de emisiones de metano dióxido de nitrógeno y amoniaco.
Además, CLOVE quiere llevar a cabo estos exámenes por medio de una revisión del ciclo RDE, o lo que es lo mismo, que los coches deben cumplir la homologación en circunstancias de conducción reales. Y es que de esta manera se asegura un control en contextos desfavorables para el automóvil, tales como aceleraciones fuertes, conducciones agresivas, arranques en frío o el remolque de un caravana, por ejemplo.
Para poder realizar la homologación con este planteamiento tan exhaustivo se requiere de un «supercatalizador» tal y como indican los ingenieros. Se trata de un dispositivo anticontaminación conformado por un filtro de partículas de dos litros, un catalizador de amoniaco y dos catalizadores de tres vías de un litro de capacidad. Además, en el caso de los coches diésel sería necesario añadir el sistema SCR de AdBlue.
Por si no fuera suficiente, también se incluiría un sistema de diagnóstico de abordo para medir y analizar de manera telemática y a tiempo real que el vehículo cumple con los límites de emisiones para los que ha sido homologado. Aunque la propuesta aún no se ha materializado en una norma europea, ACEA advierte que estamos ante una sentencia de muerte para el coche de combustión, y así se ha visto tras la entrada en vigor de la norma que prohibirá su venta en 2035.
Entre la espada y la pared
Y es que aunque no se indique explícitamente en la propuesta de CLOVE que se quiere guillotinar a los coches de combustión, se puede leer entre líneas su verdadera intención. Tal y como indica ACEA, la normativa de homologación por medio de «supercatlizadores» será tan restrictiva que los pocos coches de combustión que sobrevivan tendrán un alto precio.
Y es que para superarla ya no valdrá la micro-hibridación o un sistema híbrido al uso, sino un avance técnico mucho más costoso que elevaría el precio de cualquier coche que osase utilizar un motor de combustión a solas. De esta manera, el coche barato de gasolina desaparecería o sería relegado a un exclusivo grupo de pudientes renegados que quisieran seguir apostando por este tipo de mecánicas.
Antes esta factible situación, los fabricantes de automóviles no tendrían más remedio que ceder ante el coche eléctrico de manera mucho más apresurada de la que se espera, con el año 2035 como punto y final. El uso de plataformas modulares y mismas baterías de la mano de una mayor infraestructura de carga permitiría a las marcas encontrar una opción mucho más asequible frente a los cada vez más costosos vehículos de combustión, los cuales requerirían de una tecnología capaz de eludir -o más bien superar- las pruebas anticontaminación.