Estados Unidos construyó su propio Ferrari. Ocurrió en los años sesenta cuando la industria automotriz que está al otro lado del charco miraba con cierta envidia a los deportivos europeos. Fue efímero como otras tantas tiradas limitadas que rápidamente se desvanecieron en el olvido, pero existió y. aún hoy, se conservan más de medio centenar de unidades. Esta es la historia del Apollo GT.
Milt Brown, Ron Plescia y Ned Davis eran tres amigos veinteañeros que, en la flor de la juventud, decidieron que querían fabricar un deportivo en el que se aunaran las cualidades de Buick (músculo y fiabilidad) con el estilo que emanaban firmas europeas como Ferrari o Maserati. Para ello crearon su propia marca de coches: uno de sus inversores les sugirió arrancar con un modelo de acceso, pero Milt Brown no le hizo caso.
El Ferrari de EEUU
Tras recorrer las fábricas italianas de vehículos en su luna de miel decidió que haría el Ferrari de Estados Unidos. Quizás, por eso, el Apollo GT tiene un gran parecido con los modelos que en aquella época se fabricaban en Maranello.
Milt era ingeniero y había trabajado brevemente como dibujante y piloto de pruebas para el fabricante Emeryson. Esto le llevó a encargarse del diseño de una carrocería que, eso sí, se construyó en Italia. Contrataron, para ello, a Intermeccanica: una pequeña empresa de Turín que subcontrató los servicios de un carrocero y este, a su vez, repartió el trabajo entre varios artesanos individuales.
Un motor patrio
Eligieron una mecánica que conocían bien. Un V8 de aluminio firmado por Buick que desarrollaba algo más de 225 CV: su pareja de baile fue transmisión Borg Warner T-10 de cuatro velocidades. El Apollo GT ofrecía, así, un estilo europeo con la facilidad de mantenimiento de un sistema de propulsión estadounidense. Era similar a la fórmula utilizada en el Shelby Cobra y en algunos coches fabricados en Europa como el Monteverdi High Speed 375S y el Bizzarrini Strada.
Posteriormente, esta configuración motriz recibiría otro V8, también de Buick, que incrementaba su potencia hasta los 250 CV.
El éxito del Apollo GT
Sí, el Apollo GT fue un éxito: tuvo una gran acogida por parte del público y de la prensa. Incluso el concesionario Phill Hall Buick de Hollywood les hizo un pedido de 25 ejemplares con el que cubrirían la producción de todo un año: las líneas del Ferrari estadounidense tenían una limitada capacidad y sólo fabricaban dos unidades al mes.
El problema, entre comillas, es que el número de pedidos se disparó y no estaban preparados para ello. Al menos, económicamente porque Milt Brown y compañía no eran capaces de hacer frente a los costes de la producción ni a otros gastos como el almacenamiento de piezas y componentes.
55 supervivientes
Empezaron vendiendo el Apollo GT por 6.500 dólares (7.400 en el caso del descapotable): una cifra que en aquel momento ya era elevada, pero insuficiente para que el coche fuera rentable. Decidieron, entonces, incrementar el precio hasta los 9.000 dólares aunque ya era demasiado tarde para una empresa que estaba en números rojos debido a una deuda de cientos de miles de dólares. Si a esto le sumamos la falta de financiación, el resultado final fue la bancarrota en 1965. Posteriormente intentaron recuperarla y un abogado de Los Ángeles lo logró durante un año, pero terminó desapareciendo definitivamente.
No obstante, fabricaron un par de prototipos con carrocería de aluminio (un biplaza y un 2+2) y la producción total fue de 88 unidades, mayoritariamente coupés, y todo apunta a que 55 han conseguido sobrevivir hasta hoy.
Imágenes: YouTube – Jay Leno’s Garage