Los GAP italianos eran los llamados Gruppi di Azione Patriottica, un movimiento de resistencia que luchaba contra los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo el mismo espíritu patriota y clandestino, los nuevos GAP italianos han nacido con el objetivo de arreglar los fallos del Estado y la burocracia italianos. Concretamente cuando se trata de arreglar aceras, carreteras y otros bienes públicos. Este grupo de «indignados» arregla de forma clandestina los más de 10.000 baches y socavones peligrosos que asolan las maltratadas calles de Roma, la capital de Italia.
Estos nuevos GAP no son un grupo de resistencia antifascista, pero en cierto modo son una asociación ilegal. Su acrónimo quiere decir Gruppi Artigiani Pronto Intervento, algo que podría traducirse como «grupo de artesanos de rápida intervención». Por el momento, según reporta el periódico The Guardian, los GAP son apenas un puñado de «indignados», que se reúnen cada mañana para tratar de arreglar las destrozadas calles de Roma. Compran materiales de construcción, y trabajan al amparo de la nocturnidad. Curiosamente, la actividad que llevan a cabo es ilegal, aunque realmente sean ciudadanos ejemplares.
Muchos ciudadanos romanos se juegan cada día la vida cuando circulan en moto, y no solo por el tráfico caótico: un socavón puede llevar al suelo a una scooter de ruedas pequeñas con facilidad. Los mismos socavones dañan las ruedas y los elementos del tren de rodaje de los coches. Los GAP están hartos de que la maquinaria burocrática tarde más de la cuenta en reparar estos socavones, o directamente no lo haga. Al igual que ocurre en España, se quejan de que el estado de las calles y las carreteras ha empeorado de forma considerable desde la crisis, pese a haber sido superada a nivel macroeconómico.
Así que se han tomado la «justicia» por su mano. Con técnicas profesionales y materiales de calidad, van poco a poco reparando las maltrechas calles de Roma. Sin embargo, se arriesgan a sanciones si son avistados por la policía, porque reparar las calles sin autorización oficial es realmente un acto ilegal. Cuando terminan su trabajo, pintan un destornillador y un martillo sobre su obra y desaparecen. En otras ocasiones, plantan sus siglas sobre el pavimento o el cemento, instando a otros ciudadanos a unirse para llegar allí donde el sector público falla a sus ciudadanos. Pienso que son auténticos héroes.
Estos grupos de arregla-calles podrían pronto expandirse a otras ciudades italianas. Al fin y al cabo, sólo quieren mejorar su calidad de vida y las maltrechas calles de su ciudad. Deberíamos tomar ejemplo en España, donde la Asociación Española de la Carretera alerta cada año del progresivo deterioro de nuestra red vial, ante la impasividad del sector público.