100 empleados de todas las divisiones de Audi se reúnen en 20 equipos, durante 48 horas, para desarrollar en ese tiempo un prototipo funcional de un software que resuelva un problema. Prototipos que van desde una aplicación que lista el equipamiento de un coche únicamente contemplando una foto, hasta sistemas de inteligencia artificial que pueden detectar daños en las llantas de un coches imperceptibles a simple vista, o por una súbita pérdida de presión del neumático. Simultáneamente, Mercedes-Benz (Daimler) celebra en Stuttgart un congreso en el que se presentan las últimas novedades de los miembros de Startup Autobahn, la plataforma de innovación de startups sobre servicios de movilidad de la que fueron cofundadores en 2016, y en la que sus rivales Porsche también están presentes. En 2015, BMW fundaba en Múnich el BMW Startup Garage. ¿Qué está sucediendo? ¿En qué se está convirtiendo la industria del automóvil?
La razón por la cual Audi quiere ser Apple no es la que te imaginas. He escogido este titular, que si bien es cierto anima al clic, asumiendo el riesgo de que pueda no ser interpretado correctamente. El gran reto a largo plazo para un fabricante ya no está en crear un producto muy atractivo para el cliente, en replicar las largas colas que vemos en las Apple Store cuando se presenta un nuevo iPhone, o un iPad, con su equivalente en la industria del automóvil, que es un aluvión de reservas y visitas a los concesionarios.
Los coches más importantes del último siglo se erigieron como tales consiguiendo dar una respuesta eficaz, y económica, a las necesidades de sus clientes. Las cadenas de montaje consiguieron que los propios operarios pudieran, por primera vez, acceder a un coche. Los coches más robustos, simples y económicos por su consumo, y su mantenimiento, triunfaron en la Europa de la recuperación tras la Segunda Gran Guerra para que, décadas más tarde, los utilitarios y compactos se convirtieran en el medio de transporte de una sociedad eminentemente urbanita. ¿Cuál será la próxima gran tecnología disruptiva que transformará por completo la industria del automóvil?
En un momento como este, de problemas medioambientales, de restricciones al tráfico, y en el que varias de las principales potencias económicas del mundo ya han puesto fecha de caducidad a los motores de combustión interna, pensar en el coche eléctrico como la gran disrupción tiene sentido. Y seamos conscientes de ello, el futuro de la industria del automóvil solo se entenderá bajo el coche eléctrico. No hay más.
También lo tiene pensar en la próxima gran disrupción con el advenimiento del coche autónomo. Y de nuevo tiene sentido. ¿Alguien se imagina una tecnología que pueda transformar más la forma en que entendemos al automóvil que conseguir que este pueda desplazarse sin un conductor?
Los fabricantes de automóviles han dejado de referirse a ellos mismos como tales. Ahora se presentan como proveedores de movilidad. Y aunque todas estas tendencias vengan acompañadas de grandes transformaciones para la industria del automóvil, de nuevo tenemos que mirar más allá, ¿por qué ha de transformarse un fabricante de coches en una empresa tecnológica?
Aunque desde la visión de un urbanita es fácil imaginar un panorama en el que desaparezca el concepto de automóvil como una propiedad privada, hay datos suficientes para descartar esa posibilidad. Todo apunta a que la gente seguirá comprando coches, y cada vez más. Las economías emergentes – sobre todo – tendrán la culpa de ello. Pero aún así, el negocio principal de muchas marcas, consideradas hasta ahora como fabricantes de coches, podría dejar de ser precisamente el de desarrollar, fabricar, y vender coches.
Algunos estudios pronostican que los servicios de movilidad, la conectividad, y otros modelos de negocio diferentes a los tradicionales de la industria del automóvil, podrían representar un alto porcentaje de los beneficios de estas marcas a lo largo de la próxima década.
Hablamos de nuevos modelos de negocio, en los que el nuevo Tesla, o el próximo Uber, se podría estar gestando en la conversación que están teniendo unos chavales que se sientan en frente de ti, en un Starbucks, mientras lees este artículo. Para protagonizar una disrupción en el sector del automóvil ya no es necesario ni tan siquiera fabricar coches, o al menos producirlos como hasta ahora entendíamos que se debía hacer.
Y evidentemente, los fabricantes de coches no quieren quedarse fuera de esa carrera. A diario conocemos nuevas inversiones millonarias de marcas de automóviles en pequeñas empresas, que trabajan en una nueva tecnología aplicable de alguna forma a un coche, y sobre todo en servicios de movilidad. Según CB Insights, la inversión en start-ups relacionadas con la industria del automóvil superó los 1.000 millones de dólares por primera vez en 2016, prácticamente duplicando la inversión total que se realizó en el año anterior, en 2015 (Forbes).
Pero el gran problema al que se enfrenta la industria del automóvil no es otro que la rapidez de los cambios que se avecinan. En el ciclo vital de un automóvil, en el tiempo que pasa desde que este llega a los concesionarios, hasta que es sustituido por una generación de productos nuevos, miles de empresas han podido triunfar ofreciendo un servicio novedoso, e imponiendo un nuevo modelo de negocio, y han podido desaparecer.
En ese tiempo, en el ciclo vital de un automóvil, los productos de aquella empresa que durante todos los años de un lustro estuvo acercándose a vender 500 millones de teléfonos móviles al año dejaron incluso de estar en las estanterías de los comercios. Aquella empresa que fabricaba móviles potentes – para su época – y robustos, acabó diversificándose de forma que uno de sus modelos de negocio más prometedores a día de hoy tiene que ver, y mucho, con la industria del automóvil.
El socio de una consultora encargaba a su equipo una investigación acerca de las start-ups relacionadas con el mundo del automóvil que mayor valor podían generar a la industria y a sus clientes, que estaban desarrollando tecnologías de alguna forma disruptivas. Cuando comenzaron su trabajo identificaron un total de 500 start-ups. Meses más tarde, con el estudio finalizado, habían identificado un total de 1.700 start-ups, todas ellas con una visión disruptiva para el sector.
El reto de las empresas de automóviles, por lo tanto, va mucho más allá del modelo de negocio que hasta ahora habían practicado. El reto de los fabricantes de automóviles pasa por explorar nuevos modelos de negocio y, sobre todo, tener una capacidad de adaptación muy superior a la que hasta ahora se prodigaba en la industria del automóvil.
El nacimiento de nuevas start-ups, la llegada de nuevos modelos de negocio, y la inversión de los fabricantes de automóviles en ellos, no se va a detener, sino todo lo contrario.
El futuro de la industria del automóvil pasa también por las sinergias entre fabricantes. Ya no solo hablamos de acuerdos estratégicos para compartir plataformas, o tecnologías puntuales. Tampoco hablamos de la congregación cada vez mayor de marcas en grandes grupos automovilísticos. Hablamos de un sector en el que la llegada del coche autónomo, y el coche conectado, exigirá que coches de decenas de marcas diferentes se entiendan entre sí.
Es razonable pensar que en el proceso se producirán acuerdos puntuales que hasta hace poco nos hubieran parecido anti-natura. Aquel fabricante de teléfonos móviles – que efectivamente era Nokia – acabó diversificándose y apostando por negocios como el geoposicionamiento y la cartografía, naciendo HERE. A día de hoy, HERE es una de las empresas más prometedoras en un ámbito tan importante como la digitalización de calles y carreteras, una digitalización que tendrá que gozar de un nivel de detalle tan elevado como para garantizar que un coche pueda desplazarse sin conductor. Tras haber leído este artículo es probable que no te sorprenda que HERE consiguió que Audi, BMW y Mercedes-Benz se unieran para adquirirla a finales de 2015.
Dicho lo cual, no es que Audi, BMW, Mercedes-Benz, o cualquier otro fabricante, no necesariamente premium, aspiren a ser Apple. La certeza que tenemos a día de hoy es que casi todos los fabricantes de automóviles, a su manera, ya han empezado a transformarse en una empresa tecnológica. Y en un futuro muy próximo esa transformación será, incluso, más evidente.