Corría el año 1977 cuando fue incluido en el Libro Guinness de los Récords como el vehículo más poderoso del mundo y esto fue razón suficiente para convertirse en un fijo de las publicaciones del mundo del motor. No hablamos de uno de los modelos de las habituales marcas de deportivos, sino de una creación apodada como ‘La Bestia’… que nada tiene que ver con el coche oficial del presidente de Estados Unidos.
La otra Bestia nació, en los años setenta, en Reino Unido. Debe su nombre al motor que se esconde bajo ese particular capó: un Rolls-Royce Merlin V12 de 27 litros. Una mecánica que es famosa gracias al mundo de la aviación: sí, era la que llevaban los cazas Superman Spitfire y Hawker Hurricane que derrotaron a la Luftwaffe en la Batalla de Gran Bretaña de 1940. Lógico que fuera capaz de derrotar a los modelos de Ferrari y Lamborghini de la época: en 1973, el RAC confirmó que su velocidad máxima era de 295 km/h.
¿Cuál es su historia? A mediados de los años sesenta, Paul Jameson, su creador, instaló un motor Rolls-Royce Meteor V12 para tanques en un chasis personalizado. En esa ecuación faltaba un elemento: una caja de cambios capaz de enviar 750 CV de potencia y 1030 Nm de par máximo al eje trasero: para ello, se puso en contacto con John Dodd, especialista en transmisiones automáticas. Fue él quien terminó comprando el vehículo para terminarlo él mismo.
Recibió una enorme carrocería de fibra de vidrio (el coche medía 5,9 metros y pesaba dos toneladas) fabricada por Fiber Glass Repairs y lo pintó de rojo: la guinda del pastel llegó con la parrilla y el emblema de Rolls-Royce. Sin embargo, cuando regresaba de Suecia, ‘La Bestia’ se incendió y John Dodd tuvo que reconstruirlo casi por completo: sustituyó el motor por un Merlin V12 de 27 litros, también de Rolls-Royce… y volvió a colocar la parrilla de la marca británica.
La demanda de Rolls-Royce
Esta decisión no sentó demasiado bien a Rolls-Royce, que decidieron demandarle. Esto dio paso a un mediático proceso judicial que dejó imágenes tan caricaturescas como La Bestia llegando a los tribunales de Londres o a su dueño apareciendo en un caballo blanco. La marca británica ganó el caso y John Dodd puso rumbo a España: su creación se unió a él unos años más tarde y fue entonces cuando se cambió la parrilla por la actual, decorada con sus propias iniciales.
Y, por cierto, aunque la marca británica le obligó a deshacerse de ese elemento, el coche todavía figura como un Rolls-Royce en el Libro de Registro V5 de Reino Unido, donde figuran las matriculaciones de dicho país.
La subasta
John Dodd falleció a finales del año pasado y, ahora, su familia ha decidido vender ‘La Bestia’: el coche funciona perfectamente y tiene 16.093 kilómetros en su odómetro. La subasta tendrá lugar el próximo 9 de marzo en Car&Classic: teniendo en cuenta su consumo (118 l/100 km), ¿creéis que su nuevo dueño lo usará tan regularmente como lo hizo su anterior propietario?
Imágenes: Car&Classic