13 de diciembre de 1972. Eugene Cernan tomaba la escalerilla del módulo de ascenso lunar, consciente de que sus pasos sobre la superficie de la Luna serían los últimos que daría la humanidad, en mucho tiempo. Únicamente en este, su tercer paseo extravehicular en la misión Apollo 17, Cernan y Harrison H. Schmitt, permanecieron 7 horas y 15 minutos sobre la superficie lunar, el triple que el primer paseo lunar que la humanidad llevaría a cabo en toda la famosa misión Apollo 11, con Neil Armstrong y Buzz Aldrin. La misión Apollo 17 dejaba tras de sí toda una serie de récords, empezando por las 22 horas de exploración sobre la superficie de la Luna, fuera del módulo lunar. La misión Apollo 17 también incluyó 35 kilómetros de conducción en el Lunar Roving Vehicle (LRV) y el récord de velocidad de la Luna, que por razones obvias sigue estando en manos de Gene Cernan, que consiguió alcanzar una punta de 18 km/h.
De las misiones Apollo, a las misiones Luna
Los automóviles de la carrera espacial se entienden, en su mayoría, como vehículos no tripulados, controlados remotamente desde la superficie terrestre. En noviembre de 1970 aún no había llegado a los concesionarios el SEAT 127. Para entonces, la Unión Soviética ya había enviado a la superficie terrestre un vehículo de 756 kilogramos que recorrió 10,54 kilómetros sobre la superficie lunar, en la misión Lunokhod 1. Era su segundo intento, después de que el primer rover lunar enviado en febrero de 1969 fracasase y no alcanzase la órbita.
Para entonces, Estados Unidos ya había llevado a la humanidad a la superficie terrestre.
La carrera espacial de los vehículos no tripulados
Poder ver a un astronauta caminando con gracia por nuestro satélite, recogiendo muestras, realizando investigaciones científicas, es apasionante. Pero los descubrimientos más notables del siglo pasado y, sobre todo, presente, se han realizado por vehículos de exploración planetaria no tripulados. Rovers como Opportunity, que descubrió las pistas de la existencia de agua en el pasado en Marte y que recorrió 45,16 kilómetros, en una misión que duró 15 años terrestres. Rovers como el chino Zhurong, que estos días nos envía fotografías a todo color desde Marte.
Los rover no tripulados seguirán siendo protagonistas de la nueva era espacial, pero también los responsables de allanar el terreno, y nunca mejor dicho, a una nueva generación de astronautas que volverán a caminar sobre la superficie de la Luna, que pisarán por primera vez Marte, y que incluso podrían establecer asentamientos permanentes.
El regreso de la humanidad a la Luna
El programa Artemis de la NASA está trabajando para permitir que un astronauta vuelva a pisar la superficie de la Luna y, no solo eso, entre sus objetivos anuncia «la llegada de la primera mujer y la primera persona de color a la Luna». Lejos del frenetismo que guió las misiones Apollo de Estados Unidos y Luna de la Unión Soviética, Artemis promete una exploración espacial sostenible, fruto del acuerdo con otras agencias espaciales y la colaboración con entidades privadas, como la propia SpaceX de Elon Musk. Se espera que Artemis se convierta en uno de los proyectos más importantes de una nueva era espacial, pero también el comienzo de proyectos más ambiciosos, como llevar a la humanidad a Marte, e incluso el establecimiento de colonias permanentes.
Los objetivos de las nuevas misiones espaciales, que como Artemis engloban toda una serie de proyectos tan complejos como la investigación sobre la superficie lunar, y mantener una estación espacial permanente en la órbita de la Luna, hacen que los nuevos vehículos de exploración espacial, los nuevos rover, tengan que adaptarse a la complejidad de las misiones que tendrán que abordar.
Nuevos rover para una nueva era espacial
Lockheed Martin y General Motors nos contaban estos días cómo están trabajando en una nueva generación de vehículos de exploración espacial. En el caso concreto de los rover que se están diseñando para las misiones Artemis, nos encontraríamos con vehículos mucho más complejos y sofisticados y, lo que es más importante, multipropósito. Los nuevos rover de las misiones Artemis deberían ser capaces de transportar astronautas durante recorridos mucho más largos, en el orden de decenas de kilómetros, para permitir que un astronauta pueda investigar a pie zonas más alejadas del punto de descenso. Los rover de las misiones Apollo no podían alejarse más de 6,5 kilómetros del módulo lunar.
Los nuevos rover deberían disponer de mandos, para ser conducidos manualmente por un astronauta, pero también disponer de la capacidad de desplazarse autónomamente, sin intervención de un conductor y un operador, y ser controlados remotamente, ya sea desde la superficie de la Tierra, o desde la estación espacial Gateway.
Hablamos de una nueva generación de rover que podría ser el automóvil de los astronautas que pisarán de nuevo la Luna, pero también poder adaptarse, alojar un laboratorio sobre ruedas cargado de instrumentos científicos, y recorrer el 95% de la superficie lunar que aún no ha sido explorado.
Las primeras bases lunares permanentes
Lockheed Martin nos contaba estos días cómo están trabajando en rovers más capaces, con mayores autonomías, pero también preparados para ser funcionales en las largas noches lunares, equivalentes a 14 días terrestres, y operar a temperaturas en un rango de entre -170ºC y 125ºC. Misiones que se llevarán a cabo en las zonas que más interés han generado de cara a establecer colonias permanentes (os recomiendo la lectura del artículo sobre las islas de luz de la Luna del divulgador Daniel Marín). Artemis espera desplegar su campo base en el Polo Sur de la Luna y, por lo tanto, sus vehículos lunares han de adaptarse a sus circunstancias.
Veremos una nueva generación de rover más capaces, con mayores autonomías, con mandos para ser pilotados manualmente, pero también con capacidad para desplazarse sin un conductor, y sin un operador, o para ser operados desde la Tierra o desde una estación espacial como Gateway. Veremos vehículos de exploración espacial capaces de cubrir áreas más extensas de la Luna o Marte, equipados con drones que permitan abarcar áreas incluso mayores, y elaborar investigaciones geológicas más complejas, como ya está sucediendo con el dron Ingenuity desplegado desde el rover Perseverance.
Pero eso es solo el principio.
Si nuestra imaginación va más allá, podremos vislumbrar un futuro en el que los vehículos de exploración espacial no serán tan diferentes de lo que nos encontraríamos en un solar en el que va a comenzar a levantarse un edificio, un barrio, o una ciudad. El establecimiento de bases permanentes requerirá de una nueva generación de rover, probablemente flotas enteras de vehículos, que tendrán que abordar tareas más complejas, de nuevo, allanando el terreno a los primeros colonos.
Vehículos capaces de escudriñar el terreno para encontrar el lugar más propicio, buscando agua. Vehículos capaces de preparar el terreno para establecer una base permanente, e incluso llevar a cabo tareas próximas a la terraformación. Vehículos capaces de levantar infraestructuras. Vehículos capaces de obtener combustible, con el que regresar a la Tierra, o incluso servir de punto intermedio a misiones con destinos más lejanos y con cargas útiles más pesadas, para abordar investigaciones más complejas.
Es evidente que la investigación espacial avanza con proyectos plagados de incertidumbres, como es el caso del programa Artemis de la NASA. Pero también que la nueva era espacial apunta ser apasionante, un largo camino plagado de retos para la humanidad, pero también de grandes hitos, y grandes proyectos.