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Aston Martin Vantage V600 Le Mans (1999): el "último Aston Martin" fue tan innecesario como memorable

Aston Martin fue una de las empresas que más cambios tuvo que afrontar con la llegada del siglo XXI. Hasta entonces se había mantenido independiente, ajenas a los vaivenes corporativos de la industria del automóvil. Sus tumultuosas finanzas y sus dificultades en adaptarse al competitivo mercado de superdeportivos del fin de siglo motivaron su compra por parte de Ford en los años 90. Ford modernizó a la empresa, y financió el desarrollo de plataformas, motorizaciones y tecnologías. Aston Martin se despidió para siempre de su pasado con un misil jurásico, un furioso y rudo deportivo de 600 CV llamado «V600 Le Mans».

Veréis, Aston Martin producía sus coches de forma absolutamente artesanal hasta la llegada de Ford. Un carrocero propiedad de la marca, carrozaba a mano cada Aston Martin producido, moldeando cada uno de los paneles de su carrocería. Aunque algunos de sus componentes procedían de otros fabricantes, los motores y el chasis siempre fueron de desarrollo propio. El Aston Martin Virage fue el último coche desarrollado antes de la llegada de Ford. Fue presentado en el Salón de Birmingham en 1988. Su hermano de alto rendimiento fue bautizado como Vantage, y fue presentado hace 26 años ya, en el año 1992.

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En 1987 el 75% de las acciones de la marca fueron adquiridas por Ford. El Virage fue el último coche desarrollado antes de la toma de control de Ford.

La plataforma del Aston Martin Vantage tenía lazos directos con la del Aston Martin Lagonda de los años 70. Su motor V8 de 5,3 litros era una evolución del primer V8 de la marca, desarrollado por Tadek Marek a finales de los años sesenta. Aquél enorme V8 ya había recibido un sistema de inyección de combustible durante los ochenta, y aunque era un motor atmosférico en los Virage, en los Vantage recibió un sistema de doble compresor. Con un compresor volumétrico por bancada de cilindros, aquél coupé de dos toneladas de peso y 4,75 metros de largo desarrollaba unos monstruosos 557 CV.

Potencia que era transmitida exclusivamente al eje trasero mediante una caja de cambios manual de origen General Motors. Los Vantage fueron rápidamente comparados con los cazas Spitfire de la Royal Air Force, por su contundencia e increíbles prestaciones. Su comportamiento en curva era impredecible y peligroso. Sus suspensiones eran demasiado blandas, no tenía ABS y en general su personalidad podría haber sido descrita como «tosca». En el típico pub inglés, serían comparables al típico borracho entrado en carnes que inicia una pelea sin motivo aparente. Eran coches que como no podía ser de otra manera, enamoraban al Jeremy Clarkson de la época.

Aston Martin V600 Le Mans 8

Tenían una imagen opulenta y ostentosa, con un interior absolutamente británico y absolutamente tradicional, recubierto en cuero y madera. Pese a ello su volante y su columna de dirección eran los mismos que podíamos encontrar en un Ford Mustang de tercera generación, cuyo precio era una décima parte el del Aston. A finales de los años 90, era patente que los Aston Martin Vantage eran dinosaurios, con una fecha de extinción inminente: los Aston Martin DB7 llevaban en el mercado desde el año 1994 y la marca estaba ultimando el desarrollo de los Aston Martin Vanquish del siglo XXI.

Las culatas de 32 válvulas de los motores 5.3 V8 de los Aston Martin Virage y Vantage fueron desarrolladas por Callaway en Estados Unidos. Cosworth eran demasiado caros.

A pesar de ello, Aston Martin no cejó en su empeño y llegó a ofrecer a finales de los 90 un paquete «V600» para los Vantage, que llevaba hasta los 612 CV la potencia de los Vantage. Aston quiso despedir a los Vantage por la puerta grande, y lo hizo con el que posiblemente haya sido el coche más radical y políticamente incorrecto de toda su historia: el Aston Martin V8 Vantage V600 Le Mans. El coche rendía homenaje a la victoria del Aston Martin DBR1 en las 24 Horas de Le Mans del año 1959, sucedida entonces hacía 40 años. Solo 40 unidades fueron fabricadas en el año 1999, tomando como base un Vantage con paquete V600.

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El Aston Martin V600 Le Mans – su nombre abreviado, y la fórmula más comúnmente aceptada – presumía de un motor potenciado hasta los 612 CV, acompañado de un par motor de 814 Nm. Sus barras estabilizadoras estaban reforzadas, montaba discos de freno y pinzas de generosas dimensiones firmadas por AP Racing y amortiguadores Koni con muelles Eibach de mayor dureza. Sus llantas eran unas Dymag de magnesio y diseño inspirado en la competición. Sobre el papel, sus dos toneladas se ponían a 96 km/h desde parado en 3,95 segundos, y tenía una velocidad punta de unos terroríficos 322 km/h.

El Aston Martin V600 Le Mans era en 1999 el coche más potente del mundo, aunque no fuera el más rápido ni el más refinado.

Nadie consiguió bajar de los 4,6 segundos en el 0 a 60 millas por hora, siquiera revistas especializadas en la época – pero esa es otra historia. Exteriormente, el coupé de cuatro plazas y 190.130 libras de precio de partida estaba pintado en color Aston Martin Racing Green, además de tener un aspecto muy especial. Sus artífices confesaban que tenía el aspecto que los Virage siempre tuvieron que tener, y que era un verdadero sucesor espiritual de los Bentley Blower de los años 20 y 30. Fijaos en las tomas de aire de su calandra, en las branquias de su largo capó, o en sus pasos de rueda ensanchados.

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Era un coche que destilaba personalidad y carácter por sus cuatro costados. Aston Martin hizo al Vantage más deportivo y dinámico con los V600 Le Mans, pero no quiso reducir su peso o equipamiento. Seguía pesando más de dos toneladas y en su interior seguíamos disfrutando de acres de cuero de varios colores, madera natural y todo tipo de accesorios motorizados – esos mismos que con el tiempo irán fallando, de forma irremisible. El Aston Martin V600 Le Mans fue un canto de cisne, la traca final de una Aston Martin que no volvería más, un dinosaurio motorizado en plena era digital.

Un coche que ya era clásico cuando abandonaba la fábrica.

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Sergio Álvarez

Aunque es técnico en comercio internacional de formación, los coches han sido su pasión (incluso obsesión) desde que apenas levantaba un metro del suelo y sus padres le regalaron un Ferrari rojo a pedales. Su afición se ha profesionalizado en Diariomotor, donde está presente desde 2008. Seguir leyendo...

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