En Diariomotor no somos amigos de los resaltos. Entendemos que en ciertas zonas contribuyen a reducir la siniestralidad y las velocidades medias. El problema es su proliferación desmedida, sin control y sin un criterio de construcción unificado. Sabemos lo perjudiciales que son para nuestros vehículos y varios estudios ya han concluido que contribuyen a aumentar la contaminación en las ciudades, por el efecto «Scalextric» que producen en un tráfico ya congestionado. En este artículo os queremos hablar del gravísimo problema que suponen para los enfermos, servicios de emergencias y transplantados.
Mateo Lafragua es un ciudadano vasco de 62 años. Desde los 23 años ha tenido problemas renales y hace 11 años recibió de urgencia un transplante de riñón. Durante toda su vida ha tenido que someterse a tratamientos de diálisis. El tramo de siete kilómetros que debe recorrer para llegar al hospital de Cruces, cualquier vehículo debe superar la friolera de 19 resaltos. Cuando era transportado de urgencia al hospital en una de sus crisis, un badén desestabilizó su delicado estado y la ambulancia tuvo que detenerse para salvarle la vida. Todo debido a las enormes sacudidas que producen los badenes.
Puede parecer un caso anecdótico, pero no lo es. Lafragua ha realizado un estudio exhaustivo en el que cuenta con los testimonios de varios pacientes. Un paciente con politraumatismos a causa de un accidente de tráfico «indicaba que cada resalto era un infierno», mientras que pacientes que regresaban de una diálisis han experimentado sangrados en su viaje de vuelta a causa de los golpes recibidos en los resaltos. Es obvio, pero también indica que el tiempo que tardan los vehículos de emergencia en llegar a los hospitales cuyos accesos tienen badenes se ve aumentado de forma muy significativa.
Para hacernos a la idea, el estudio afirma que cada minuto perdido por una ambulancia, incrementa en un 10% las posibilidades de fallecimiento de un paciente que ha sufrido un infarto. Gracias a la relevancia mediática que su estudio ha tenido en el País Vasco, las Juntas Generales de Álava y Vizcaya han detenido la instalación de nuevos resaltos y han dejado de subvencionar a otros organismos su colocación. Los testimonios, la exhaustividad de su estudio y el apoyo a este de multitud de instituciones sanitarias han permitido vencer una batalla que muchos sufrían en absoluto silencio.
Tras presentar su estudio en el Parlamento vasco, los grupos políticos acordaron por unanimidad revisar las dimensiones, estado y ubicación de todos los badenes del País Vasco. La «moda» de los badenes es relativamente reciente, y a nivel nacional podría englobarse en los últimos 15 años. El problema no es su existencia en sí, es la falta de criterio en su ubicación, tamaño y diseño. La instalación de resaltos está en España reglada por la Orden FOM 3053/2008, actualizada en 2009. En el extracto que recogen en el blog – siempre recomendable – Circula Seguro se puede leer lo siguiente:
«Se prohíbe colocar resaltos en tramos de travesías con intensidad media diaria superior a 5.000 vehículos, o bien una intensidad horaria punta superior a 300 vehículos.
En las vías con velocidades máximas de entre 30 km/h y 50 km/h, para los resaltos reductores de velocidad del tipo paso de peatones elevado, se especifica que Deben tener una altura de 10 centímetros; la longitud del tramo elevado horizontal debe ser de 4 metros; la longitud de la rampa de entrada y de la rampa de salida ha de ser de 1 metros para 30 km/h, 1,5 metros para 40 km/h y 2,5 metros para 50 km/h; y el escalón en el borde de entrada debe ser inferior a medio centímetro.»
El gran problema es un problema de competencias. Esta ley sólo atañe a las carreteras de titularidad estatal, y es una recomendación para ayuntamientos y autonomías, propietarias de la mayor parte de calles y carreteras del país. La falta de rigor en el cumplimiento de esta recomendación da lugar a las barrabasadas de las que todos somos conscientes en nuestras ciudades y pueblos. Estoy seguro de que tenéis más de un ejemplo en mente en estos momentos. El estudio de Lafragua no es una simple «pataleta». Pretende remover conciencias, merece ser leído, y propone alternativas a tener muy en cuenta.
Por ejemplo, resaltos de altura variable o «cojines berlineses», menos perjudiciales para vehículos y conductores. En zonas especialmente conflictivas recomienda la presencia de la policía local o la colocación de radares, cuya función disuasoria es muy superior a la de un resalto. También señala que en países como Francia se instalan pivotes de plástico, se estrecha la calzada en zonas peligrosas o se instala un pavimento texturado. Por supuesto, la educación de algunos conductores sigue siendo una asignatura pendiente en esta ecuación: ¿sería posible una ciudad sin resaltos si todos fuésemos un poco más cívicos al volante?
Fuente: Circula Seguro
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