Los años ochenta fueron una década de experimentación, de libertad y de desenfreno. La industria automovilística no fue ajena a esta vorágine, y de esos años surgieron coches tan apasionantes como los Nissan Skyline GT-R modernos, los Mazda RX-7+, prototipos como el Peugeot Oxia, el Nissan Judo… o el Bertone Genesis. El Bertone Genesis – a veces llamado Lamborghini Genesis – es el producto de una noche de pasión entre una Chrysler Voyager y un Lamborghini Countach: es un monovolumen de lujo, con cinco plazas… y un enorme V12 en sus entrañas.
El Bertone Genesis fue la estrella del mítico estudio de diseño italiano en el Salón de Turín del año 1988 – hubo una época en la que era uno de los salones más importantes de Europa, siendo actualmente irrelevante. El Genesis era un monovolumen de lujo, creado por Bertone usando piezas tanto de Chrysler como de Lamborghini. Como quizá sepas, por aquél entonces, Chrysler era la empresa matriz de Lamborghini, y lo sería durante unos pocos años más. El producto estrella de Chrysler por aquél entonces, era el superventas Voyager.
Por aquél entonces, los monovolumen eran como los SUV actualmente: el segmento de moda, y el segmento sobre el que muchos prototipos versaban, tanteando su futuro. Bertone quiso crear el primer monovolumen de altas prestaciones, invirtiendo la friolera de 30.000 horas-hombre en la creación de un prototipo funcional. El coche que tenéis en vuestras pantallas. Su diseño no podía ser más representativo de la época: su aspecto futurista está claramente «démodé» hoy en día, pero en su momento era verdaderamente revolucionario.
No hay más que ver su enorme luna frontal, que ocupaba prácticamente todo el primer volumen del coche. Las puertas delanteras eran de apertura vertical, tal y como era la apertura de las puertas del Countach. Daban acceso a un puesto de pilotaje con un asiento moldeado en la propia estructura del coche. A las tres plazas traseras – la configuración del coche era 2+1+2 – grandes y muy cómodas, se accedía a través de puertas traseras deslizantes. Gracias a una batalla de 2.650 mm y una longitud de 4,47 metros, era un coche espacioso, ideado para largos viajes a alta velocidad.
Tanto el piloto como el copiloto iban montados, literalmente, encima del motor del coche: un gigantesco V12 atmosférico de 5,2 litros, procedente del Lamborghini Countach Quattrovalvole, capaz de desarrollar la friolera de 455 CV. Un motor de carburación, que mandaba su potencia al tren trasero mediante un cambio automático de tres relaciones. Sí, tres relaciones. Era un cambio TorqueFlite, procedente de la gama estadounidense de Chrysler. Si a este cambio le unimos un peso de 1.800 kilos… sí, era sensiblemente más lento que el Countach.
El Genesis nunca llegó a producirse en serie. Pese a tener un diseño muy logrado y estar desarrollado a nivel técnico, el mercado no estaba preparado para un monovolumen de altas prestaciones en 1988. Habría que esperar hasta el año 1994 para conocer otro proyecto de alto rendimiento construido en una carrocería similar: el fantástico Renault Espace F1.