En 1987 la industria automovilística europea vivía tiempos de bonanza y exceso, motivada por la burbuja de los mercados financieros. Una burbuja que dio alas a la creación de superdeportivos, proyectos de dudosa rentabilidad y al nacimiento de preparadores extravagantes y excesivos. En este caldo de cultivo, nacía un BMW Serie 7 con un motor experimental de dieciséis cilindros, cuya historia ya os contamos hace años en este mismo espacio. Es hora de hacer un poco de memoria, aprovechando unas nuevas fotos publicadas por BMW Classic en su cuenta en Facebook.
Un pequeño grupo de ingenieros decidió en 1987 llevar un paso más allá la versión tope de gama del BMW Serie 7. Apenas unos meses antes BMW había presentado su primer doce cilindros de producción, un motor de 5,0 litros y 300 CV de potencia, que también sería montado por el BMW Serie 8 unos años después. Un sedoso y suavísimo propulsor, pensado para mantener cruceros sostenidos a alta velocidad en la red alemana de Autobahn. Y sin embargo, para algunos trabajadores de BMW, este V12 era mejorable a nivel de potencia y prestaciones.
BMW Serie 7
Al motor se le añadieron dos cilindros por bancada, incrementando su cilindrada hasta los 6,7 litros, concretamente 6.651 centímetros cúbicos. La potencia del motor pasó a ser de 408 CV a 5.200 rpm, acompañada de 625 Nm de par motor a solo 3.900 rpm. Este motor estaba asociado al mismo cambio automático de cinco relaciones del 750i, y era capaz de acelerar hasta los 100 km/h en 6,0 segundos, logrando una velocidad punta de 280 km/h. En 1987, estas prestaciones estaban reservadas a superdeportivos de altos vuelos con nombre italiano.
Curiosamente, en 1991 Mercedes lanzó su V12 moderno, con seis litros de cubicaje e idéntica potencia al motor de este BMW 767iL único – dicho sea de paso, en su portón trasero seguía poniendo «750iL», pero el coche fue renombrado a «767iL» o «Goldfisch» por el grupo de ingenieros que lo desarrolló. El propulsor era tan largo que hubo que reubicar su radiador a la parte trasera del coche. Una solución necesaria para que el coche pudiera funcionar correctamente, pero inadmisible en un coche de producción en serie.
Para dirigir el flujo de aire a estos radiadores se instalaron dos entradas de aire en las aletas laterales, de aspecto parecido a la cola de un pez – y por ello su apodo, «Goldfisch», pez dorado en alemán. Era un sistema efectivo, pero reducía de forma considerable la capacidad de carga del coche. Tras ser desarrollado y testado, el coche fue presentado a la alta dirección de BMW, pero nunca tuvo luz verde para su producción en serie. Quizá hubiera llegado a las calles si la burbuja financiera no hubiera explotado.
Las fotos publicadas por BMW Classic son recientes y muestran el impecable estado de esta máquina, propiedad de BMW.