Aunque cuesta encontrar ejemplos, algunas empresas europeas sí se han atrevido a probar suerte en el segmento de las camionetas con mejor o peor resultado. Eso es lo que hizo Bertone a finales de los noventa cuando decidió crear la pick-up de BMW que no sabías que existía: así era el BMW Pickster y esto fue lo que representó para la industria automotriz.
Como decíamos, la firma que está detrás del BMW Pickster es la de Bertone, el famoso carrocero italiano: no fue una creación directa de la marca alemana, aunque sí toma como punto de partida uno de los modelos de la casa bávara. Tardaron tres meses en dar forma al proyecto para poder presentarlo en el Salón de Ginebra de 1998.
Los ingenieros y diseñadores de Bertone se pusieron manos a la obra: había que buscar un coche que les permitiera crear una camioneta. El elegido fue un BMW 528i, aquella berlina era perfecta porque tanto el diseño de su parte trasera como las suspensiones de ese eje daban la posibilidad de tener un amplio espacio capaz de alojar una plataforma de carga plana.
Soluciones adelantadas en el tiempo
El BMW Pickster medía 4,8 metros de largo, 1,96 metros de ancho y 1,35 metros de alto: cifras que no estaban muy lejos de las del BMW 528i que actuaba como coche donante para crear este peculiar prototipo. Bertone conservó la mayoría de las características mecánicas: estaba impulsado por un motor de seis cilindros en línea de 3.2 litros y 320 CV procedente de BMW Motorsport. Eso sí, el exterior y el interior se modificaron radicalmente.
Para esa transformación utilizaron piezas de BMW además de otras hechas a medida y necesarias para crear esta pieza única. Curiosamente, en la carrocería del BMW Pickster no aparece el logo de la marca bávara, pero sí la tradicional parrilla… que modificaron un poco para darle su toque.
Luce llantas de 21 pulgadas, que tampoco eran características a finales de los noventa en la mayoría de los coches de producción. Sobre ellas llevaba montados unos neumáticos Michelin PAV, que eran Run Flat: otra rareza para su época. En el interior, revestido en cuero azul, destacaba el diseño único de los asientos, que estaban compuestos por cinco piezas, y un sistema de navegación Magnetti Marelli.
Convertir una berlina en una pick-up
La caja del BMW Pickster fue el elemento clave de la creación de Bertone, que, en un principio, aspiraba a ocupar el hueco que habían dejado el Chevrolet El Camino y el Ford Ranchero en el mercado estadounidense. Su idea, no obstante, estaba más centrada en el rendimiento que en la utilidad: el carrocero italiano se empeñó en ofrecer las capacidades de un GT con una vaga sensación de funcionalidad. Una idea que generaba dudas.
La parte destinada a la carga era demasiado pequeña para cualquier tipo de propósito profesional, pero parecía que podría ofrecer algún tipo de usabilidad a nivel individual… a pesar de ese alerón trasero que impedía un fácil acceso y que era desmontable, precisamente, por ese motivo.
Disfrutar de los conceptos
Probablemente, y aunque nunca se ha confirmado, Bertone nunca tuvo la intención de vender su proyecto a BMW o de hacerlo realidad por su cuenta. La historia del carrocero italiano y de sus prototipos que nunca llegaron al público es larga, pero servía para mostrar sus capacidades. La idea de una pick-up de BMW que, en los años noventa, mezclaba rendimiento, un estilo diferente y un toque de practicidad era tan utópica como genial.
El ejercicio que hicieron con este prototipo representa a la perfección aquella época en la que la industria automotriz no mostraba timidez alguna a la hora de llevar a cabo grandes inversiones para crear modelos de exhibición como este. La pick-up alemana mostró al mundo lo que sucede cuando un famoso carrocero decide salirse de lo establecido para transformar un vehículo en que su fabricante no se plantearía concebir por su cuenta. Y nos recuerda que hubo un tiempo en el que los modelos conceptuales podían existir con el único propósito de disfrutar de ellos.