Los coches eléctricos son el futuro del automóvil para muchas marcas, y nos gusten o no, acabaremos conduciendo coches más o menos electrificados durante los próximos años – aunque tecnologías como el hidrógeno o los combustibles sintéticos puedan mantener a flote algunas mecánicas tradicionales. Sea como fuere, parecería que estamos ante un escenario optimista desde el prisma de un bombero, ¿verdad? Aunque sea contra-intuitivo, el coche eléctrico plantea retos de enorme envergadura a los servicios de extinción de incendios, que ya alertan de ello.
Al carecer de combustible inflamable recorriendo sus entrañas, chispas y ausencia de altas temperaturas, un coche eléctrico es, sobre el papel, mucho menos susceptible a un incendio que un coche tradicional. Según la Asociación Alemana de Bomberos, un coche eléctrico no es más susceptible de incendiarse que un coche convencional – no han facilitado datos, pero en términos relativos, debería ser incluso menos susceptible – pero la extinción del incendio de un coche eléctrico supone un serio problema, además de un gran riesgo a su labor.
En el incendio de un coche convencional se emplean, en promedio, 500 litros de agua/retardante para su extinción. En un cuarto de hora, el fuego está completamente apagado. En el caso del incendio de un coche eléctrico, la extinción demora una media de 2-3 horas, y en ella se consumen hasta 10.000 litros de agua. El problema del incendio de un coche eléctrico está en los componentes químicos de su gigantesca batería: detener el fuego es arduo y complejo, y además, una vez extinto, las reacciones químicas de una batería dañada pueden reactivarlo.
El protocolo idóneo en el incendio de un coche eléctrico es sumergirlo en un contenedor o depósito relleno de agua durante un periodo de 72 horas. El coche será, sin lugar a dudas, siniestro total, pero no habrá posibilidad de que el fuego vuelva a avivarse. Esta forma de actuación exige protocolos y medios que no están, ni mucho menos, implantados a nivel Alemania – y ni muchísimo menos a nivel europeo. Además, la dificultad en la extinción no es el único peligro del incendio de un coche eléctrico: no se debe olvidar la emisión de gases tóxicos.
Concretamente vapores de ácido fluorhídrico, que obligan a los bomberos a usar respiradores, so pena de grave perjuicio a su salud – y la de toda persona o animal cercano al incendio. Los coches eléctricos tienen grandes ventajas y son, para muchos gobiernos y corporaciones el futuro, pero presentan desafíos que deben ser correctamente tenidos en cuenta. De lo contrario, la tecnología podría ser fuertemente desacreditada a ojos del público, pese a su teórica superioridad. Salvando las distancias, ¿recordáis Chernobyl y el varapalo a la energía nuclear?
Fuente: focus.de