El Buick Super Riviera es uno de esos clásicos coches de los años 50. Pomposo, de estilo sobrecargado, en el que forma totalmente condicionaba la función. Un resto de una era pretérita, que un artista estadounidense – un escultor llamado Jeff Brock – encontró en Arizona, abandonado junto a un aserradero. Lo compró a su dueño por un precio simbólico y se lo llevó a Michigan, donde decidió convertirlo en una escultura rodante, pero una escultura muy funcional, cuyo propósito era batir récords de velocidad punta.
Del Buick Super Riviera de partida poco queda, más allá de la forma general de su carrocería. Para empezar, se redujo la altura de su techo en 20 centímetros, hasta el mínimo práctico: sigue siendo necesario ver hacia delante. La aerodinámica siempre juega un papel fundamental en los coches destinados a batir récords de velocidad: toda la delantera fue completamente carenada, así como el paso de rueda delantero y parte del trasero. El trabajo de chapistería es especialmente impresionante en el frontal.
Fijaos en el capó: además de parecer una locomotora, los escapes han sido dirigidos a los paneles laterales, y se ha instalado una admisión personalizada para que el motor de ocho cilindros en línea pueda respirar. Es toda una obra de arte, completamente artesanal, construida – junto al resto del coche – en sólo 8 semanas antes de la Bonneville Speed Week del año 2009. Las ópticas delanteras fueron anuladas, y se instaló en su lugar las carcasas de los faros delanteros de un Chevrolet de los años 30, de idéntica medida.
Los bajos del coche fueron completamente carenados, de nuevo con el objetivo de mejorar el flujo aerodinámico. Nada especialmente destacable acerca de su interior, completamente desprovisto de equipamiento, sólo lo absolutamente necesario para su pilotaje: instrumentación, un volante y un asiento. Bajo su chapa sí hay modificaciones dignas de mención, que le llevaron a ser el poseedor del récord mundial de velocidad en la categoría XO-GCC. ¿Qué demonios significan estas siglas?
Es una categoría de la Speed Week de Bonneville que en primer lugar, designa a vehículos anteriores al año 1960, equipados con motores de pistones en disposición lineal (como el ocho-en-línea de Bombshell Betty) y dotado de válvulas en la culata, y árbol de levas en bloque – conocido como motor OHV. Además, GCC significa que es un coupé propulsado por un motor de combustión interna alimentado por gasolina. Bajo el capó de Bombshell Betty vive un ocho cilindros en línea, un atípico motor atmosférico de 5,2 litros.
Muchas piezas tuvieron que ser fabricadas artesanalmente por un especialista de Nuevo México, y el motor usa pistones forjados, además de un esquema personalizado de doble carburador. No sabemos su potencia final, pero sí sabemos sus logros. En 2009 logró alcanzar una velocidad punta de 210,55 km/h, en su debut. Tras volver a la sal en 2010, 2012 y 2013, fue aparcado con un récord de 266,71 km/h en su haber. Al poco tiempo de venderlo, Jeff Brock fue diagnosticado con cáncer, una batalla que sigue luchando día a día.
Bombshell Betty será subastado por Barrett-Jackson en Las Vegas, en apenas unos días. Ha estado a la venta por unos 195.000 dólares, y se espera que parte de su valor de venta revierta en Jeff Brock, su creador, con el objetivo de aliviar sus facturas en la lucha contra el cáncer. A continuación cerramos el artículo con un vídeo de este coche tan especial, así como una galería de imágenes en alta resolución que no os podéis perder.
Fuente: Hemmings
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