¿Era necesario? Sinceramente tenemos muchas dudas al respecto. Cuando uno imagina un muscle car, como un Chevrolet Camaro, piensa en un motor de ocho cilindros en uve, con su sonido gangoso y penetrante, o en su defecto un motor de seis cilindros en uve. Con la última generación de Chevrolet Camaro y Ford Mustang incluso hemos asumido, y nos hemos acostumbrado a él, la presencia de un cuatro cilindros turboalimentado. ¿Pero qué sucedería si montásemos un motor diésel en un Chevrolet Camaro y un Dodge Charger? El resultado en este vídeo.
Hace unas semanas ya os hablábamos del Chevrolet Camaro Duramax, un Camaro SS de 2010 que había recibido un trasplante. Su motor V8 de 6.2 litros con 432 CV de potencia había sido remplazado por un motor turbodiésel de ocho cilindros y 6,6 litros de desplazamiento, capaz de entregar 516 CV de potencia y un impresionante par motor máximo de 1.416 Nm.
Esta no era la única preparación concebida por este mismo taller de Minnesota, que también se propuso instalar en un Charger un motor Cummins de 5.9 litros. El trasplantado, un Dodge Charger de 2006 cuyo motor V8 5.7 Hemi tuvo que ser extraído por una avería fatal. Como donante, el ya mencionado motor Cummins, empleado en grandes pick-ups, sin apenas uso y asociado a un cambio manual de cinco velocidades. Su propietario asegura que ya ha recorrido más de 20.000 kilómetros con él.
En este vídeo podemos contemplar, de nuevo, el aspecto de un Dodge Charger y un Chevrolet Camaro diésel. Y lo que es más importante, podemos escuchar su sonido y su facilidad para lanzar un chorro de humo, cual calamar, en el que se mezcla la humareda blanquecina de las ruedas deshaciéndose sobre el asfalto ante tal despliegue de par, y la humareda oscura que despiden las salidas de escape por la combustión del gasóleo.
¿Pero de verdad era necesario meter un motor diésel en un Dodge Charger y un Chevrolet Camaro?
Vía: Jalopnik
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