A día de hoy ya nos hemos acostumbrado a convivir con los radares, tanto fijos como móviles. Su territorio de caza es parte de nuestro día a día, pero esto no fue siempre así. A principios de los años noventa y aunque parezca mentira, el deportivo americano por excelencia trató de confundir a los radares móviles con modificaciones en su arquitectura técnica. Hablamos de la versión ZR1 del mítico Chevrolet Corvette C4, posiblemente el único coche diseñado para evitar los radares móviles. Esta es su historia.
Un coche con «anti-radar» de serie
El Chevrolet Corvette ZR1 era la versión de altas prestaciones del mítico Corvette C4. Llegó al mercado en 1990 y recibió un nuevo motor LT5 de 5,7 litros, con culatas de cuatro válvulas por cilindro y profundas mejoras en su mecánica, fruto del trabajo de Lotus Engineering – entonces propiedad de General Motors. Con una potencia de 375 CV, era el Corvette más potente y rápido en décadas, y estaba al nivel de deportivos tan serios como el Ferrari Testarossa. En un coche capaz de superar los 300 km/h, los radares eran un problema.






En Estados Unidos los radares fijos son muy poco comunes y aunque empiezan a proliferar en algunas zonas urbanas, plantean problemas de privacidad. Por tanto, las fuerzas del orden recurren a radares móviles, con policías apostados en zonas estratégicas de «caza». Estoy seguro que en vuestra cabeza hay un coche de policía, escondido tras un cartel publicitario, con una caja de donuts abierta sobre el salpicadero y un policía escuadriñando la carretera con un radar tipo «pistola».

Los conductores de Corvette eran propensos a caer en las «trampas» de la ley, y el ZR1 iba a ser una tentación todavía mayor de hundir el pedal derecho. En su libro «Corvette from the Inside», Dave McLellan, ingeniero jefe de los Corvette de la época, y artífice del ZR-1, cuenta cómo este deportivo lograba confundir a los radares móviles. Los Corvette C4 tenían una carrocería de fibra de vidrio, y el radiador del coche era la primera pieza metálica de su frontal. Las ondas del radar necesitan superficies metálicas para rebotar y medir la velocidad.
McLellan descubrió que inclinando en 15 grados adicionales el radiador del coche, la distancia a la que el coche era detectable por un radar se reducía a la mitad. Es decir, pasada de aproximadamente un kilómetro, a solo medio kilómetro. Esto permitía a sus conductores librarse de algunas multas, dándoles la oportunidad de descubrir un coche de policía camuflado o no ser detectados tan rápidamente en zonas «calientes». Era una especie de seguro, una segunda oportunidad para infractores incluida de serie en el coche.
Desgraciadamente, el Corvette C4 ZR1 fue un fracaso comercial. El C4 era un coche ya percibido como veterano – había llegado al mercado en 1983 – y la versión ZR1, pese a ser excelente, tenía un precio de 58.995 dólares, el doble que un Corvette convencional.
Fotos del Corvette C4 ZR1





