Hablar del Citroën CX es hacerlo de una de las berlinas más icónica de Citroën: a pesar de ir a contracorriente, terminó convirtiéndose en todo un éxito. Del modelo original surgieron varias ramificaciones en forma de versiones: hoy fijamos el foco en la familiar, conocida, también, como Citroën CX Break. Tenía una serie de cualidades asombrosas… y también un récord bastante pintoresco y peculiar en el que pocos repararon.
Corría el año 1974 cuando Citroën presentó el modelo con el que iba a sustituir al Citroën DS: el Citroën CX. Fue el último modelo diseñado y fabricado por la casa francesa antes de que, en 1976, fuera adquirida por Peugeot para dar forma al Grupo PSA. Razón por la que conserva intacto el ADN de la marca y ese espíritu que la hacía diferente: carrocerías espectaculares (y aerodinámicas), el sistema de suspensión hidroneumática, interiores que parecían un salón, asientos tipo sofá…
Llega el Citroën CX Break
Precisamente, en 1976, salió al mercado la versión con la carrocería familiar: el Citroën CX Break. Para dar forma este tipo de variantes, normalmente, los fabricantes optaban por prolongar la caída del techo y la parte de atrás para aumentar la capacidad del maletero. Citroën tomó otro camino: incrementó en 25 centímetros la batalla de su berlina para llevarla hasta los 3,095 metros y alargó la longitud total hasta los 4,930 metros. Hoy estas cifras no sorprenden, pero en los años setenta no eran frecuentes.
Este estirón del Citroën CX Break dio pie a un amplísimo habitáculo, que podría configurarse con dos o tres filas de asientos: sí, el Citroën CX Break podía llegar a tener sitio para ocho personas (conductor incluido) y ofrecía un maletero con una capacidad que iba desde los 525 litros (ocho plazas) hasta los 2.172 litros (con todos los asientos abatidos) pasando por los 1.163 litros (cinco plazas).
La idea de los ingenieros de Citroën
Sin embargo, el pintoresco récord del Citroën CX Break nada tiene que ver con su número de asientos o con su maletero. Tampoco era el más rápido, ni el más grande o el más silencioso. Era el coche con más parasoles interiores. La mayoría de los coches tienen dos en la parte delantera: uno para el conductor y otro para el copiloto. La versión familiar del Citroën CX tenía seis.
Basándose en esas dos configuraciones posibles de cinco y ocho plazas, los ingenieros de Citroën apostaron por una de aquellas ideas locas que, en esa época, llegaban a producción sin mucho problema. Así las cosas, decidieron que todos los pasajeros de aquella berlina tenían que tener la posibilidad de bloquear los rayos del sol y, como resultado, cada ventana tiene sus propios parasoles. Todas menos la luneta trasera, claro.
Imágenes: Classic Automobiles / Archivo de Autos