No podemos culparte de que nunca hayas oído hablar del Cityrama Citroën U55 Currus. Posiblemente cuando piensas en un autobús turístico piensas en esos lentos y molestos autobuses de dos pisos que circulan en verano en nuestras ciudades, mientras los guiris se «tuestan» al sol en el piso de arriba. No son vehículos inspiradores, apasionantes o divertidos – al contrario. Sin embargo, en los años 50, el operador Groupe Cityrama creó el primer autobús turístico moderno de la historia en París. Un vehículo que bien podría haber salido del universo paralelo de una novela de ciencia ficción.
En verdad, no fue el primer autobús turístico ni el primer vehículo destinado a dicho uso, pero sí fue el que podríamos considerar como el padre de los autobuses turísticos modernos. El Gruoupe Cityrama era en los años 50 uno de los primeros operadores turísticos de París, cuyo turismo internacional comenzaba a repuntar tras la Segunda Guerra Mundial y la bonanza económica de la época. Quisieron que sus turistas tuvieran la mejor experiencia a bordo de un bus turístico, y ordenaron al carrocero francés Currus la construcción de un autobús de dos pisos con mucha superficie acristalada. Tanta como la de un invernadero pequeño.
Para construir el Cityrama Currus, el carrocero recurrió al Citroën U55. Era uno de los chasis comerciales más populares de la época, usado para construir tanto camiones como autobuses. Se podía encargar tanto con un motor diésel de 5,2 litros y 86 CV – las potencias específicas pertenecen a otra época – o un motor de gasolina de 4,6 litros y 73 CV. Lo peculiar del autobús de Cityrama era su diseño, absolutamente estrambótico. Tenía un aspecto orgánico, bulboso… y al mismo tiempo, futurista. Estaba pintado en color plateado, con una enorme banda roja y las letras de aspecto moderno del turoperador en color azul, impresas en el lateral del engendro a tamaño XXL.
Lo más peculiar del autobús quizá era su mástil de proa. Una protuberancia sin función real alguna, más allá de dar al vehículo un look futurista. El segundo piso del autobús era más pequeño y tenía la posibilidad de abrir su techo, algo realmente imprescindible en los días de verano. Por si no lo sabéis, París es una ciudad horriblemente calurosa durante el estío, y el autobús de Cityrama era un invernadero rodante. En aquella época los aires acondicionados no estaban tan extendidos como hoy en día. El olor de su interior tras una jornada de transportar turistas sudoroso por la capital francesa tenía que ser, como poco, nauseabundo.
Más allá de conjeturas desagradables, era un vehículo muy avanzado. Una de sus innovaciones fue contar con auriculares para cada asiento, con una audioguía en varios idiomas que acompañaba al recorrido trazado por el autobús. El vehículo causó una gran impresión en aquella París de los años cincuenta, y se convirtió en un icono del turismo en Francia. Incluso apareció en varias películas de época, como “Zazie dans le Metro”. Por desgracia, no era un vehículo carente de problemas. Su peso y su diseño causaban que el motor se sobrecalentase con facilidad. Su diseño inicial tenía una sola calandra, pero evolucionó hasta las cuatro calandras, incluso llegando a equipar un radiador adicional de aceite.
Con todo, seguía sufriendo de calentones, y una unidad incluso llegó a arder, quedando completamente calcinada. Para aquél entonces ya existían autobuses turísticos mucho más modernos y avanzados, aunque, desde luego, con un diseño mucho más convencional y aburrido – similar al de los autobuses turísticos actuales. En la actualidad, se ha perdido la pista de los Cityrama de Currus. No se sabe cuántas unidades han sobrevivido. Solo se tiene constancia de una unidad, por fotos de 2008, abandonada en un estado francamente doloroso, en un pajar de Normandía. El estado actual de dicha unidad es desconocido.
Lo más lógico es pensar que han sido desguazadas, y actualmente han sido convertidas en un frigorífico, un lavaplatos o la carrocería de otro coche. Sea como fuere, son una anécdota de lo más interesante de la historia del automóvil, y su historia merece ser contada.