Cada vez que una marca lanza un nuevo coche, las notas de prensa hablan largo y tendido de su espectacular conectividad. Hace años era exótico tener un coche conectado, ahora, casi todos los vehículos nuevos pueden estar constantemente conectados a internet gracias a un módem integrado con una SIM de datos electrónica. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Sin ir más lejos, algunos de los primeros Tesla Model S y Tesla Model X han perdido completamente su conectividad por la desconexión progresiva de las redes de telecomunicaciones 3G.
Por el momento, esto afecta sólamente a las unidades más antiguas, pero no conviene olvidar que en su momento, muchos de esos vehículos costaron seis cifras, y actualmente, son pisapapeles a nivel de conectividad. A causa del abandono de las redes 3G de AT&T en Estados Unidos, el módem integrado de los Tesla Model S y Model X ha dejado de funcionar. Y con ello, los eléctricos pierden la posibilidad de usar su navegador, de ser controlados por el usuario desde la app de Tesla, o de ser diagnosticados de forma remota por el servicio técnico de la marca.
Tesla Model X
Los propietarios de estos vehículos ya han sido notificados por la marca, avisándoles del problema que se encontrarán de forma inminente. Tesla propone dos soluciones al respecto: la primera es que el propietario use su teléfono móvil como hotspot WiFi, permitiendo al coche contar con una conexión de datos. La solución mas idónea es reemplazar el módem integrado del vehículo, una operación que tendrá un coste de 200 dólares. No es un coste realmente elevado, pero sí resulta significativo, en un coche que puede tener menos de siete años.
En verdad, lo realmente interesante de esta noticia no es la solución de Tesla o su coste. Hay que ir más allá de ello. El quid de la cuestión está en que los coches se están convirtiendo en productos cada vez más tecnológicos, que pierden una gran parte de sus funciones de infoentretenimiento si no están constantemente conectados a internet. Sin conectividad tampoco podremos acceder remotamente al coche desde una app, o realizar diagnosis remotas. Actualmente esto no supone un problema, pero en muy pocos años comenzará a darnos dolores de cabeza.
A medida que los operadores de redes móviles actualicen sus estándares de conectividad, tecnologías antes punteras como la 3G o la 4G comenzarán a quedarse rápidamente desfasadas. De hecho, en estos momentos ya se encuentra en desarrollo el estándar 6G, sin que siquiera la cobertura del 5G haya llegado a demasiados lugares o dispositivos. La pelea por las frecuencias de red desplazará a las tecnologías más antiguas, dejándolas obsoletas. No es obsolescencia programada, es obsolescencia provocada por un ritmo al que la industria no está habituada.
El ciclo de vida de un smartphone pueden ser 18 o 24 meses, pero no podemos ni debemos permitir que nuestros coches se conviertan en smartphones, y se queden tan obsoletos como ellos a nivel tecnológico. Fundamentalmente porque el ciclo de vida de un coche puede superar con holgura los 10 años, y además, su coste es muy superior al de un simple teléfono móvil. En plata: el ritmo de la industria tecnológica no es el ritmo de la industria automovilística, por mucho que se empeñen en hacérnoslo creer. Y estamos empezando a ver los efectos de la diferencia de ritmos.
¿Qué ocurrirá cuando los sistemas de infoentretenimiento de los coches dejen de ser compatibles con las nuevas versiones de Android o iOS, y dejen de funcionar Apple CarPlay y Android Auto? ¿Qué ocurrirá cuando perdamos la capacidad de conectar el coche a internet porque la tecnología 4G está obsoleta? Posiblemente nos toque pasar por caja, o resignarnos a volver a tener un coche como los de antes – «tonto» y desconectado del mundo. El futuro plantea grandes retos a la industria automovilística, y este puede ser uno de los más grandes.
Fuente: NotebookCheck