A finales de los años ochenta todo parecía infinito. Los mercados financieros estaban en alza aparentemente infinita, el muro de Berlín había caído y el desarrollo tecnológico y la digitalización avanzaban a pasos agigantados. Este ambiente de optimismo también lo vivían los fabricantes de coches, especialmente los japoneses. Fabricantes que se embarcaron en proyectos como el Honda NSX, el Mazda MX-5 o el Mitsubishi 3000GT. Mazda incluso llegó a construir un «coche» que cabía en una maleta de tamaño convencional. Esta es su historia.
Pongámonos en contexto. Entre los años 1989 y 1991, en los cuarteles generales de la marca en Hiroshima se celebraron los «Fantasyard». Eran eventos internos en los que se animaba a ingenieros y trabajadores de la marca a proponer soluciones de movilidad innovadoras. Sin estar limitados por objetivos de viabilidad económica, y con una aproximación poco convencional a este reto, un grupo de siete ingenieros – ingenieros que trabajaban en el desarollo y pruebas de cajas de cambio manuales – crearon… una fusión de coche y maleta.
Tras haber recibido un pequeño presupuesto de gastos por parte de Mazda, compraron la maleta rígida más grande que Samsonite fabricaba – de 57 centímetros de ancho por 75 centímetros de alto – y una pequeña moto. Concretamente una minimoto, prácticamente un juguete para niños y no tan niños. Ni cortos ni perezosos, adaptaron su mecánica a la maleta tipo trolley de Samsonite, que desde fuera retenía sus ruedas y su asa extensible. Montar el vehículo (¿coche? ¿moto? ¿triciclo?) suponía poco más de 10 segundos de trabajo.
La rueda delantera se desplegaba mediante una bisagra, y las dos ruedas traseras se montaban de forma sencilla al «chasis», contenidas dentro de la propia maleta. El motor de 34 centímetros cúbicos y dos tiempos se arrancaba mediante una correa, y aunque solo desarrollaba 1,7 CV, podía impulsar a este engendro a velocidades de hasta 30 km/h. La idea tras este peculiar invento era agilizar los paseos por la terminal de un aeropuerto. Como es lógico, nunca llegó a producirse en serie, de hecho, nunca fue la intención.
Era un ejercicio práctico de pensamiento lateral, un juguete para adultos del que ahora solo tenemos un agradable recuerdo fotográfico. El invento gustó tanto a los directivos de Mazda que se crearon tres copias. Una de ellas fue a parar a EE.UU., y otra fue expuesta junto al Mazda 787B que ganó las 24 Horas de Le Mans en el Salón de Frankfurt del año 1991. Actualmente, solo la unidad estadounidense está en paradero conocido: la unidad europea ha «desaparecido» y la unidad original fue destruida accidentalmente.