Cuando pensamos en coches clásicos como los Mercedes 300 SL “alas de gaviota” o los Mercedes SL “Pagoda” es inevitable pensar en cómo su valor ha aumentado durante los últimos años. Para que estas obras de arte con ruedas mantengan un valor tan elevado y luzcan como el día en que salieron del concesionario suele ser necesaria una completa restauración. Un trabajo cuya factura puede ascender a cientos de miles de euros, y que consume miles de horas hombre. Podríamos pensar que estos coches son restaurados en exclusivos talleres de Alemania o Reino Unido. Es posible que no sepas que uno de los mejores especialistas en clásicos Mercedes de toda Europa está en un pequeño pueblo a las afueras de Madrid.
Cochera nació hace más de dos décadas, pergeñado por apasionados del motor. Aunque los estudios de sus fundadores no tenían que ver con la ingeniería o la mecánica, les unía una fuerte afición por el coche clásico. Es necesario poner en valor los inicios de Cochera, en una época en la que la cultura del automóvil era mucho más minoritaria que hoy en día. Sus instalaciones están localizadas en Cercedilla, un pequeño pueblo donde se respira tranquilidad, necesaria para poder trabajar sin distracciones en los pedazos de historia que ruedan al interior de su taller.
Aunque son referencia en Mercedes clásicos, llegaron a esta especialización un poco por casualidad.
Raúl, el gerente de Cochera, me cuenta que en sus inicios era un taller para todo tipo de coches clásicos, y su nombre se debe a que ofrecían un servicio de garaje para propietarios de vehículos. ¿Por qué acabaron especializándose en la marca alemana? En parte porque son los coches clásicos más frecuentes en nuestro país. “Cuando antaño alguien adinerado se compraba un coche, se compraba un Mercedes”, me dice Raúl. Aunque existen clásicos de otras marcas, España es el segundo país de Europa con más número de Mercedes con más de 30 años, solo por detrás de Alemania. Muchos de esos coches son ajados Mercedes W123, W124, W201… pero también hay auténticas joyas de matriculación nacional, ocultas en colecciones privadas de ensueño.
Los clientes comenzaron a confiar en Cochera para sus Mercedes, les regalaron varios coches para despiezar, y poco a poco el taller fue convirtiéndose en referencia para la marca de la estrella: la calidad de su trabajo y su celo les permitieron especializarse en la restauración de coches de alto valor y significado histórico. El que pega primero, pega más fuerte. Al llegar a Cercedilla, y acercarme a Cochera, no tenía demasiado claro qué me iba a encontrar. Conocía su trabajo desde hacía años y los seguía en redes sociales, pero nada más entrar a su showroom me quedé embobado. Varios Mercedes SL “Pagoda” estaban aparcados en una esquina de la exposición, relucientes, junto a un Porsche 911 de los años setenta y un Audi Sport Quattro.
Sus más de 20 años de experiencia les han permitido amasar manuales, planos e información técnica de todos los coches históricos de Mercedes.
Un 190 SL con “pinturas de guerra” y un aspecto excepcional llama especialmente mi atención. Muchos de estos coches aquí expuestos están a la venta, algunos de ellos por importes bien entrados en las seis cifras. Tras conversar un rato con Raúl y comprobar que ambos compartimos esta pasión/enfermedad que son los coches antiguos, pasamos al taller. El taller ocupa la planta baja de las instalaciones, dos pisos por debajo de la exposición y las oficinas. Una estrecha y empinada escalera metálica me conduce a una vista que posiblemente nunca olvidaré: un picado en el que más de diez clásicos Mercedes – en diferentes estados de la restauración – están siendo atendidos por el equipo de mecánicos de Cochera.
Mientras el Síndrome de Stendahl se apodera de mi, trato de no perder el equilibrio bajando la escalera. Antes de pisar el sancta santórum de Cochera, Raúl me enseña uno de los activos más valiosos de su negocio: decenas de estanterías metálicas con todo tipo de piezas, cuidadosamente ordenadas y catalogadas. Colectores de admisión, culatas, ejes, velocímetros, paneles… acumuladas durante años y años de despieces. Ni siquiera la propia Mercedes – una de las marcas que más mima su comunidad de clásicos – ofrece muchas de las piezas que están ante mí. Este pequeño almacén permite a Cochera no quedarse “atascados” en un proceso de restauración, buscando piezas que han dejado de fabricarse hace décadas.
“En estos momentos no tenemos ningún “alas de gaviota”, pero a veces tenemos varios a la vez”. La mayor parte de coches que ocupan el taller de Cochera son clásicos de la talla del Mercedes «Adenauer» o del W112 descapotable, veo un rarísimo 230 S Universal de carrocería familiar, y también veo un Pagoda sin motor. Algunos coches tienen matrícula extranjera: tienen clientes en toda Europa. Cada coche tiene asignado un “jefe de proyecto”, que en muchas ocasiones se encargar de seleccionar el personal adecuado para su restauración, incluso de contratarlo externamente. El calado de cada restauración es diferente, y por ello que cada coche requiere una aproximación única con el objetivo de lograr un trabajo de máxima calidad.
El ambiente en el taller es tranquilo y sosegado, no hay las prisas y el estrés de un servicio oficial. La naturaleza de su trabajo es mucho más manual, artesana: la gran mayoría de coches que pasan por Cochera siquiera tienen electrónica. En una estancia aparte se trabaja cada motor, con calma y tranquilidad. Raúl abre un cajón y me enseña un árbol de levas y pistones de un Mercedes 280 SL de los años sesenta. Montado en un soporte, el motor M186 de un Mercedes 300 S Coupé “Adenauer” resplandece, completamente restaurado. Una obra de arte mecánica, en la que cada tornillo brilla. Resulta hipnótico recrearse en sus detalles: la bomba de inyección Bosch, su distribuidor de corriente, el ventilador…
Cochera tiene la capacidad y la maquinaria necesarias para mecanizar piezas desde cero. Tampoco necesitan recurrir a terceros para rectificar una culata. Controlan el proceso de restauración desde el principio hasta el fin, algo que les permite garantizar un resultado soberbio y una calidad consistente: los coches de su exposición y las unidades ya restauradas presentes en su taller son la prueba fehaciente de ello. En la parte trasera de sus instalaciones, al aire libre de la sierra, aguardan su turno para ser restaurados varios coches. Otros están en el corredor de la muerte: clásicos desvencijados o accidentados que darán su vida para que otros puedan seguir viviendo. Me quedo prendado de un precioso Mercedes W124 500 E, que por fortuna sólo está esperando su turno para una sesión de “spa” automovilístico.
“Seguidme en vuestro coche”, me dice Raúl. Tras 10 minutos al volante, llegamos a una nave de aspecto anónimo en Guadarrama, parte esencial de las operaciones de Cochera. En ella es donde comienzan las restauraciones. Suena música clásica y un mecánico con acento extranjero nos saluda al llegar. El chasis de un Mercedes “Adenauer” de los años 50 está completamente desnudo, esperando ser reparado y pintado de nuevo. En estas instalaciones se desmontan los coches, se chorrean y reparan los chasis, y se pinta de nuevo la carrocería, siguiendo las especificaciones originales del coche. No tiene tanto glamour como el taller de Cercedilla, pero su protagonismo en el proceso de restauración es capital.
Los servicios de Cochera no están al alcance de todos los públicos. Sus facturas alcanzan con facilidad las cinco o las seis cifras, especialmente si hablamos de una restauración integral. Hemos de tener en cuenta que el valor de un coche especial aumenta tras una restauración de calidad, por lo que en muchos casos, estamos hablando de una inversión redonda. Nos despedimos de Raúl, no sin antes volver a sacar nuestros teléfonos, compartiendo algunas fotos de coches clásicos y proyectos personales. La visita a Cochera nos demuestra que en España tenemos especialistas de primer nivel internacional y una cultura del automóvil que, quiero pensar, poco a poco va despertando y tomando una fantástica forma.
Gracias Raúl, gracias Cochera. Volveremos a vernos.
Fotografía: Helechos Azules