Que los coches son una forma de arte ningún lector de Diariomotor debería dudarlo. Aún así, muchas personas siguen viendo nuestra pasión como un absurdo culto irracional a lo que en el fondo es un simple instrumento de transporte. Mucho me temo que incluso los mayores expertos en arte del mundo coinciden en que hay coches que deberían estar en un museo. El prestigioso MoMA (Museum of Modern Art) de Nueva York tiene seis vehículos en su colección permanente, seis máquinas que consideran auténticas obras de arte rodante.
1) Cisitalia 202 GT (1948)
El Cisitalia 202 GT es posiblemente uno de los coches más bellos de todos los tiempos. Creado en una Italia deprimida tras la Segunda Guerra Mundial, fue uno de los últimos coches carrozados a mano. La mayor parte de las 147 unidades producidas fueron carrozadas por Pininfarina de forma artesanal, con sus paneles de aluminio moldeados en la forma adecuada mediante el uso de herramientas manuales – un proceso muy intensivo en mano de obra, y caro. No resulta complicado entender por qué menos de 150 unidades fueron fabricadas.
Su motor era un sencillo cuatro cilindros de origen Fiat, con apenas 1.090 cc de cubicaje y unos 70 CV de potencia. Era una cifra correcta para un coche extremadamente grácil y ligero. En 1951, el Cisitalia 202 GT formó parte de una exhibición del MoMA, llamada «Eight Automobiles«. Fue posiblemente el primer coche considerado una obra de arte, junto a otros siete coches de época. Desde el año 1972 pertenece a la colección permanente del MoMA, y en 2002 protagonizó la exposición «AUTObodies: speed, sport, transport«.
2) Willys-Overland M38A1 (1952)
Más que una obra de arte, una genial herramienta de trabajo, en la que función ha dictado forma hasta el extremo. Nacido como vehículo militar durante la Segunda Guerra Mundial, derivó en versiones civiles y agrícolas tras el conflicto, pero continuó produciéndose con fines militares. La unidad que el MoMA posee en su colección es del año 1952, y es conocida por su código militar, M38A1. Es por muchos considerado el mejor jeep militar de la historia, mejorando en todos los aspectos al Willys MB del conflicto mundial.
Lo que el MoMA más aprecia de su diseño es que todo está diseñado con un propósito. La ausencia de puertas facilita el acceso y egreso al espartano habitáculo del vehículo. Aunque tiene una escasa altura por motivos estratégicos, su altura libre al suelo le permite superar multitud de obstáculos. Tiene una sencilla capota de lona para resguardarse del mal tiempo, y su diseño modular con toda la tornillería expuesta permite la sencilla sustitución y reparación de piezas, intercambiables con otros vehículos.
3) Volkswagen Beetle Type 1 Sedán (1959)
El coche más popular del mundo. Ideado y concebido bajo mandato expreso de Adolf Hitler para motorizar al pueblo alemán. Ferdinand Porsche se encargó de gran parte de su ingeniería y diseño. Porsche creía que un coche pequeño no debía ser un coche grande «encogido», sino una inteligente herramienta de transporte diseñada desde cero. Su diseño fue uno de los primeros influenciados por el diseño aerodinámico. Su sencillo motor bóxer de cuatro cilindros refrigerado por aire era fiable y de sencillo mantenimiento.
Aunque su diseño original data del año 1938, se mantuvo en producción hasta el año 2002. Durante esas décadas, el coche no dejó de evolucionar, pero sin perder su filosofía inicial de sencillez, durabilidad y máxima movilidad. Era un coche que destacaba por su excelente visibilidad, y que durante los años 60 y 70 se convirtió en un icono del movimiento cultural hippie. Hoy en día es ya un clásico bien valorado, y 22 millones de unidades fabricadas lo avalan. Nada mal para un coche que nació de un mandato de un cruel dictador alemán.
4) smart fortwo (1998)
¿Sorprendidos? Lo cierto es que yo también me he sorprendido al saber que este vehículo está en la colección permanente del MoMA neoyorquino. Lo que el museo ve en el smart fortwo de primera generación es una forma muy diferente de desarrollar vehículos. En una época en la que lo grande suele ser considerado mejor, apreciaron que un fabricante como Daimler se atreviera a lanzar un urbano biplaza de apenas 2,5 metros de longitud. Un coche diseñado con el máximo aprovechamiento de espacio en mente.
A pesar de tener su motor situado en la parte trasera, tenía un maletero más que decente y su vano delantero era prácticamente inexistente. En su momento, el MoMA valoró dos aspectos fundamentales del coche. En primer lugar, su eficiencia, gracias a pequeños motores de tres cilindros, con incluso opción diésel cdi. En segundo lugar, su avanzada seguridad, fruto de su célula de seguridad Tridion, que protegía a los ocupantes en caso de accidente tan bien o mejor que coches mucho más grandes.
5) Jaguar E-Type (1961)
¿Acaso es necesario explicar por qué el MoMA considera arte sobre ruedas al impresionante Jaguar E-Type? Decir sólamente «porque es un automóvil precioso» no sería justo. Aunque lo sea. Estaríamos ignorando su excelente compromiso entre diseño, velocidad y dinámica. El MoMA valoró muy positivamente su diseño aerodinámico, y sus perfectas proporciones. Un diseño agresivo en el que se tomaron grandes riesgos para la época: por ejemplo, su ausencia de calandra o los faros recubiertos por cristal, en busca de un mejor corte del viento.
Cuando pensamos en un clásico británico muchos pensamos instantáneamente en el E-Type, un descapotable – también vendido en carrocería coupé – que pronto se convirtió en un icono del diseño y la moda, ganando gran popularidad en Reino Unido y Estados Unidos, sus dos principales mercados. Incluso disfrutó de grandes éxitos en competición, éxito que llega hasta hoy en día en multitud de carreras de clásicos. Y no olvidemos su vertiente cinematográfica, desde The Italian Job a Austin Powers.
6) Ferrari 641 (1990)
¿Un coche de carreras? Sí, el MoMA tiene en su colección permanente un Ferrari 641 del año 1990. Un monoplaza de Fórmula 1, en su momento, a la cresta de la ola en tecnología e innovación. Esta unidad en concreto ganó nada menos que seis grandes premios, con Alain Prost a su volante. Una de sus grandes novedades fue un chasis de fibra de carbono y kevlar, extremadamente ligero y rígido. Nos transporta a otra época de la Fórmula 1, de diseños más limpios, grandes motores atmosféricos, de más sensaciones y emoción Tifossi.
El MoMA centra su decisión en la avanzada tecnología del monoplaza, que estrenó por primera vez una caja de cambios secuencial, con manejo a través de sus levas. Diseñado en el túnel de viento con la máxima eficacia aerodinámica en mente, montaba en sus entrañas un V12 de 3,5 litros y 689 CV de potencia, en su momento capaz de girar a unas escalofriantes 15.000 rpm. Puede que fuera el enlace entre los F1 de antaño y la nueva hornada de monoplazas, verdaderos ordenadores con ruedas.
Fuente: MoMA
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