Estos días nos encontramos con uno de esos titulares que, sin duda, sorprenden. Leíamos un artículo que iba encabezado con una afirmación contundente, recargar un vehículo eléctrico en una electrolinera cuesta el triple que repostar un diésel. Precisamente, en ese momento, mi compañero David Clavero había elaborado otro artículo, en el que os hablábamos del coste de recargar un coche eléctrico fuera de casa, frente a diésel y gasolina. Nuestra experiencia, las pruebas que hemos realizado recargando coches eléctricos, nos llevaban a reconocer que, únicamente desde el punto de vista económico, las recargas de coches eléctricos, en estos momentos, solo compensan si las realizamos en casa. Fuera de nuestro hogar los costes pueden dispararse, si bien es cierto hay una gran disparidad de precios entre puntos de recarga, siendo los más potentes los que, lógicamente, son también los más caros. Ahora bien, ¿recargar un coche eléctrico cuesta tres veces más que repostar un diésel?
Recargar un coche eléctrico en una electrolinera
El artículo de El Economista ponía el punto de mira en las electrolineras. Recordemos que el Gobierno, supuestamente, estaría pensando obligar a las gasolineras a instalar puntos de recarga de eléctricos, al menos a aquellas que realicen un mayor suministro de carburantes. El concepto de la electrolinera no es, inicialmente, el de facilitar las recargas diarias de los coches eléctricos sino, sobre todo, facilitar los viajes de larga distancia, o servir como punto de recarga en destino, para contar con energía suficiente para regresar a nuestra casa.
En un momento dado podría decirse que sería incluso asumible pagar más por recargar energía en una electrolinera que nos permita parar en un punto intermedio de nuestro viaje, para recorrer cientos de kilómetros, recargando nuestro coche en el menor tiempo posible. Los puntos de recarga necesarios para conseguirlo son potentes, y caros, y eso lógicamente acaba repercutiéndose en el consumidor.
Cuánto cuesta recargar un coche eléctrico en una electrolinera, frente a un diésel
El artículo mencionado hablaba de un coste de recarga del coche eléctrico de 1,21 euros por kWh que, traducían, a unos 24€ para recorrer 100 kilómetros. Recargar por completo las baterías de un Tesla Model S P100D nos costaría menos de unos 121 euros. Pero en realidad ese coste no es el de una electrolinera real, sino los cálculos de un estudio elaborado por la Real Academia de Ingeniería de España (ver estudio). El estudio no habla del coste real de recarga, sino de una estimación del precio mínimo admisible que según ellos debería cobrar una electrolinera, según el coste de un punto de carga de 22 kW, y el coste de la energía, para que pudiera obtener un retorno razonable (alrededor del 6,5%), con una estimación de uso muy conservadora, basada en el parque de coches eléctricos actual, y el previsto para los próximos años.
Esta explicación no hace que el artículo, ni mucho menos, pierda interés. Precisamente la aclaración nos lleva directamente a uno de los objetivos del estudio, el de identificar las barreras que pueden frenar el avance del coche eléctrico. Las electrolineras, los puntos de recarga que el Gobierno pretendería que instalen muchas estaciones de servicio, tienen un coste para la gasolinera. Ese coste se eleva proporcionalmente en función de la tecnología y la potencia del punto de recarga, y estaréis conmigo en que el cliente requerirá de puntos que recarguen muy rápido su coche para proseguir el viaje. Y para amortizar su coste es necesario que la flota de coches eléctricos crezca, de otra forma no podría asegurarse la inversión.
Pagar a 1,21 euros el kWh es una tarifa excesiva. Ahora bien, estoy seguro de que si a muchos clientes de coches eléctricos les propusieran pagar una tarifa alta la aceptarían, si supieran que pueden hacer un viaje de más de 500 kilómetros y solo tendrán que parar a recargar su eléctrico unos 15 minutos, algo que por otra parte también es necesario y recomendable por una mera cuestión de seguridad.
Las barreras han de superarse para fomentar el coche eléctrico
En nuestro artículo, el de mi compañero David Clavero, sí hemos visto que en función de la tecnología, y el proveedor, algunos puntos de recarga pueden elevar el coste de los desplazamientos hasta llegar a cifras entre 5,4 y 9 euros cada 100 kilómetros. Una cifra muy superior al coste por kilómetro – en energía repostada – de un diésel.
Estas conclusiones no deberían llevarnos a rechazar al coche eléctrico sino, sobre todo, a entender qué barreras hay que derribar para fomentar su uso. Primero debemos entender que lo óptimo es recargar nuestro coche eléctrico en el trabajo, y en casa, donde un usuario medio sí puede obtener el kWh a cifras que le lleven a obtener un coste de 2,16€ a los 100 kilómetros, algo inimaginable en un diésel, un gasolina, o un híbrido. Bajo esa misma premisa, también hemos de pensar en qué sucederá con todos esos conductores que no tienen un garaje, y por lo tanto no tienen acceso a un punto de recarga privado. Si se espera que buena parte de los coches del parque español sean eléctricos, o incluso su totalidad, como se plantea entre 2040 y 2050, será necesario que nuestras ciudades cuenten con un gran número de puntos de recarga públicos, y con un coste razonable.
Por último, el coche eléctrico también exige un cambio de mentalidad, para los usuarios, y para los proveedores energéticos, como las gasolineras. Todos los conductores saben lo que consume su coche, ya sea en litros en euros, y lo que cuesta un litro de combustible. Exige que nos acostumbremos a hablar de kW, de kWh, y que entendamos las ventajas y los inconvenientes de los puntos de recarga rápida. Y eso abre un abanico de posibilidades inmenso. En ese futuro que comienza a dibujarse podríamos ver como las gasolineras tradicionales se centran, incluso más que ahora, en proveer otros servicios adicionales a la energía. Habrá conductores que aprovechen la parada en un punto de recarga «menos rápida» para comer y otros que, simplemente, estén dispuestos a pagar más por recargar la energía necesaria para llegar a su destino, parando unos minutos, los necesarios para comprar algunos víveres y visitar el excusado.