El ser humano, contrariamente a lo que muchos puedan pensar, se enamora muchas veces, casi siempre, de lo imperfecto. Tanto de personas como de cosas, pues podemos hablar del carácter de una persona, pero también de un coche. Lo que para unos es un coche ideal, para otros es una aberración. A algo o alguien inherentemente imperfecto se le acaba cogiendo mucho cariño, a veces para toda la vida.
¿De qué tipo de coches nos acordamos para toda la vida?
Antaño, el coche era un miembro más de la familia. Se decoraba, se personalizaba, se le ponía nombre propio hasta tal punto en que se convertía en vocablo del populacho. A los coches nuevos, ya sean Peugeot, Ford, Honda, Fiat, Toyota, Omoda, Mini, BYD, Mercedes, DS, Alfa Romeo, MG, ya no se les llama ‘pelotillas’, ni ‘tiburón’, ni el nuevo Renault 4 será nuestro ‘Cuatro latas’. Eso ya no va con unos coches que, siendo mejores en todo lo racional, tanto en prestaciones, sostenibilidad, seguridad, comodidad o habitabilidad, no tienen tanto carácter.
En uno de sus vídeos de Powerart, posiblemente una de las personas más conocedoras del motor y la industria en España, Guille García Alfonsín, resaltaba la importancia o el encanto de ‘enamorarnos de nuestro coche’, de hacerle cositas y arreglos aquí y allá, de mimarlo y sacarle partido, frente a la costumbre de comprar y vender continuamente cada X tiempo o número de kilómetros. De hacer el coche de uno propio, algo que se ha perdido un poco con el paso del tiempo.
Con todo esto, se resalta una pequeña gran desventaja que presenta el coche eléctrico, más incluso que la importante cuestión del peso (que, si se avanza en densidad de energía de las baterías, podría aliviarse en generaciones futuras). Sí, es más silencioso, diáfano, incluso lógico, pues el hecho de tener un cambio manual en pleno siglo XXI es casi un vestigio pasado y el ruido de un motor de combustión, en esencia, está relacionado con su eficiencia térmica, o no eficiencia.
Conducir sin sonido es casi como si te quitasen la banda sonora de una película, como verla todo el tiempo sin poder escuchar las voces de los actores, sus registros, esa emoción que desprenden al encarnar personajes. ¿Nadie ha pensado en lo absurdo que parecen los videoclips de música cuando los silencian en una cafetería o bar?. No es sólo el sonido, sino las vibraciones que transmite a través del cuerpo – quizás la gran diferencia entre probar un coche en un simulador frente a sentarse en uno real, una mezcla de miedo y sentimientos que de repente invaden el cuerpo.
Aunque un coche no sea perfecto, disfrutamos de sus imperfecciones
No se trata de cifras, de aceleraciones, velocidad, o consumos, ni siquiera de autonomía, sino de lo que uno siente. Las vibraciones pueden parecer cosa del pasado, de coches viejos, pero son precisamente lo que uno siente, parte de ese carácter que nos sigue enganchando. Porque, a fin de cuentas, somos, fuimos y siempre seremos animales pasionales, que pensamos y actuamos guiados por el eje emocional, no sólo el eje racional. De hecho, en según qué cosas el racional anda un poco olvidado.
Por muchos sistemas de sonido que incorporen ahora los coches eléctricos, ya sea por seguridad o por transmitir esas sensaciones, cuando ese sonido viene del propio motor, eso es lo que seduce al ser humano. Y eso es precisamente imperfección, dado que el sonido, la eficiencia térmica y la efectividad de los sistemas anticontaminación y de escape de gases están interrelacionados. Una imperfección que nunca nos ha dejado de enamorar en estos últimos 150 años.
Un ejemplo claro lo encontramos en la dirección. Un coche moderno es mucho más cómodo, fácil de llevar, no nos debería dar sustos, mientras que uno más antiguo cuesta más girarlo, podemos sentir golpes o baches. Y precisamente esto, la transmisión de esa información que viene desde las ruedas a la columna y hasta las yemas de nuestros dedos, es parte de esa imperfección y esa emoción. De hecho, esa falta de comunicación es casi común a todo lo que vemos hoy día en los concesionarios.
El chasis y las suspensiones, que también han experimentado cambios brutales a mejor en los últimos 30 años, también colaboran mucho en esto. De hecho, precisamente esto es donde quizás, por falta de exigencia y demanda de los propios consumidores, no se ha avanzado menos en coches generalistas, viéndose todavía esquemas de suspensión en SUV modernos (por exigencias del guion, coches habitualmente pesados) no tan distintos de utilitarios de hace más de 30 años.