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4 coches que aún aceleran mi pulso y me hacen creer en el futuro de la conducción

A veces me repito más que el ajo, pero la verdad es que me pongo a reflexionar sobre el futuro del automóvil, y lo que veo no me gusta. Me guste o no, el futuro de los coches es autónomo, y los fabricantes de automóviles se convertirán en simples proveedores de movilidad. El día en que paguemos una cuota mensual por un servicio de movilidad llegará, y lo hará antes de lo que creéis. Los coches tal y como los conocemos hoy en día desaparecerán, y con ellos esa fantástica sinfonía mecánica, esa comunión con el metal y el asfalto, esa pureza de sensaciones.

Llamadme carca, no os lo reprocharé. Ya desde hace unos años la electrónica ha invadido el mundo del coche, e incluso está haciendo lo propio con las motos mientras escribo estas líneas. Los compactos deportivos ya pasan de los 350 CV sin inmutarse, y cualquier coche tiene más potencia computacional que el ordenador de la NASA que llevaba a los astronautas a la luna. Por el camino, la diversión al volante se ha ido diluyendo en cada coche de nueva generación, en cada adelanto tecnológico, en cada sistema de seguridad activa.

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¿Por qué los clásicos están sufriendo esta enorme burbuja de precios? ¿Por qué incluso afecta a algunos coches construidos hace apenas 10 o 15 años? Pienso que además de las leyes de oferta a demanda, refugios de valor, y otras consideraciones económicas, es porque los coches actuales no ofrecen ni de lejos su nivel de sensaciones. Pienso en el torrente de sensaciones de un simple Opel Kadett GSi de los años 80, y por mucho más efectivo y rápido que sea su equivalente actual, no llega a su nivel de implicación en la conducción.

Quítame un kilo, no me des un caballo más. Prefiero una buena caja manual que un efectivo cambio de doble embrague.

Podría hacer una lista de clásicos pasionales, deportivos de altos vuelos japoneses o superberlinas de los años 90, y podría seguir quejándome. Pero quiero pensar que aún hay esperanza para los que amamos la conducción. Amar la conducción no quiere decir amar a los superdeportivos de 1.000 CV sobre todas las cosas. Bajo mi punto de vista, es disfrutar de las sensaciones del coche, estirar las marchas en una bonita carretera revirada, sentir los cambios de apoyo, trazar cada vez más perfectamente esa curva de radio doble.

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Os aseguro que disfrutaría mucho más mi carretera de curvas favorita con un Peugeot 106 Rallye que con un BMW M6 de 600 CV de potencia. Pienso que aún hoy en día hay esperanza para los amantes de la conducción, y que aún hay coches hechos para ponernos una sonrisa en la boca, sin artificios, sin excesos de electrónica y sin sobredosis de potencia. Coches de verdad. He tratado de hacer una recopilación personal de esos afortunados, esos coches capaces de emocionarnos, de acelerar nuestro pulso. Aún hay esperanza.

1) Mazda MX-5 ND

En España solo está disponible con caja de cambios manual. No se debería contemplar otra opción en un coche así.

Tras haberlo probado hace algo más de un mes, soy un converso. Todo amante de los coches debería alguna vez probar un Mazda MX-5. No importa su generación, no importa que su estética te parezca femenina, y no importa que ni se acerque a los 200 CV de potencia. Hacía mucho tiempo que no probaba un coche tan preciso, un coche en el que aún eres capaz de sentir como sus elementos mecánicos trabajan a centímetros de tu cuerpo. Un coche sin filtros. No miento si juro que es un deportivo con todas las letras.

Con un peso de 1.050 kilos, no hace falta más que un 1.5 de 131 CV – sin sobrealimentar – para lograr una gran aceleración y respuesta en todo régimen. Si quieres emociones fuertes, opta por el 2.0 de 160 CV, con suspensión Bilstein y autoblocante trasero. Además de ser muy ligero, es un coche bonito, tiene consumos realmente moderados de combustible y su fiabilidad debería ser sobresaliente. Y créeme, pocos coches te van a hablar tanto. Si tuviera el dinero suficiente, me compraría uno sin dudarlo un instante.

Las sensaciones son extrapolables al Abarth 124 Spider y al Fiat 124 Spider, aunque tienen un tarado de suspensión diferente y una mecánica 1.4 MultiAir Turbo de entre 140 CV y 170 CV.

2) Gama Abarth 595

Otro coche que aún me hace creer en el futuro de la conducción es el Abarth 595. He probado los Abarth 595 Competizione, y tal y como comentaba en mi prueba a fondo, son coches fundamentalmente imperfectos. Son coches incómodos, poco prácticos, ruidosos y con una calidad de interiores mejorable. No son una compra lógica, y además, no son precisamente baratos – un Abarth 595 Competizione con unos pocos extras pasa de 30.000 euros. Pero cuando te pones a su volante, el cerebro cede el completo control al corazón.

Los Abarth 595 Competizione tienen 180 CV, pueden llevar autoblocante, y mueven a un coche de apenas una tonelada de peso. Su motor turbo de 1,4 litros tiene un comportamiento claramente old-school, con una formidable patada que nos exige llevarlo «alegre» para sacarle todos sus caballos. Su suspensión es dura como una tabla, y aunque la postura de conducción es un tanto extraña, sus bácquets de fibra de carbono sujetan el cuerpo a la perfección. Resulta difícil de creer su agilidad y su paso por curva. Es un coche como pocos quedan.

Si aún tienes ganas de más, el Abarth 695 Biposto es prácticamente un coche de carreras matriculado para las calle. No son sus 190 CV, son su puesta a punto y su caja de cambios dog-ring. Normal que su precio pueda llegar a los 70.000 euros.

3) Toyota GT 86/Subaru BRZ

Muchos no parecen entender que la deportividad también es pureza de sensaciones, plenitud de disfute.

Los Toyota GT 86 y Subaru BRZ son prácticamente el mismo coche. Sus diferencias en puesta a punto son mínimas. Lo que ambos comparten es una filosofía de la vieja escuela: tracción trasera, motor delantero y poco peso. Son coches de apenas 1.200 kilos de peso, propulsados por un motor bóxer de 2,0 litros y 200 CV. Un atmosférico al que le gusta ser revolucionado, entregando su potencia máxima más allá de las 7.000 rpm. Me sorprende que algunos se quejen de su falta de par motor, de un empuje más contundente.

Para mí, es el tipo de deportivo ideal. Es ligero, es sencillo y es económico de mantener, con un propulsor cuyos consumos incluso lo convierten en apto para el día a día. Un Dr. Jekyll que se convierte en Mr. Hyde si afrontamos con él una carretera de curvas. Un coche que pide más, un coche al que le encanta deslizar la zaga. Un coche que puede que no vuelva a repetirse en el futuro, y que a buen seguro se convertirá en un clásico dentro de unos años. ¿Quién dijo que eran necesarios 400 CV en un coupé deportivo?

4) Alfa Romeo 4C

Intenta enumerar coches que no tengan dirección asistida en pleno año 2016.

Menos es más. La filosofía de los Lotus Elise y Caterham Seven, aplicada a un deportivo italiano de pura cepa. Dicen que es un Ferrari en miniatura, y tanto por diseño como por exotismo, bien podría serlo. Por fortuna, no lleva la sobredosis de electrónica y complejidad de un Ferrari moderno. Su motor es un «simple» cuatro cilindros turbo, con 240 CV de potencia a partir de 1,75 litros de cilindrada. Este motor va montado en la parte trasera de un monocasco de fibra de carbono, que permite un peso total de sólo 995 kilos para el coche.

El motor mueve el tren trasero con la ayuda de una caja de cambios de doble embrague. ¿Hubiese preferido una caja de cambios manual? Sí, pero Alfa Romeo lo compensa eliminando la dirección asistida. Sí, es uno de los pocos coches del mercado sin dirección asistida, con un nivel de retroalimentación muy superior a la práctica totalidad de vehículos. Los que lo han probado hablan maravillas de su comportamiento dinámico, así como de su sonido. Yo me quedo con su pureza, con su ausencia de concesiones o equipamiento.

Sí, son 66.200 euros. ¿Pero qué otro vehículo ofrece tecnología de un segmento ultra-exclusivo a precio de SUV premium?

Bola extra: ¿dónde están los Lotus, Morgan o Caterham?

Por supuesto que los Lotus y los Caterham son productos que encajan perfectamente en esta filosofía. No obstante, son coches que nacieron en un nicho de mercado, y son demasiado radicales incluso para un uso diario. Por supuesto que un Caterham es el nirvana automovilístico en una carretera de curvas, pero me volvería loco si tuviera que hacer un viaje de más de 200 km a bordo de una unidad, vapuleado por el viento, sin parabrisas y sin apenas lugar donde dejar mis pertenencias. Mi acompañante tampoco estaría contento.

Los Lotus pueden ser algo más benévolos, pero son productos realmente caros – sí, el Alfa Romeo 4C que he incluido es realmente caro – y pertenecientes a una marca cuya gama de productos está enfocada a un tipo de cliente muy específico, con un buen poder adquisitivo. Quiero pensar que la conducción no será coto exclusivos de los ricos. Tiene mucho más mérito en mi humilde opinión, que marcas como Toyota o Alfa Romeo hayan llevado al mercado coches como los GT 86 y especialmente el 4C. Por ello creo que se merecen más su puesto de honor en este artículo – recordad, de opinión personal.

Estuve muy cerca de incluir en este artículo al Peugeot 208 GTi by Peugeot Sport, así como a los Ford Focus RS de nueva generación. Ambos coches son el mejor exponente – en sus respectivos segmentos – de que aún es posible emocionar al conductor sin desobedecer las normas del segmento. No obstante, ambos han entrado al trapo de la perniciosa escalada de potencia y precios que vive el mundo del deportivo de bolsillo. El Ford Focus RS rebosa electrónica y complejidad, pero al menos la enfoca a la diversión al volante.

¿Qué coches habríais incluido en esta lista? ¿Echáis de menos alguno? Sentíos libres de comentar en la sección de comentarios?

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¡Muy bueno!

Sergio Álvarez

Aunque es técnico en comercio internacional de formación, los coches han sido su pasión (incluso obsesión) desde que apenas levantaba un metro del suelo y sus padres le regalaron un Ferrari rojo a pedales. Su afición se ha profesionalizado en Diariomotor, donde está presente desde 2008. Seguir leyendo...

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