La DGT, con Pere Navarro al frente, ha presentado recientemente el balance de fallecidos en accidentes de tráfico en verano. Un balance muy positivo que se achaca, entre otras medidas, a la reducción a 90 km/h del límite de velocidad en carreteras secundarias. Al final de su entrevista con eldiario.es, el director de la DGT ha dejado un recado a los fabricantes de coches: «vender un vehículo que circula a más de 200 kilómetros por hora es vender un artículo que puede mandar a la gente a la cárcel». Una frase desafortunada, que compara a los conductores de coches con auténticos delincuentes.
No es la primera vez que el director de la DGT arremete contra los coches potentes. Días después del fallecimiento de José Antonio Reyes, Pere Navarro afirmaba que «comprar un coche que puede ir a más de 200 km/h solo te llevará a la cárcel». Una afirmación claramente demagógica y simplista, en la que se asocian los coches «rápidos» – de esto hablaremos más adelante – a un mayor índice de criminalidad. Desde Diariomotor valoramos la labor de la DGT y por supuesto que queremos un futuro donde ninguna persona muera en accidentes de tráfico. Pero no podemos quedarnos callados ante este tipo de declaraciones.
Como bien decían nuestros compañeros de Motorpasión, el problema no es que existan coches que sean capaces de ir a 200 km/h, el problema está en los conductores. En estos momentos, podrías comprar una botella de vodka en el supermercado, y bebértela tú solo de un trago. Posiblemente acabarías en el hospital, con un grave perjuicio para la salud. Lo mismo ocurrirá si desayunas huevos con chorizo, comes un chuletón y cenas una fabada durante tres meses. Y hasta donde sé, nadie está pidiendo la prohibición de los huevos, el vodka o la carne de vaca.
Con esto queremos aclarar que un coche potente y rápido no es un peligro per se. El peligro está en conducir ese vehículo a una velocidad inadecuada, tanto por exceso como por defecto. Con un coche de 50 CV podrías conducir a 100 km/h por una avenida de cualquier ciudad, aunque posiblemente no pudieses pasar de 140 km/h en una autopista. Nadie duda en que es mucho más peligroso y temerario conducir a 100 km/h por ciudad, que a 140 km/h por una autopista. Es igual de peligroso y temerario conducir a 60 km/h por una autopista, que conducir a 180 km/h – pero solo el que conduce a 180 km/h estaría cometiendo un delito.
Esto artículo no es una rabieta, es una llamada a la responsabilidad de nuestros políticos. Se deben medir adecuadamente las palabras cuando se está en un puesto de semejante responsabilidad – ya sea el director de la DGT, un ministro, o el presidente del gobierno – porque los ciudadanos no solo escuchan, si no que creen a pies juntillas dichas palabras, asumiendo que existe un amplio y pleno conocimiento del tema en cuestión. Es casi inocente creer que un coche «que puede ir a 200 km/h» solo te llevará a la cárcel.
Coches tan extremos como un Volkswagen Passat 2.0 TDI o un Renault Mégane 1.3 TCe solo te llevarán a la cárcel. Ambos pueden superar los 200 km/h, al igual que los coches oficiales en los que el señor Navarro se desplaza habitualmente. Quizá Pere Navarro estaba pensando en coches como un Porsche 911 o Audi RS3 Sportback cuando hacía estas declaraciones ante medios de comunicación nacionales. Estos coches de corte deportivo tienen potencias de hasta 450 CV en el caso del 911, unas prestaciones de órdago y una velocidad punta que en algunos casos puede superar los 300 km/h.
Y sí, puedes perder el carnet, provocar un accidente e ir a la cárcel en solo 15 minutos al volante de un Porsche 911, al igual que puede suceder al volante de un Dacia Sandero de 75 CV. Un coche potente y rápido como el Porsche 911 Carrera S es un coche potencialmente muy peligroso en malas manos, pero con una persona con la cabeza bien amueblada al volante, es mucho más seguro que un Dacia Sandero de 75 CV. ¿Por qué? Porque su tren de rodaje está reforzado hasta un nivel altísimo, el necesario para alcanzar velocidades superiores a 300 km/h o no inmutarse tras un track-day intenso.
Su equipo de frenado, sus suspensiones o sus neumáticos son muy superiores a los de un Dacia Sandero. El extra de potencia nos permite incorporarnos más rápidamente a una vía de alta velocidad, sin obligar a otros conductores a frenar o tener que detenernos en el carril de aceleración. Además, la mayor aceleración de un coche deportivo nos asegura adelantamientos más rápidos y precisos en carreteras secundarias: pasaremos menos tiempo en el carril contrario y volveremos mucho antes a nuestro carril. Pero siempre resulta más sencillo acusar a los fabricantes de coches de producir máquinas capaces de enviarnos a la cárcel.