Aunque a día a hoy nadie puede afirmar que la subida de 3,8 cénts por litro repostado al gasóleo vaya materializarse, la verdad es que esa posibilidad se convierte en factor más a la hora de elegir entre un diésel o gasolina, además de los típicos factores de cuántos kilómetros recorres y por dónde, los cuales, en mi opinión, deberían tener más peso, sobre todo de cara a evitar averías habituales en los diésel, como las típicas en la EGR o el filtro antipartículas. Sin embargo, según datos de Ancove (Asociación Nacional de Comerciantes de Vahículos), seis de cada diez coches comprados de segunda mano escondían una mecánica diésel bajo el capó, lo cual tiene tiene una explicación que en parte justificaría que a pesar de la subida de impuestos, aún sigue siendo interesante adquirir un vehículo diésel de ocasión.
La clave de todo radica en el downsizing
De un vistazo, en España el mercado de ocasión está polarizado de forma muy notable en dos grandes grupos, el de los coches de hasta 5 años de edad, los cuales casi podríamos asimilarlos a coche nuevos por tecnología, y el de los coches de unos 15-20 años, cobrando cada vez más importancia este segundo, ya que es una forma de contar con un medio de transporte propio por poco dinero dado el actual contexto conocido por todos. De hecho, la franja comprendida entre los 10 y 15 años se está trasladando a esos tramos de edad superior, habiéndose disparado la venta de coches con más de 20 años un 31 %.
Tenemos claro entonces que lo que se vende son «coches viejos», de 15 o 20 años, ¿y qué implica ello? Downsizing. De forma rápida podemos definir este término como un movimiento iniciado hace unos 10 o 15 años que consiste en crear motores de gasolina de pequeña cilindrada y tamaño, que ayudados por un turbocompresor (existen algunos casos en los que también cuentan, además, con un compresor volumétrico), consiguen ofrecer un nivel de potencia y prestaciones superior a los tradicionales gasolina atmosféricos de gran cilindrada, pero con menor consumo y emisiones. De hecho, tal era (y es) la ayuda de la sobrealimentación que les aporta un «tacto de turbodiésel» gracias a un mayor par motor, con una curva más plana y con un máximo que se encuentra mucho antes.
Así pues, en coches de esas edades, los más vendidos, no podemos disfrutar de las bondades del downsizing, pero sí de las ofrecidas por los propulsores turbodiésel de la época, los cuales estaban disfrutando de su edad dorada, con una tecnología que se centraba en obtener las máximas prestaciones y mínimos consumos dejando de lado el tema emisiones, lo que significa que están libres de sistemas anticontaminación potencialmente problemáticos como el AdBlue o el filtro antipartículas, porque sí, «un 1.9 TDI 105 CV bomba-inyector anda más que su homólogo 1.6 TDI common rail con todas sus florituras».
Por otro lado, tampoco debemos perder de vista que todos esos coches de 10, 15 o 20 años proceden de unos años donde las ventas de vehículos nuevos estaban prácticamente monopolizadas por el diésel, al contrario de lo que sucede hoy día, que por cada coche diésel se venden dos de gasolina. Por tanto, la oferta de coches diésel en el mercado de ocasión es mucho más amplia, y la posibilidad de llevarte una buena unidad con ese tipo de motorización es mayor.
Entonces, ¿merece la pena comprar un diésel de segunda mano?
Partiendo de la exposición anterior, salvo en contadísimas ocasiones (que hagas extremadamente pocos kilómetros, por ejemplo), comprar un coche diésel con esas edades es lo más adecuado que podrías hacer si lo que buscas es un medio de transporte práctico y económico. Te llevarás un coche con consumos irrisorios, buenas prestaciones y tendrás un abanico mayor de elecciones. ¿Los inconvenientes? A la hora de venderlo se devaluará algo más, aunque teniendo en cuenta que ya partimos de precios económicos, esa cantidad no será muy apreciable, y para que sea beneficiario de una etiqueta medioambiental de la DGT deberá tener menos edad que un gasolina. No obstante, aunque esa subida de casi 4 céntimos al diésel se hiciese efectiva, el ahorro en consumo que proporciona un turbodiésel de esa época respecto a un gasolina coetáneo de iguales prestaciones lo compensa.