Hace poco que terminó el mes de julio y, según datos de ANFAC, las ventas de coches altamente electrificados, PHEV y BEV, volvieron a caer pese al crecimiento del mercado general. La cuota mixta de estos dos sistemas de propulsión se sitúa ya por debajo del 10% que ya se había superado en 2023 a pesar de los esfuerzos comerciales llevados a cabo por los fabricantes y concesionarios, más allá de unas ayudas públicas a la compra (Plan MOVES) que han sido objeto de un debate avivado durante las últimas semanas.
De las 83.979 unidades matriculadas en el séptimo mes de 2024, sólo 8.242 disponían de la codiciada etiqueta 0 de la DGT. Pero si nos centramos en analizar sólo las 100% eléctricas, la cifra disminuye hasta los 3.827 ejemplares, un 4,6% del total. Además, de ese volumen, 2.022 automóviles (el 2,4%) fueron vendidos a particulares y el resto a empresas o flotas de alquiladores. ¿Qué está haciendo mal España para que los BEV penetren de una manera lenta, incluso regresiva, en el mercado?
Los 4 motivos por los que el coche eléctrico no funciona en España y una única salida
Pese a que los turismos enchufables, sean puramente eléctricos o híbridos de ese tipo, han experimentado un decrecimiento en 2024 en la inmensa mayoría de mercados de la Unión Europea (lo cual contrasta con las estrategias y nuevos lanzamientos de casi todas las marcas), la cuota media comunitaria se sitúa en un 19,4%. Esto significa que España avanza a la mitad de ritmo del que debería en cuanto a la adopción de esas tecnologías, en gran medida impuestas artificialmente por tal organismo geopolítico.
De entre las cinco grandes potencias, sólo Italia presenta una peor penetración (7,2%), siendo líder Francia (25,4%). En estos y en otros países el coche totalmente eléctrico, que es el que garantiza las cero emisiones de carbono reales, al menos en el ámbito local (otra cosa es su proceso de fabricación y de reciclaje), no está demostrando poder cubrir con efectividad las necesidades de un cliente y conductor promedio que, sobre todo, valora la polivalencia, la simplicidad y la despreocupación.
Además, en nuestro territorio se suman problemas para que no se compren más BEV:
- En un país con una capacidad de ahorro y un poder adquisitivo muy mermados, la compra o el alquiler de un BEV son caras. Si se añade la mayor obsolescencia de esta clase de automóviles (su tecnología evoluciona rápido), resulta lógico su fiasco.
- En nuestro país se empezaron a vender BEV antes de que se hubiese creado una infraestructura de recarga relativamente amplia, atractiva y capaz de fomentar la compra o uso. Es una inversión que debía hacerse antes, no durante ni después.
- Las subvenciones a la adquisición, cuyo propósito es aminorar los inconvenientes de una tecnología incipiente (elevado precio y escasa autonomía real a la cabeza) no se ofrecen de forma directa, carecen de continuidad y su gestión es ineficiente.
- La mayor parte de los españoles reside en pisos (viviendas a distintas alturas) y no disponen de plaza de garaje en propiedad. Esto provoca que muchos (alrededor del 70%) aparque sus automóviles en la calle, sin posibilidad de recargas domésticas.
La solución a este entramado de contrariedades es muy compleja y parece que la única salida a una situación que empuja a la industria del motor al abismo probablemente se aplique de una forma natural en esta y otras regiones del Viejo Continente: dar marcha atrás y volver a apostar por las tecnologías térmicas en lugar de forzar la adopción de una que no cumple con las expectativas de un consumidor que ve cómo se han dado pasos atrás en su comodidad.