Hace tan solo unos días trascendía que el Gobierno podría estar planificando una subida del Impuesto de Matriculación o, mejor dicho, una revisión del modelo actual, con unos tramos que se ajusten más a la realidad actual y, sobre todo, a los objetivos de descarbonización suscritos en la Unión Europea, que a efectos prácticos supondría una subida de los impuestos en la mayoría de los coches. Otra forma de verlo, es entender por qué el declive del diésel está siendo un buen negocio para las arcas públicas, y cómo prescindir de la combustión interna, actualmente, reduciría la recaudación de Hacienda.
El declive del diésel es un buen negocio para las arcas públicas
Según un estudio de la Fundación ENT (ver noticia en Europa Press), la recaudación anual media de un coche diésel se estima en 535 euros, mientras que un coche de gasolina supondría una recaudación de alrededor de 754 euros. Mientras tanto, un eléctrico supondría una recaudación media de 72 euros al año.
Hemos de tener en cuenta que los hidrocarburos están gravados con tasas de cierta cuantía, superiores a los impuestos que soporta el suministro eléctrico. Y que además de soportar un consumo de combustible, de media, más alto, la gasolina también está gravada con más impuestos – concretamente el impuesto especial de hidrocarburos – que el diésel.
Más imágenes del Volkswagen ID.3.
El Impuesto de Matriculación del diésel, del gasolina y el eléctrico
Por otro lado tenemos otro aspecto importante, que también habría sido tenido en cuenta en estos cálculos, el del Impuesto de Matriculación, un impuesto que se aplica en la adquisición del coche, que se añade al IVA, y que se calcula en función de cuatro tramos dependientes de las emisiones de CO2 homologadas por el coche.
Al homologar, en términos generales, unos consumos y unas emisiones de CO2 inferiores, es más fácil para un diésel gozar de una tasa baja, o incluso estar exento del Impuesto de Matriculación, que para un gasolina. En España, buena parte de los coches que se venden están exentos de pagar este impuesto, por gozar de unas emisiones inferiores a los 120 g/km de CO2. La media de emisiones del mercado del coche nuevo actualmente está por debajo de esas cifras, aunque el declive de los diésel, y el aumento de la cuota de los coches de gasolina, habría hecho que suba ligeramente en el último año.
Es evidente que el coche eléctrico alterará, notablemente, la recaudación de impuestos del Estado derivada del automóvil. Pero también que los beneficios que puede aportar al Estado superan con creces esa merma de la recaudación. De hecho, tanto España, como el resto de Europa, tendrán que invertir fuertemente en planes de ayuda a la compra, o en infraestructuras de carga, para fomentar una solución que se antoja necesaria, e imprescindible, para cumplir con los ambiciosos objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que se han propuesto para los próximos años.