Objetivo: acabar con el caos de los carriles bici.
Así surge esta iniciativa que, de la mano de la Dirección General de Tráfico, dependiente del Ministerio del Interior, colaborando con su impulsor, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, ha propuesto un buen punto de partida con una guía de recomendaciones que, sin ser vinculante, ni norma estatal, podría no ser suficiente, pero sí positivo para comenzar a abordar el problema. Una guía que no obliga, sino que ayuda, a planificar el diseño de infraestructuras ciclistas.
¿Conseguirá la DGT acabar con el caos de los carriles bici?
La bicicleta en la nueva realidad de las ciudades
De un tiempo a esta parte el entorno urbano de muchas ciudades se ha transformado, y no siempre para bien. Hemos asistido a la conquista de los espacios públicos por parte de patinetes eléctricos y bicicletas, a menudo ocasionando incomodidades a muchos ciudadanos, de la mano de la movilidad compartida privada, y suponiendo un reto para los legisladores.
Un reto ya no solo para regular su uso, sino también para adaptar los espacios públicos a un nuevo paradigma en el que independientemente de todo ello, las motocicletas, las bicicletas y vehículos de movilidad personal, como los patinetes eléctricos, tendrán una presencia mayor, por no decir prominente y protagonista frente al coche privado.
La publicación de esta guía de recomendaciones atañe a todo tipo de uso de la bicicleta, desde la movilidad ciclista, al ciclismo recreativo. Y aunque como os decíamos no establece una norma a cumplir, y rigurosa, especialmente desde las instituciones municipales, sí que es un buen punto para guiar a los responsables de diseñar, aprobar, construir y mantener estas infraestructuras, para preservar su seguridad.
Caos por un mal diseño de carriles ciclistas
Tanto si somos ciclistas, como si no, ya sea desplazándonos por la ciudad como peatones, o en vehículos a motor, ya nos habremos percatado de los defectos de que adolecen infraestructuras como las de los carriles bicis, dificultando su uso y provocando riesgos, ya no solo para el propio ciclista, sino también para el resto de usuarios de la vía.
Como conductor y ciclista, podría estar todo el día hablando de la cantidad de infraestructuras inseguras que me he encontrado y también de situaciones de peligro derivadas de una infraestructura mal diseñada. Para muestra, la imagen que ilustra esta entrada y que propicio un arduo debate al respecto de los derechos y las obligaciones del ciclista.
Carriles bici que, como el Guadiana, aparecen y desaparecen; obstáculos en vías ciclistas; carriles bici demasiado estrechos; firmes demasiado deslizantes con lluvia; cruces peligrosos y con mala visibilidad que incluso se han cobrado víctimas mortales; incluso carriles bici que discurren junto a un aparcamiento, sin separación adicional, haciendo infinitamente más seguro circular en bicicleta por la calzada junto con los vehículos a motor.
Especificaciones y casos de uso para crear infraestructuras ciclistas seguras
Lo que más me ha gustado, sin duda, el detalle con el que se han definido los diferentes tipos de infraestructuras ciclistas y casos de uso y, también, el detalle con el que se han definido especificaciones mínimas y recomendables.
Abordando temas tan importantes, y que son esenciales en el diseño, por ejemplo, de carreteras, como la anchura mínima que ha de tener un carril bici en función de si por el se circula en un sentido, o en doble sentido, y si se quieren facilitar los adelantamientos; las recomendaciones de balizamiento; el disponer de espacio de resguardo para separarlo de vehículos de motor, un aparcamiento, o de una acera; los radios de curvatura; el diseño para intersecciones seguras; o incluso los materiales que son adecuados para garantizar una adherencia óptima.
Un primer paso de la DGT, que no debería ser el último
Con esta guía en la mano, lo que pediría, primero, es que los responsables de estas infraestructuras tuvieran muy en cuenta estas recomendaciones a la hora de diseñar nuevas infraestructuras ciclistas. Segundo, que tratasen de auditar las infraestructuras ciclistas ya existentes para analizar si cumplen las recomendaciones y, de no hacerlo, reflexionar al respecto de lo que implica y tratasen de resolverlo.
Por último, que alguna de las especificaciones aquí dispuestas se transformen en norma. De manera que en el caso de producirse un siniestro no solo dispongamos de argumentos para apelar a la responsabilidad de las administraciones públicas que diseñan los espacios públicos, sino también para que los ciudadanos dispongamos de una base legal para reclamar a los administradores unas infraestructuras ciclistas seguras.