DGT, motos y tu hijo. Junta estos tres elementos de alto voltaje y tendrás sin duda un tema explosivo e interesante. La Revista de la Dirección General de Tráfico abordaba esta delicada cuestión hace unas semanas, incluyendo algunos datos interesantes y otros no menos polémicos. Hacemos un repaso.
Lo recuerdo como si fuera ayer: después de mucho tira y afloja, y de esperar durante más de tres años, un día de improviso mi padre nos llamó a la ventana. Allí estaba: una humilde Suzuki Lido regalada por un amigo de la familia. Pequeña y anticuada pero digna y dura como ella sola. Para mi hermano y para mí, la mejor moto del mundo.
Al leer el reportaje que la DGT ofrece en su último número de la Revista Seguridad Vial no puedo evitar acordarme del subidón de aquel día y el placer de llevar moto por primera vez.
Mi hijo quiere una moto, ¿qué puedo hacer según la DGT?
En 2019 más de 20.000 jóvenes menores de 24 años accedieron a alguno de los permisos que habilitan para conducir ciclomotor o motocicleta, pasando a engrosar así un colectivo de usuarios especialmente vulnerable y cuyas cifras de mortalidad preocupan gravemente a la DGT.
De acuerdo con la pedagoga de la Dirección General de Tráfico, tener moto supone autonomía, liderazgo y atractivo para los jóvenes. Qué duda cabe. Ahora bien, afirmar que solo «en algunas ocasiones les soluciona un poquito la vida» quizá sea ignorar las necesidades de movilidad que atosigan la vida de muchas familias a diario. Para todos ellos, padres e hijos, echar mano de un ciclomotor o motocicleta puede ser una opción sensata y muy útil, siempre que se establezcan límites.
Aunque la citada especialista señala la tendencia de los adolescentes a infravalorar el riesgo, tampoco podemos caer en los tópicos. Se puede discutir sobre ello y existen experiencias y puntos de vista distintos, quizá tampoco esté de más considerar a estos chicos, al menos a parte de ellos, como sujetos capaces de ser sensatos.
Algunos consejos y un libro muy interesante
Que la DGT pretenda decir a los padres qué deben hacer con sus hijos a la hora de darles acceso a una moto sería prender la mecha en un polvorín de mucho cuidado. Por eso es de agradecer que la propia revista nos atribuya la capacidad de discernir en última instancia si nuestro hijo necesita realmente una moto y, sobre todo, si está en condiciones de asumir el riesgo y la responsabilidad.
El texto aporta algunos consejos útiles para torear este asunto de un modo constructivo e inteligente. En sentido general, no basta el diálogo por sí mismo, sino la firmeza y claridad a la hora de establecer las reglas del juego.
Aunque sus 500 páginas sobre mecánica, conducción, psicología, pedagogía y aspectos varios en torno al mundo de la moto y los jóvenes puedan hacerse poco manejables para algunos lectores, el autor desgrana buenos consejos a tener en cuenta.
Entre otras cosas, la convicción de que los padres no tienen por qué renunciar a mantener un cierto control sobre los hijos incluso después de haberles comprado el preciado vehículo. Se trata de poner al chaval a prueba previamente, fijando claramente las líneas verdes y rojas si se quiere disponer de esa moto.
Por supuesto, no basta con sacarse un carnet o llevar casco. Otras reglas como no llevar pasajero o montarse de paquete, ponerse protecciones adicionales o hacer cursos de conducción segura antes de coger la moto son algunas de las propuestas que se pueden tener muy en cuenta.
Quizá lo más importante sea que querer moto y ganarse el privilegio de tenerla no implica que los chavales no tengan que trabajar para comprarla y mantenerla. Más aún, haber puesto dinero en su adquisición no les otorga el derecho de usarla como les venga en gana.
Ya has visto lo que la DGT opina sobre que tu hijo quiera moto. Sabiendo que el tema puede ser escabroso, tú ¿qué piensas?