La reducción y el aumento de los límites de velocidad genera siempre un debate en el que, normalmente, las autoridades apuestan por lo primero y los conductores por lo segundo. Y es que cuando se baja el listón en pos de la seguridad, la protección del medio ambiente o el ahorro de combustible… estas razones no consiguen aplacar las quejas de quien se pone al volante. A no ser que estemos en California en los años 60.
Corría el año 1959 cuando el Gobierno de California aprobó una ley que establecía una velocidad máxima para las carreteras del estado de 65 mph (105 km/h). Hasta entonces no existía ninguna norma que estableciese un límite así que los conductores se regían por una recomendación ‘de facto’ que aconsejaba no superar los 55 mph (88,5 km/h). Este aumento no gustó a los conductores y se ganó la oposición de buena parte de ellos, incluyendo al Auto Club de California (una de las filiales de la Asociación Estadounidense de Automóviles, AEA).
Las quejas de los conductores
El principal punto de controversia fue cómo se hizo cumplir el nuevo límite de velocidad: lo consideraban arbitrario. Con el sistema anterior, la velocidad legalmente apropiada se determinaba caso por caso en función de varios factores: desde la capacidad de rendimiento del vehículo hasta el tráfico y las condiciones de la carretera. Efectivamente, un conductor podía ir rápido aunque siempre dentro de lo razonable. Para algunos los nuevos límites no eran considerados una herramienta para conducir de manera segura, sino una forma puntual de que no descubrieran sus excesos de velocidad.
A esto añadían que, en lugar de incrementar los límites, había sobre la mesa temas prioritarios como la creación de medidas que erradicasen el número de conductores que se ponían al volante tras consumir alcohol o la necesidad de modificar las pruebas para conseguir el carnet de conducir. Aseguraban que, así, se reducirían los accidentes en dos tercios… y no permitiendo a los conductores ir más rápido. Razón no les faltaba a tenor de los últimos datos publicados sobre el tema: en 2020, el alcohol fue la causa de casi un tercio de los fallecidos en un accidente de tráfico en EEUU.
Dos cambios hasta hoy
Volvamos a los años sesenta. Un año después de aquel incremento de los límites, las autoridades de tráfico californianas aseguraron que la nueva ley era sólo un experimento… aunque lo cierto es que ha perdurado en el tiempo con dos únicos cambios notables. El primero llegó a mediados de la misma década de 1960, aumentaron el máximo de las carreteras rurales a 70 mph (112,6 km/h). Y el segundo se produjo cuando se implementó la Ley Nacional de Velocidad Máxima que, en 1974, estableció el listón en 55 mph (88,5 km/h): una norma que se derogó por completo en 1995.
Hoy en día, el límite de velocidad en las autovías californianas que tienen más de un carril es de 65 mph (104,6 km/h) aunque en algunas zonas sí llega a los 70 mph (112,6 km/h). En las carreteras con dos carriles, el máximo suele ser de 55 mph (88,5 km/h). Circular por encima de estas cifras está penado con sanciones que oscilan entre los 35 y los 200 dólares (32-184e euros). Unas cifras que, eso sí, no son fijas porque los agentes pueden agregar los recargos que ellos consideren en función de cada situación.