Es el cuarto coche de serie jamás fabricado por Ferrari, corrió en Monza, también en la Mille Miglia, tuvo un accidente en una montaña y pasó de mano en mano durante décadas. A veces en un granero y otras tirado en el campo, este Ferrari 166 Inter de 1948 tuvo que esperar a que una pareja de Nueva Zelanda lo encontrase en los 90 para darle la segunda vida que merecía. Lo guay es cómo se descubrió esta historia de manos de la propia Ferrari.
Fueron a por cobre y encontraron oro
En un recorrido reciente por Nueva Zelanda en una pequeña flota de Ferraris Purosangue, un grupo de periodistas automovilísticos se topó con una joya del motor: un Ferrari 166 Inter de 1948.
Sus dos dueños actuales son Amanda y Philip, una pareja de jubilados que adoptaron el 166 hace unos 30 años. Lo mejor de todo es que ellos usan el coche sin reparo para ir a todas partes y numerosos eventos. ¡Esto es verdadera pasión por el mundo del motor!
Uno de los primeros hijos
Nacido en el segundo año de existencia de la fábrica, el 166 era una máquina sofisticada. Su motor V12 de aleación generaba un alto rendimiento para la época (110 CV a 6500 rpm). Albergaba una capacidad de 2 litros, o 166 cc por cilindro, de ahí el nombre.
El 007-S fue el primer 166 que llevó el nombre «Inter». En 1949 se expuso en el Salón del Automóvil de Ginebra y en mayo corrió en Monza en la Copa Inter Europa. Los primeros números de serie reservaban los dígitos impares para los coches de carretera y los pares para los de carreras, lo que convirtió el 007-S en el cuarto coche de serie de Ferrari jamás fabricado.
Lamentablemente, el 001-S y el 003-S se han perdido para siempre, y el 005-S se encuentra en el Museo Enzo Ferrari de Módena, por lo que esta joya especial de la zona rural de Nueva Zelanda es el Ferrari más antiguo del mundo en circulación.
La aventura que empezó emocionante, pero continuó aburrida (para el coche)
En julio de 1949, el coche encontró su primer propietario en Génova y después, en 1951, un segundo en Florencia. Su tercer custodio fue Pietro Barbetti quien, a pesar de su número de serie impar, corrió con el 007-S en la Mille Miglia de 1952, en la que terminó vigésimo en su categoría.
En 1953, Henry Bartecchi, capitán del ejército estadounidense destinado en Italia, adquirió el 166, con el que tuvo éxitos y desgracias, incluido un mes de hospitalización tras accidentarse en una carrera de montaña. La reparación pasó factura al exterior tricuerpo de Carrozzeria Touring de Milán.
Entonces, el coche cruzó el Atlántico en 1954 para que un rico abogado separase la carrocería del chasis para completar la reparación. El proyecto se estancó y la carrocería quedó olvidada en un campo durante 2 años, hasta que en 1956 un tal Thomas Wiggins tomó la difícil decisión de deshacerse de la carrocería Touring debido a su lamentable estado.
Años de espera, un rayo de luz, más años de espera y, al fin, un buen puerto
Wiggins tardó 15 años en encontrar un armazón adecuado, una carrocería coupé que estaba entre las 5 únicas fabricadas para Ferrari por Stabilimenti Farina, la factoría de Turín creada por Giovanni Farina, cuyo hermano, Battista, fue el Battista que después fundaría la renombrada Pininfarina.
Esta carrocería de Farina, rescatada del chasis de un 166 que atravesaba tiempos difíciles en Estados Unidos, necesitaba una cuidadosa restauración. La magnitud de la empresa hizo que el proyecto se paralizara nuevamente durante 23 largos años. En 1994, Wiggins finalmente abandonó su sueño de conducirlo.
Aquí es donde entra Amanda en la historia. Ella y su marido Philip ya poseían dos modelos de Ferrari de 1966 (un 330 GT y un 330 GTC). Recién mudados de Alaska a Nueva Zelanda, leyeron en una revista el anuncio del 166 Inter. Tras 6 meses de negociaciones, recibieron un chasis rodante con un motor y una carrocería suelta, junto a cinco cajas de madera llenas de diversas piezas.
Manos a la obra, la pasión se abre paso (con ayuda de algo de dinero)
Amanda y Phips llamaron a un taller de restauración especializado que confirmó que la mayoría de los componentes originales del motor todavía eran utilizables. Cuando la restauración finalmente se completó en 1997, la pareja hizo realidad el sueño de devolver el coche a sus raíces.
Una aerolínea patrocinó el transporte del 166 a Roma, desde donde Amanda y Phips condujeron hasta la Emilia-Romagna para que su automóvil ocupara un lugar destacado en las celebraciones del quincuagésimo aniversario de Maranello.
Desde entonces, la pareja ha recorrido más de 50 000 kilómetros en su querido 166 Inter y hoy siguen tan apasionados por él como a su llegada hace tantos años. «No tenemos reparos en conducirlo», asegura Amanda. «Nunca nos ha importado demasiado exhibir el coche en eventos. Nos gusta compartirlo con la gente conduciéndolo».