En cuestión de prototipos no hay normas escritas y cuando crees haber visto de todo, alguien desempolva unos bocetos o unas imágenes que te obligan a cambiar de opinión. Es lo que sucede cuando te cruzas, por primera vez, con el Ferrari Modulo: el prototipo más salvaje que ha salido por la puerta de Maranello.
El Ferrari Modulo fue creado sabiendo que jamás llegaría a ser un coche real. Era, simplemente, un vehículo de exhibición que invitaba a soñar con que se hiciera realidad… sobre todo en una época, los años setenta, en la que irrumpió siendo diferente a cualquier modelo visto hasta el momento. Parecía más un tema de ciencia ficción que de motor.
Ferrari lo presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1970. Fue entonces cuando se supo que el diseño era cosa de Pininfarina y, más concretamente, de Paolo Martin: el artífice de modelos como el Peugeot 104 o el Rolls-Royce Camargue. Las formas aerodinámicas elegidas llamaban la atención, pero sus cifras destacaban aún más: mide 93,5 centímetros de alto, 4,5 metros de largo y algo más de 2 metros de ancho. Pesaba sólo 900 kilos.
La base: el Ferrari 512S
Pininfarina recibió el chasis, que procedía de un modelo real: el Ferrari 512S. Sí, el Ferrari Modulo comenzó siendo, originalmente, un Ferrari 512S (chasis y motor Nº27) y se convirtió a la especificación 612 Can Am. Sobre esta base, los carroceros italianos concibieron un coche con una única puerta integrada en el techo de cristal, que se deslizaba hacia adelante para permitir la entrada al habitáculo.
Las ruedas estaban parcialmente cubiertas y en la parte trasera, el Ferrari Modulo tenía 24 orificios de ventilación para los doce cilindros en V del motor. Una apuesta estilística con la que Pininfarina permitía vislumbrar, de cerca, la parte mecánica. Aquel coche no se parecía a ningún que Ferrari hubiera fabricado.
Bajo esa cubierta estaba el V12 de 5.2 litros, que desarrollaba 550 CV y estaba asociado a una transmisión manual de cinco velocidades. Con este motor, el Ferrari Modulo habría pasado de 0 a 100 km/h en poco más de tres segundos y habría alcanzado una velocidad máxima de 354 km/h. Hay que tener en cuenta que este bloque llegaba procedente del mundo de las carreras, pero, aun así, la idea de un vehículo de carretera que produjera tales velocidades en los setenta era casi impensable.
De Pininfarina a Jim Glickenhaus
Ferrari terminó regalando el coche a Pininfarina y durante más de cuatro décadas (44 años, concretamente) fue un coche de exposición. Lógico, nunca existió intención de que funcionara realmente… hasta que Jim Glickenhaus apareció en escena en 2014 para comprarlo. Se comprometió a convertirlo en un vehículo real con el que se pudiera circular por la carretera.
Dicho y hecho. Trasladó el Ferrari Modulo al taller Sport Auto de Módena, donde Jim Glickenhaus dejó las cosas claras: quería que fuera manejable y seguro, pero lo más fiel posible al concepto original. Cambiaron los revestimientos de los pistones, la cremallera de dirección, añadieron un sistema de ventilación para el motor y el habitáculo, añadieron retrovisores, limpiaparabrisas y Michelin fabricó un juego de neumáticos de carretera específico.
El resultado fue un Ferrari Modulo que tenía algunos elementos extra, pero que seguía siendo en esencia el original… motor incluido. Ahora se podía conducir y cuentan que su BSO era maravillosa. En 2019 apareció, por primera vez, en las carreteras haciendo lo que a muchos les hubiera gustado ver décadas atrás.