Como el refrán que dice que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar, el hecho de que Francia haya puesto fecha al fin del diésel y la gasolina no es un acontecimiento ajeno a España. El fin de las ventas de diésel y gasolina en Francia se ha marcado en 2040. Recordemos que la fecha escogida por Francia es la misma que se había planteado en el borrador de Ley de Cambio Climático y Transición Energética que pretendía proponer el Gobierno de Pedro Sánchez en España, y que nunca fue presentada, y aún menos aprobada.
Francia ya ha puesto fecha al fin de diésel y gasolina
La fecha marcada es también más ambiciosa que los plazos que ha dado la Unión Europea, que ha propuesto que en 2030 la cuota de eléctricos y enchufables, en general, sea del 35%. Aunque todo apunta a que la Unión Europea también podría apostar por unos objetivos similares a los franceses, y a los que se están barajando para España.
Pero vayamos al quid de la cuestión, ¿cómo afectará esta medida, el fin de las ventas de diésel y gasolina en Francia, a España?
Imágenes del almacén en el que comenzó la producción de la Citroën AZU en 1958.
Cómo afectará a España el fin del diésel y la gasolina en Francia
Que los países de nuestro entorno comiencen a pensar en el fin del combustión interna es, necesariamente, una presión para España. Primero, porque marcarán las decisiones que se tomen en la Unión Europea. Segundo, porque España es uno de los principales productores de coches del continente, únicamente superado, en volumen, por Alemania.
El grueso de la producción de coches en España – más de un 80% – está destinada a las exportaciones, la mayoría de las cuales van destinadas a la Unión Europea. De los 2.243.220 turismos producidos en 2017, 1.866.931 turismos fueron exportados.
España es un país en el que además hay una gran presencia de fábricas de marcas francesas. Algunas de las fábricas más importantes de PSA y Renault están en nuestro país. Fábricas como las de PSA en Vigo y Madrid, y la de Opel (ahora PSA) en Zaragoza, o las de Renault en Valladolid y Palencia. Con estos datos no os sorprenderá si os decimos que el principal destino de las exportaciones de coches fabricados en España es Francia.
Foto de familia en la celebración del motor número 25 millones en la fábrica de Renault en Valladolid. Motor, por supuesto, de combustión interna.
Francia, el principal destinatario de coches españoles
En 2017, Francia fue destinataria de 433.614 vehículos fabricados en España (18,7%). En segundo lugar, Alemania recibió 404.499 vehículos (17,45%). Por lo tanto, ya podemos ir haciéndonos una idea de lo importantes que son las decisiones que se tomen en dos países que, no solo ostentan mucho poder político en la Unión Europea, sino que también reciben una parte importante de los coches que se producen en nuestro país.
España por lo tanto tendrá que asegurarse de que sus fábricas están preparadas para cubrir la demanda exterior de coches eléctricos, cuando las ventas de diésel y gasolina remitan hasta prácticamente cesar por completo, independientemente de lo que suceda de puertas para dentro. Y ahí sí que resulta importante que PSA vaya a producir coches eléctricos en todas sus fábricas españolas, que marcas como Renault ya hayan dado pasos – primero con el Twizy, ahora preparándose para los híbridos – y que marcas como Ford, que comenzará a ensamblar baterías en Almussafes, y SEAT, que el año que viene tendrá su eléctrico, también muevan ficha.
Pero tampoco hemos de olvidarnos del papel que juega el mercado interno, lo que sucede con el porcentaje de vehículos fabricados en España que no son exportados, que acaban matriculándose en España.
Imagen del área de estampación de la fábrica de Vigo en los años sesenta.
España debe plantear plazos al fin del diésel y la gasolina… y un plan de transición
Precisamente por eso, cuándo surgió la polémica de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, y el hipotético fin de los motores de combustión interna, propusimos que España debería pensar en el fin del diésel y la gasolina. Debería pensar en ello siendo consciente de que los plazos aún son largos, dentro de varias décadas. Debería pensar en ello sin enviar mensajes confusos ni catastrofistas, hablar de que el diésel está muerto no es constructivo, sino dañino para la industria, preocupante para el comprador, y contraproducente para alcanzar objetivos a largo plazo. Debería pensar en ello contando con la industria del automóvil, por supuesto.
En cualquier caso, no es tan importante marcar el fin de los motores de combustión interna, del diésel y la gasolina, como definir los pasos que han de darse, tener un plan para un proceso de transición que en el peor de los casos podría llegar a ser traumático.
Pero el hecho de que países como Francia ya hayan planteado el fin de la venta de coches con motor de combustión interna en 2040, es un acontecimiento ante el que, como decíamos al principio, no deberíamos permanecer ajenos.