Las Ford F-450 Super Duty no son coches deportivos. No son ni siquiera coches. Son lo más parecido a un camión que podemos conducir con carnet de coche, siempre que vivamos al otro lado del charco. Con un peso de cuatro toneladas en orden de marcha, necesitaríamos el permiso C para conducir estos monstruos, dotados de enormes motores V8, tanto gasolina como turbodiésel. No se nos ocurre un coche menos apropiado para un rallye de tierra… y sin embargo, la Team O’Neil Rally School nos acaba de demostrar que incluso los «camiones» pueden bailar.
Una Ford F-450 de 4 toneladas haciendo rallye
La Team O’Neil Rally School es una escuela de pilotos de rallye afincada en New Hampshire (EE.UU.). Además de ser una institución reconocida a nivel país, tienen un canal de YouTube en el que hacen pruebas de diferentes coches bajo la premisa «Will it Rally?», tratando de comprobar cómo se defienden diferentes coches en los terrenos de pruebas de la escuela. Estos terrenos consisten en tramos de gravilla deslizante, entre frondosos bosques, aunque también disponen de pistas de pruebas de asfalto. Es el paraíso para un amante de los rallyes.
Si bien un Subaru WRX STi o un Ford Fiesta ST parecen candidatos ideales para ser coches de rallye, una pick-up «heavy-duty», diseñada para remolcar mas de 10 toneladas de peso, con doble rueda en su eje trasero y un motor diésel de ocho cilindros y 475 CV… es lo contrario al coche de rallye ideal. No solo por sus gigantescas dimensiones, si no por un peso que ronda las cuatro toneladas. Y sin embargo… es sorprendentemente capaz. En primer lugar, es sencillo desconectar todas las ayudas electrónicas a la conducción, e incluso el ABS.
Con la tracción total desconectada
En segundo lugar, tiene una suspensión bastante firme, diseñada para funcionar bien con una carga alta – es un coche diseñado para remolcar grandes cargas. Esto permite que el coche se quede plantado en los cambios de dirección, y que no tienda a descontrolarse en los baches. Es capaz de sostener derrapes larguísimos sobre superficies deslizantes, y su enorme batalla hace que sea muy controlable. No obstante, cuando se conecta la tracción total la parte frontal del coche empieza a sacudirse y sufrir, al menos en este tipo de conducción.
Por tanto, toda la prueba se hace con la tracción total desconectada. La prueba final es una etapa de rallye de dos kilómetros. En ella vuelve a demostrar lo sencilla que es de conducir y deslizar sobre gravilla, aunque sus dimensiones no son las mejores en una zona revirada repleta de árboles. Su peso provoca algo de subviraje en ciertas zonas y deja muy poco margen al error, pero ver a esta mole danzar entre curvas como si fuera un coche de carreras es algo muy poco frecuente.
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