Sabemos que el futuro del motor es eléctrico. En esa misión por encontrar alternativas ecológicas a la gasolina y diésel, la mayoría de las marcas han optado por la electricidad como combustible. Eso sí, no todas. Estos días os contábamos que Ford ha presentado una patente en Estados Unidos que tiene como protagonista un motor que funciona con hidrógeno: ¿sería el Ford Mustang el ‘muscle car’ de siempre con un V8 de hidrógeno?
El punto de partida es un motor turbo de inyección directa que no necesita los combustibles habituales para rugir: usa hidrógeno. Apostar por este elemento no supone ninguna novedad, pero sí cómo lo hace Ford. La marca del óvalo azul aborda específicamente el problema de la detonación del motor obteniendo la proporción perfecta de hidrógeno y aire para que pueda encenderse en el momento preciso.
La solución de Ford
Ford Mustang
Una de las barreras a las que se enfrenta el hidrógeno es su volatilidad y, además, detona más fácilmente que la gasolina. Por lo tanto, si no se equilibra cuidadosamente la mezcla exacta de aire e hidrógeno puede suponer un problema grave. ¿Cómo pretende solucionarlo Ford? Empleando un sistema de inyección directa para el combustible y un sistema de recirculación de gases de escape (EGR) variable para regular el aire. A esto se sumaría la versátil sincronización de las válvulas, que juega un papel importante para garantizar que la combinación de estos dos elementos entra en la cámara de combustión en el momento adecuado.
En las patentes de Ford aparecen dos esquemas: uno con un único cilindro individual y otro con un bloque de ocho. Aquí estaría la clave para los modelos más prestacionales de la marca y, sobre todo, para su icónico ‘muscle car’: ¿el Ford Mustang sería el mismo de siempre con un V8 de hidrógeno?
Las barreras del hidrógeno
Podríamos apostar que sí, pero lo cierto es que los vehículos equipados con un motor de combustión que se alimenta de hidrógeno tienen que superar bastantes obstáculos antes de convertirse en una alternativa viable. De momento, necesitan cantidades ingentes de este elemento para alimentar la mecánica: un estudio del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático desvela que necesitan cinco veces más energía que un coche eléctrico. No en vano, los prototipos desarrollados hasta ahora requieren voluminosos depósitos.
Producir un vehículo de hidrógeno es, todavía, muy caro y esto repercute en el precio final… y en el bolsillo del conductor. Y tampoco podemos perder de vista la segunda parte: la infraestructura para llenar esos tanques es bastante limitada. Tanto que, según ANFAC, en España no hay ninguna hidrogenera pública: las pocas que hay son privadas.
A pesar de ello, movimientos como el de Ford o el de Toyota junto a Yamaha nos recuerdan que hay esperanza: para el hidrogeno y para un futuro en el que los deportivos con un V8 sí tendrían hueco y no nos obligarían a pensar en ellos como en algo del pasado.